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Caracoles: las galerías de otra época que seniegan a desaparecer

fotos: juan jordán c.

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Afines de los setenta y durante gran parte de los '80 las galerías realizadas en espiral causaron furor. Edificios llenos de pequeñas tiendas, muchas de ellas boutiques, que ofrecían productos exclusivos, que nadie más traía a la ciudad y que aseguraban un atuendo original.

El Carrusel de Viña del Mar, el Caracol Porteño, y más tarde los Tres Palacios y la galería Beye, tuvieron su momento de gloria. Los visitantes iban a dar vueltas y vueltas sin parar mirando una vitrina tras otra, sin nunca agotarse. Se sentaban en las barandas -a riesgo de caerse- y observaban a los demás. Eran lugares para 'taquillar', conocerse.

Treinta años después esos mismos edificios lucen cambiados, algunos con más vida que otros. Pero siguen ahí, recordándonos como era la forma de comprar. Cómo era la arquitectura a escala de antes.

El arquitecto y fotógrafo Cristóbal Palma se interesó en el tema e hizo un registro de las 46 galerías tipo caracol que hay en el país, trabajo que dio origen a la exposición Espacio Continuo, que este viernes se inaugura en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Santiago. Ahí tienen un lugar destacado los 'representantes' de la Región de Valparaíso.

Palma plantea que 'los caracoles son tal vez uno de los fenómenos arquitectónicos y culturales recientes más interesantes y al mismo tiempo ignorados por la academia. Este aparente desinterés se podría entender, aunque no justificar, por la evidente sensación de fracaso que estas estructuras tienen hoy. Al mismo tiempo que celebran lo banal, los caracoles nos enfrentan de manera paradójica y compleja a un período de eventos dramáticos de la historia reciente de nuestro país. Así, los caracoles evocan una ciudad que aún existe pero que tratamos de evitar'.

Pero los caracoles no surgieron así como así. El primero en construirse, el Caracol Los Leones de Santiago, obra diseñada, entre otros, por Osvaldo Fuenzalida, se inspiró en el museo Guggenheim de Nueva York, que marca un hito del diseño y la arquitectura.

El profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Valparaíso, Carlos Lara Aspee, si bien considera que los caracoles son edificios ya obsoletos, de todas maneras rescata algunos elementos que los mantienen en pie hasta hoy.

'Cuando se plantearon estos edificios eran parte de un recorrido por la ciudad. Se suponía que uno entraba sin darse cuenta, eso era lo bonito que tenían. La gracia del caracol era que no tenía peldaños. Eso permitía que uno entrara desde una continuidad desde la calle. Pero eso era algo muy específico que pertenecía a otro tiempo', explica Lara.

Según el académico de la UV, la única forma en que pueden recuperarse comercialmente estos espacios es ofreciendo un servicio muy específico. Como el de las peluquerías en el caso del Tres Palacios de Valparaíso.

De todos los caracoles que hay en el Puerto, Carlos Lara rescata precisamente el ubicado en Pedro Montt, y que además tiene salida hacia Independencia. 'Trae toda una nostalgia, todo forrado con espejos y este espacio central con las caídas de agua que tuvo en su tiempo y que atraían mucho público. Además tenía la gracia de que uno llegaba al final sin subir ni un peldaño. Ese es el valor que tiene, pero tampoco son joyas de la arquitectura, no van a estar en ningún catálogo de arquitectura', dice.

Otro valor que en su momento tuvieron estos edificios es que representaban un esfuerzo local de inversión. 'Hoy todo viene desde Santiago, los grandes centros comerciales están asociados a una empresa, como Plaza Vespucio, por ejemplo. En cambio los caracoles eran una apuesta por el desarrollo de la ciudad que hacía un empresario local. Eso no ocurre en la actualidad', destaca Carlos Lara.

Cuando se inauguró el Tres Palacios los porteños se volcaron a sus curvas. Tanto espejo, la cascada del centro, los adornos con plantas ornamentales llamaron de inmediato la atención. En la planta baja se ubicaron los juegos electrónicos (hoy mezclados con los famosos 'chumbeques') y uno de los locales -a modo de instalación- se podían ver distintos típicos de pájaros conviviendo libremente.

Beatriz Díaz es peluquera y hace veinte años tiene un local en la galería Tres Palacios y asegura que el inmueble no está en decadencia. 'Este es el mall de las peluquerías. Eso sí se ha ido renovando con el tiempo. Cuando llegaron Falabella y Ripley fueron desapareciendo las boutiques, joyerías y otros tipos de negocios. Los mismos que tenían boutiques pusieron peluquerías. Cambiaron de giro y les ha ido mejor que antes'.

Esta empresaria analiza la situación de los otros caracoles: 'La Beye tiene una entrada que asusta mucho. En cambio ésta tiene espejos y luz. Y el Caracol Porteño fracasó porque no tiene otra salida'.

En 1988 Ramón Mancilla llegó a Valparaíso desde Calama y se instaló con su taller de sastrería en la parte alta de la galería. 'Ha cambiado harto, la decoración que había se perdió y ya no está la cascada de agua. Ha pasado mucha gente en el edificio, somos muy pocos los dueños que quedamos. Eso hace que haya un deterioro más grande porque el arrendatario no se preocupa mucho del entorno', afirma.

José Antonio Cabezas, dueño de la tienda Anarko Shop -especializada en música y poleras rockeras- ha visto cómo las diferentes tribus urbanas han pasado por el Tres Palacios. Partió el año 1994, cuando los jóvenes llegaban hasta ahí buscando la última novedad musical.

'La galería es cíclica, entran y salen locales. Las peluquerías funcionan porque es un servicio necesario todo el año, pero la garantía de esta galería es que es central', destaca Cabezas. Y luego recuerda: 'En los '90 la gente venía a taquillar porque la juventud estaba en esa. Hoy están en otra cosa, cambió el formato. En un tiempo para acá venían mucho los otaku pero después se fueron', afirma.

Celeste Cepeda es peluquera y colorista, dueña de 'D' Celer', y lleva 31 años trabajando en el Caracol Porteño, por lo que es testigo de los cambios que ha sufrido. 'Antiguamente las galerías funcionaban como centros comerciales, pero con la llegada de los mall y las multitiendas los negocios chicos no pudieron resistir. A eso se sumó el dinero plástico, las tarjetas de crédito son mala competencia para los comerciantes pequeños que compran mucho menos que las grandes tiendas y no pueden cobrar más barato', dice.

Sobre la proliferación de las peluquerías en estos locales, Celeste Cepeda tiene una opinión bastante crítica: 'Antes era una profesión, había que ir a un instituto para obtener el título. Ahora es un oficio y en pocos meses se puede obtener el título, por eso hay tantas peluquerías'.

Hace un año Cristian Gutiérrez abrió la tienda 'Sonidos porteños' en uno de los locales de la parte alta del Caracol Porteño. Su tienda de inmediato llama la atención, porque no tiene ninguna relación con el entorno. Vende y arregla instrumentos musicales refaccionados, en especial clarinetes y saxofones.

'Encuentro que las galerías son bien seguras y los locales no están a orilla de calle. Los productos que tengo acá son caros y en otro lugar tendría que haber invertido mucho en seguridad. Además como es un negocio muy específico la gente va a llegar igual, no necesito tener una vitrina tan grande. La persona que es músico va a llegar simplemente', dice. J