Secciones

El porteño que se hizo publicista ambulante

E-mail Compartir

Hace seis años atrás, el porteño Agustín Apablaza se preguntó qué podía hacer para mantener a sus 14 hijos. Su carrera como boxeador se había acabado abruptamente y no tenía trabajo. La cosa se le puso cuesta arriba y había que actuar.

De pronto, mientras pensaba y analizaba profundamente su dramática situación, se le ocurrió que podía ser publicista. O "locutor caminante" como algunos actualmente le llaman.

"La idea nació por la familia y por el trabajo escaso. Y ahí quise ser publicista de la calle y me preparé. Armé el equipo de sonido y salí a la calle a trabajar y encontré pega altiro", dice don Agustín, quien luego de recorrer varias arterias de Valparaíso, se coloca a vender distintos productos en Independencia con Francia.

Locutor caminante

Y entre cumbia y música tropical, el locutor comenzó a recorrer todas las calles céntricas de la ciudad entregando las direcciones de los locales, comentando los artículos que vendían, las ofertas y los descuentos del momento.

"Empecé en la calle Victoria, hablando de 10 locales. Pero después se sumaron muchos más y actualmente le hago publicidad a 25 negocios de lunes a sábado desde las 10.00 a 13.00 horas. Mi recorrido es por las calles Victoria, Francia, Independencia, Morris, Simón Bolívar, Rodríguez, Las Heras... llego hasta la plaza Victoria y me devuelvo, paso por Las Heras, Pedro Montt, Uruguay... hasta que llego frente a la plaza Italia", detalla el porteño.

El porteño tiene que entregar información de 25 locales distintos y según indica, todo de memoria. "Voy repitiendo todo memorizado en la mente. No anoto nada, es mejor la improvisación, las cosas salen más naturales y a la gente le gusta. Me quieren mucho aquí y cuando voy hablando, varios se me acercan a decirme que es bonito lo que hago, que siga así porque aparte de hacer publicidad entrego información. Soy como un periodista ambulante", enfatizó sonriendo.

Respecto a su voz, el locutor caminante señala que no hace nada especial para cuidársela. "Es una cosa natural, no me la cuido ni nada porque viene de herencia. Porque tuve un tío que fue diputado también, Alfonso Apablaza y el talento de la familia Apablaza ha sido súper fuerte y yo creo que eso me ha ayudad a mantener la voz", reflexiona.

Cuando termina de recorrer las calles porteñas, el comerciante se instala a vender galletas y otros chiches en la calle. A veces el hijo menor llega a acompañarlo y le ayuda a atender el público.

Era boxeador

"Fui seleccionado como representante de la V Región. En cada región del país eligieron uno y ahí se formó la selección nacional. Y luego Pinochet nos dio los pasajes para ir a Estados Unidos. Yo no tengo nada que decir de él (Pinochet) porque aunque muchos le tengan mala, él fue el que me dio la mano y todas las oportunidades para surgir. Incluso me prestó ayuda para recorrer todo Sudamérica. Aplaudo al tata porque aunque no pertenezco a ningún partido político, siempre alabo a las personas que ayudan a los deportistas", se explaya.

Pero el tiempo y la carente atención médica le fueron pasando la cuenta.

"Nunca me jubilaron y ahora tengo las manos y el tórax hecho bolsa. No puedo hacer nada ahora porque ya no tengo fuerza y tengo edad también. Estoy así por tantos golpes que me dieron alrededor del mundo... ganaba premios, pero a los 50 me tuve que retirar porque no hay apoyo y no me daban atención médica adecuada", lamenta.

Cuerpo molido

"Fuimos varios de distintas regiones, pero yo he sido el único porteño y aquí estoy botado. En ese momento vivía del representante que tenía, pero después cuando nos retiramos quedamos mal. Mi familia pensaba que no me lo estaba tomando en serio y ahora me siento incómodo, echándole la culpa a los políticos que no se dedican al deporte, puro fútbol no más", reclama medio molesto.

De pronto, el locutor se levanta la polera y muestra cómo sus costillas están destruidas. Pareciera que estuviera aguantando la respiración, pero no, su tórax es así.

"Estoy más que molido por los muchos golpes que me han dado, pero no tan duros como los que la vida me ha dado ahora", dice con pena.

Como el boxeo le da muchos sabores amargos, Agustín Apablaza prefiere volver a hablar de su rol como caminante.

"Lo hago hace harto tiempo aquí en Valparaíso pero primero lo hice en Quillota y La Calera. Por eso estoy agradecido del ex alcalde Chahuán porque se dio cuenta que había un talento andando en las calles céntricas y me dio la confianza para poder andar en distintas calles, pero luego volví a Valparaíso porque soy porteño de tomo y lomo", asegura.

El locutor dice que va a seguir hablando por las calles hasta que el cuerpo le aguante. Por su amplificación no se preocupa porque cada vez que se le echa a perder la manda a arreglar a un local de calle Clave en la plaza Echaurren. No obstante, la voz ya la tiene ronca.

"Es lo único que tengo para mantenerme y lo haré hasta que pueda. Voy a seguir por cariño a la gente que siempre me saluda y me felicita. Y por mis 14 hijos... porque he amado a hartas mujeres y aunque estén grandes, uno igual se preocupa", sentenció. J