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La gringa que se come a los choritos con limón

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Desde que Kathleen Whitlock se instaló en Valparaíso, ha debido enfrentar lo peor de la idiosincracia chilena. Le han dicho que enseña puras leseras, que la ciencia es poco femenina o que la ciencia no sirve para nada. Más encima ha tenido que aprender a defender su postura en un ambiente donde los hombres son mayoría y donde ellos no tienen interés en cambiar las cosas. Para rematarla, cuando llegó debió soportar el acoso callejero, las miradas y piropos desagradables.

Así y todo esta neurocientífica, nacida en una zona rural del Estado de Nueva York, optó por instalarse acá y a ocho años de su llegada, dice que hoy no se imagina viviendo en otra ciudad que no sea Valparaíso, a pesar de que acá todo le cueste el doble y que le toque ir contra la corriente para mantener un taller de ciencias en una escuela pobre en la punta del cerro. O tenga que enfrentarse a un empresario usurero que quiere sacar provecho vendiendo a precio de oro los utensilios, que sus estudiantes necesitan, para armar un laboratorio.

educación pública

Pensó que se podía hacer algo por esos niños e invitó a los estudiantes del doctorado de Neurociencia de la UV a realizar talleres en esa escuela, programa que tituló como Ciencia al tiro, concepto que se refiere a la necesidad urgente de cambiar el sistema educativo nacional.

"Yo llevaba un año en Chile y me sorprendió mucho el nivel de los estudiante que entraban a la Universidad de Valparaíso que era muy bajo. Después leo el artículo de The Economist y otro que apareció en El Mercurio y que se titulaba 'La tristeza de Playa Ancha'. Entonces yo puse un desafío a mis estudiantes del Doctorado, sobre cómo podríamos ayudar al país con este problema", dice.

La escuela era vecina de la universidad. A pocos kilómetros de distancia la realidad era diametralmente distinta y ahí se podía iniciar algo interesante.

Acondicionó una sala que se encontraba en malas condiciones con recursos del programa Iniciativa Científica Milenio, utilizando métodos de energía eficiente. Y en marzo del 2009 partieron los talleres con los alumnos de séptimo básico en la escuela Árabe-Siria. Los estudiantes aprendieron a hacer jabón, cómo funciona un termómetro y sobre los guateros mágicos. Pero más allá de los conocimientos de ciencia, Kate valora que los niños "aprenden a pensar y eso es algo que les sirve en distintos ámbitos de la vida".

Fueron varios años de muchas satisfacciones -por problemas con la dirección del establecimiento debieron cambiar de escuela beneficiaria- y donde a esta gringa le tocó varias veces tener todo en contra.

Pero hay una historia que la llena de orgullo. La de Jesús: "él era parte de un grupo de alumnos muy problemáticos, ladrones y traficantes. Uno de ellos una vez incluso me empujó. Después supe que dos de ellos terminaron en el centro Lihuén de Sename, pero uno se salvó gracias a los talleres. Él estaba castigado, no podía asistir al taller. Entonces le dijo a la profesional que lo estaba evaluando que no quería dejar la escuela, que quería volver al taller de ciencias, con la tía gringa".

"tía, usted es cuica"

Hasta ahí, cada miércoles, llegan los alumnos de séptimo básico de la Escuela Pacífico, quienes han tenido tan buena participación que ahora se ganaron tres proyectos Explora Conicyt.

Entre las "locuras" (como alguna vez una apoderada enojona calificó lo que Kate y su grupo hacían) que están realizando se cuentan un estudio del erizo de tierra -para ver su actividad de día y de noche- , el cultivo de vegetales a través de la acuaponía -donde se utilizan los desechos de peces como abono a las plantas- y un experimento con el pez cebra donde estudian el desarrollo de los especímenes dependiendo si comen pellet comercial o el que ellos mismos preparan con desechos que consiguen en un restorán del barrio.

"Un día un niño notó que la pecera de los que se alimentan con comida casera estaba más sucia, pensaron que tal vez estaban enfermos del estómago. Ahí un niño me dijo 'a lo mejor la comida nuestra se echa a perder más rápido, a pesar de que esté refrigerada' Yo lo encontré de lo más sensato, entonces ahora la fabricamos cada dos semanas".

motivación

Cuando estuvieron en la escuela Árabe-Siria los profesores del establecimiento aplicaron una prueba Simce antes y después de que había pasado un tiempo de los talleres. Los cambios no fueron evidentes, algunos alumnos habían mejorado bastante, pero otros incluso empeoraron.

"Yo creo que es más un factor motivacional. La parte académica es importante, los profesores deben ser buenos para transmitir la información, pero yo creo que los estudiantes necesitan tener las ganas para concentrarse y aprender. Ese es un desafío grande", comenta Kathleen Whitlock.

De la experiencias que ha tenido con los alumnos de las escuelas Árabe-Siria y Pacífico, esta científica gringa ha aprendido bastante: que la calidad de los directivos docentes es fundamental y que el buen trato entre los profesores influye directamente en el resultado académico. "Cuando tratan bien a los estudiantes todo cambia radicalmente", asegura.

Y Kate tiene hartas ganas de seguir cambiando el mundo. Siempre desde Playa Ancha. J