El Alegría: "No soy el líder, soy un hincha más"
Diez minutos separan la casa de Mariano Pérez del Elías Figueroa Brander. Al coloso empezó a ir de niño y como tantos otros pequeños de Valparaíso, al principio llegaba de la mano de su abuelo. Y cuando tuvo la edad suficiente, lo empezó a hacer solo, total, en el estadio siempre se ha sentido como en casa; siempre hay con quien reír, gritar y sufrir.
Ya en los 2000, Mariano Pérez empezó a perder su nombre. De pronto pasó a ser el "qué alegría" al "Alegría", el hincha que cantaba a todo pulmón en la barra de Los Panzers. Y el 2008 inició el camino que lo convertiría en ícono, gracias al particular grito que creó y que hoy es su sello. Por eso lo saludan en todas partes, por eso, ahora que Wanderers pelea el campeonato, es todo un referente en Valparaíso.
Y a pesar de su fama, el Alegría transita por la vida con simpleza, pensando en el próximo partido del Decano, en terminar este año con..."alegría".
volver a reír
Mariano está entusiasmado con la actual campaña de Wanderers. Y rápidamente aclara que el equipo que dirige Emiliano Astorga está peleando su sexta estrella, y no la cuarta como todo el mundo cree. "Ésta sería la sexta estrella, porque hay dos que nos pertenecen y no han sido reconocidas, pero públicamente es la cuarta. Ojalá tengamos posibilidades de salir campeones, por la gente más que nada".
Alegría reflexiona: "Empezamos el año mal, con el tremendo incendio en Valparaíso. Todavía hay gente que lo está pasando mal. Cuando fuimos a ayudar a los cerros vimos mucha tristeza. Personas que demoraron toda una vida en construir sus casas, en un abrir y cerrar de ojos perdieron todo. Pero el fútbol te permite volver a reír, te da felicidad".
-La familia y el hecho de ser porteño, vivir cerca del estadio (es oriundo de la plaza Bilbao en Playa Ancha), además los amigos. Es inevitable ser de Wanderers. Ser de Valparaíso y no ser hincha de Wanderers es como nacer en Chile y hablar como argentino, es como contradictorio.
-Mi tata fue quien me llevó por primera vez al estadio. Él es mi principal referente. Pero yo creo que al Wanderers, el porteño lo lleva en su ADN. Hay alguien que te lo traspasa y luego tú se lo traspasas a tus hijos, y así. El club tiene más de 120 años, hay quizás cuántas generaciones de wanderinos y esta transfusión de sangre va a seguir mientras dure el equipo.
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El amor por la verde partió a fines de los setenta, cuando Wanderers bajó a segunda, el año '78.
Así lo recuerda: "El club no estaba como ahora, tenía hartas carencias. Económicamente no era tan solvente como lo es ahora. Lo que sí nunca ha cambiado es el amor que la gente le tiene a Wanderers. En esa época el estadio estaba siempre lleno, independiente del contrincante, o si el equipo estuviera puntero o colista. El estadio se empezaba a llenar como tres horas antes. Ir al estadio era como una fiesta, uno anhelaba que llegara el fin de semana. Me acuerdo de la rifa de la pelota y del muñeco que tiraban por todo el estadio. Era un panorama en familia y eso hasta ahora se mantiene".
-La que más me marcó, como a muchos otros, es la campaña del 2001. Igual han habido otros momentos, como el ascenso del '95, pero para mí siempre va a ser el campeonato del 2001, por la forma en que se ganaron algunos partidos, porque se viajaba a todos lados. Se dio el mismo ambiente que se vive ahora en Valparaíso. Un ambiente de fiesta, de efervescencia, al margen de todo lo malo que nos ha tocado vivir en la ciudad.
-Villarroel, por lo que significa para la gente de Wanderers. Es mi amigo, siempre dispuesto a ayudar a nuestra gente, se entregaba tanto en la cancha como afuera. Nos colaboraba con actividades de tipo social, nunca ponía condiciones. Una vez estaba de cumpleaños mi mejor amigo y no hallaba qué regalarle, siempre le daba cosas de Wanderers. Entonces no encontré nada mejor que llevar a su fiesta al capitán del equipo. Mi amigo quedó vuelto loco. Él habiendo logrado campeonatos y cosas tan importantes en su carrera, siempre ha tenido un perfil bajo, humilde. Una persona es grande por eso.
qué alegría qué...
-Cuando nace la barra de Los Panzers el año 1996, había un amigo, Víctor, él me puso así. Siempre que yo llegaba a la barra cantaba la canción "qué alegría, qué alegría, olé, olé, vamos Wanderers todavía" y todos empezaban a moverse. Casi siempre era yo el que la sacaba, y como muchos no sabían mi nombre me decían "qué alegría". Después pasó a ser el Alegría. Hay mucha gente que piensa que es mi apellido. No es un apodo feo, Alegría, qué mejor.
-Para mí Valparaíso es la ciudad más linda de Chile, los porteños amamos tanto la ciudad que cada vez que uno nombra los cerros o partes específicas del Puerto, como el "callejón de los meaos", el Liberty, el Mercado El Cardonal, los troles, los ascensores, todos se emocionan y entienden... son cosas que nos identifican como ciudadano. Acá hay cosas irrepetibles. Al final Valparaíso es Wanderers y Wanderers es Valparaíso. Un amigo me dijo la otra vez que era como un recorrido poético por Valparaíso.
-Fue por el 2008. Antes lo hacía entre medio de la barra, después me fui a la reja para que más gente se sumara. Cuando se podía pedía permiso y entraba a la cancha. Y después con esta ley absurda de Estadio Seguro no pude hacerlo más así que simplemente lo hago en la reja. Cuando me subo la gente sabe altiro que viene el grito. Es bonito, hicieron ringtones y en la calle me saludan con un "atención Valparaíso". Yo nunca busqué esto, ser personaje, ser el que la lleva. Aquí somos todos iguales, no hay un líder, somos todos hinchas de Wanderers.
-Es pura pasión. Hay noches en que me voy para la casa sin voz y al otro día tengo que andar con una libretita escribiendo para que me entiendan. Uno queda con las cuerdas vocales dañadas, pero es parte de la pasión. Tomo agua mineral o una "heladita" en el Roma y se quita todo.
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Hasta ahora, Mariano no tiene un hijo a quien traspasarle su ADN verde, pero sí un sobrino que está en la Sub 17 del Decano. Con orgullo lo cuenta. "Espero que el Sebastián algún día esté en el primer equipo. El otro día fue a Talcahuano, jugó, le fue re bien. Siempre le he dicho que si alguna vez lo llaman al primer equipo y tiene la suerte de hacer un gol, sabe que su tío estará ahí, en Los Panzers, sabe dónde tiene que ir a gritar el gol.
-No, imposible, de ahí no me saca nadie, aunque tenga 80 años. Quizás no podré subirme a la reja, pero como está la tecnología con alguna cosa me podrán subir. Yo no puedo estar en el estadio sentado viendo el partido, tengo que estar saltando. Cuando pierde Wanderers me da tristeza, no tanto por mí, lo he visto en tantas instancias; es más por la gente, por los niños. Yo veo a tanta gente que con esfuerzo va al estadio, chiquillos que van en silla de ruedas, señores que van con muletas. Son personas que van con mucho esfuerzo y mucha esperanza al estadio.
-Osvaldo Soudre fue enorme y yo soy un hincha más. Cuándo él todavía estaba yo sacaba mi grito, pero siempre con el respeto que él se merecía. Fueron más de veinte años que él estuvo haciendo el grito. Tengo recuerdos bien bonitos de él. El 2009 nos premió la presidenta Bachelet. No me considero reemplazante de nadie. Antes estuvieron el Guatón Vergara, el Loco René, don Osvaldo y ahora dicen que vengo yo. Pero no es el tiempo de nadie, ojalá hubiera otros haciendo el grito en Andes o en otros sectores del estadio. Creo que esto partió en los años '50, con un caballero que era sastre, le decían el "cojito Medina" y él gritaba "Adelante Wanderers". Siempre voy a agradecer el cariño de los wanderinos.
-Es muy lindo todo lo que está pasando, es lo que estábamos esperando hace tiempo. Ha pasado tiempo desde el 2001 y en el último tiempo estuvimos luchando por no descender, en liguillas... estuvimos a punto de irnos a tercera incluso. Ahora se agradece a los jugadores por la entrega, a Astorga por devolverle la mística al equipo, de que los partidos se juegan hasta el último, que hay que entregarse en la cancha. Wanderers es como nosotros, sufridos. A los porteños nos afectan los temblores, se nos queman las casas, se rompe una cañería y queda la escoba. Pero siempre nos paramos, seguimos caminando, luchando. Y eso se agradece a los jugadores, que cada partido lo viven de esa manera. Son fieles representantes de cómo somos los wanderinos y ojalá eso sea hasta el último, hasta el último partido con Colo Colo. Ojalá seamos campeones. J