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Ex cura decidió bautizar como María a sus hijas

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Es un día normal de trabajo para las decenas de cabildanos que caminan raudos por el centro de la ciudad, haciendo sus trámites habituales. También es una jornada como cualquier otra para los niños que corretean por la plaza de armas o los jubilados que sagradamente se juntan en alguna de sus bancas para acortar la tarde hablando de sus dichas y desdichas.

De un momento a otro, la animada conversación de algunos de estos vecinos, que han visto y vivido más que muchos de los que leen estas líneas, queda en segundo plano cuando se dan cuenta que - a escasos metros- los lentes de dos cámaras de televisión siguen atentamente a un hombre. Algo que escapa absolutamente a la cotidianeidad de este lugar, más acostumbrado a la tranquilidad que se respira en las ciudades cercanas al campo.

Ese revuelo no podía ser menos, si para aquel sujeto -que hasta agosto usaba sotana- los últimos meses están lejos de ajustarse a lo que consideraríamos común para un ex sacerdote, más aún, en una comuna que se caracteriza por su religiosidad. El hombre de tez morena, que ahora camina junto a una periodista de un canal de televisión santiaguino que prepara un reportaje sobre él, es Ignacio Miranda Morales, el ex párroco de Cabildo que en agosto pasado se hizo conocido por declarar que sería padre de gemelos, mientras aún ejercía el sacerdocio.

Tres meses han pasado, y la vida del ex religioso que tuvo a todo Chile hablando de él e, incluso, debatiendo sobre la conveniencia de mantener el celibato dentro de la Iglesia tuvo un giro total. Independiente si para algunos fue correcta o no su decisión, salvo una que otra entrevista, su vida transcurre tan normal como la de muchos cabildanos. Asegura que, desde el momento en que anunció por una radio local su opción de dejar el Ministerio Sacerdotal, está tranquilo; aunque reconoce que los primeros días fueron difíciles, al punto de evitar mostrarse. "Yo lo primero que hice fue no salir a la luz pública. Recién, después de tres meses, vine a dar una entrevista", comenta.

Además, cuenta que no tiene problemas en hablar, pero del presente y el futuro. Prefiere no referirse a lo ocurrido antes de que decidiera apartarse de sus labores como párroco, porque - asegura- "vivir del pasado no es bueno, ni para mí, ni para mi pareja, ni para la relación". Aunque, reconoce, que guarda los mejores recuerdos de sus años de sacerdocio: "yo le doy gracias a la Iglesia porque me formó, tanto humana como espiritualmente, y me dio el espacio de poder interactuar y conocer personas que después influyeron en mi vida".

Hoy, lejos de las labores que desempeñó durante años, sus mayores preocupaciones son pasar la mayor cantidad de tiempo posible con Verónica, la mujer por la que cambió completamente su vida, y el trabajo que realiza en la oficina de apoyo a la comunidad que el concejal y amigo de Miranda, Víctor Donoso tiene a unos metros de la plaza de armas de la ciudad. Aquí, es parte de un equipo que trabaja junto a las organizaciones sociales de la comuna. De esta manera, busca -además de explotar esa conciencia social que adquirió durante sus años de sacerdote- ganarse la vida como cualquier hombre que será padre. En unos meses más, las preocupaciones terrenales sobre cuántos pañales necesitarán sus retoños, la medida para preparar la papa y cómo mudarlos, serán pan de cada día.

las marías de ignacio

Por estos días, la vida familiar de Miranda transcurre entre las visitas a sus padres en la comuna de San Esteban y el día a día en el hogar que comparte con su pareja Verónica, en Cabildo. Aquella mujer a quien conoció hace diez años mientras asistía a las misas que él celebraba, pero de la que -se apura en aclarar- se enamoró mucho tiempo después. Ahora, intenta pasar junto a ella la mayor parte de su tiempo.

De hecho, cuando no está en el trabajo, el lugar donde se le puede encontrar es en la casa que comparten, a la espera de los dos meses que restan para que María Ignacia y María Jesús lleguen a completarlos como familia. Nombres que reflejan el profundo lazo sentimental que aún siente por la Iglesia, aunque nunca se ha arrepentido del camino que tomó. "(Se llamarán) María por la Virgen María, Ignacia por el papá y, bueno, Jesús por Jesús", cuenta.

Sabe que en enero próximo, cuando nazcan sus hijas y la opinión pública se entere, podrían volver aquellos días en que su nombre estaba en boca de todos. Por eso, manifiesta que su intención es refugiarse en su familia y continuar con el ritmo de vida que ha llevado estos últimos tres meses, tiempo que cataloga como "muy bonitos y de mucha tranquilidad, aunque como todo embarazo, con ciertos temores y nerviosismo". También, adelanta que sus retoños nacerán en Los Andes, pero que aún no deciden dónde las bautizarán; si en Cabildo o en la tierra que él nació, San Esteban.

ojo en las municipales

Desde que llegó a la comuna, el ex sacerdote asegura que ha podido conocer al pueblo cabildano, de quienes destaca tres virtudes: el respeto, el cariño y la solidaridad. Siendo la primera cualidad, la que más se hizo notar en los tiempos difíciles que vivió en agosto pasado, cuando la mayoría de los habitantes del lugar, le entregó palabras de apoyo. Algo que lo tiene muy conforme, aunque asegura que no es su intención "ser moneda de oro, para caerle bien a todos".

Ese mismo cariño que los cabildanos le han demostrado, intentará refrendarlo en una posible candidatura a concejal para las próximas elecciones municipales. Pero antes, está consciente de que el camino no será sencillo. Si bien, ya planteó su intención de ser candidato por la DC, ahora le queda esperar la decisión que tomará el partido, donde se jugará su opción en igualdad de condiciones, como cualquier otro precandidato. "Es una intención, pero falta mucho todavía. Parece que somos nueve o diez candidatos, de los cuales hay que ver cuántos cupos van a dar a Cabildo y después viene un proceso interno del partido o del conglomerado. Si salgo bien, y si no, bien también, y seguiré trabajando", señala.

Como cualquier mortal, el ex cura de Cabildo forja cada día su destino, a la espera de sus pequeñas acompañantes, que se sumarán a este nuevo camino, el de ser padre. Ahora, no de una parroquia, sino que de dos bebés. Y como todo jefe de hogar, hace su vida normal: trabaja, va al supermercado, paga las cuentas, compra el pan para la once familiar. De vez en cuando, alguien por ahí aún lo llama Padre, pero "es la costumbre", dice. Él devuelve el gesto con una sonrisa. En definitiva, es la actual vida común de un ex sacerdote fuera de lo común. J