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El sorprendente Museo de Historia Natural

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Diez años demoró la transformación del Museo de Historia Natural de Valparaíso. El proyecto partió por el 2004 y en el camino se tropezó con un terremoto que dejó inhabitable el palacio Lyon que hoy lo cobija.

Pero el 28 de noviembre debutó su nueva imagen, diametralmente opuesta a la que tenía a fines de los años '80 cuando a la mayoría de los estudiantes porteños poco les interesaba ir ahí. Hoy es un espacio luminoso, lleno de detalles, interactivo, que dan ganas de conocer.

Hoy la exposición permanente cuenta con más de 700 objetos entre colecciones húmedas, especies en taxidermia, fósiles, plastinados y réplicas.

Su directora, Loredana Rosso, guió a La Estrella por cada uno de los renovados rincones de este Museo. Esto es lo que pudimos ver.

debajo del mar

El recorrido parte en una sala didáctica hasta donde llegan los colegios. En la primera sala se ve un diaporama permanente que cuenta cuál será el viaje. "En todo el proyecto se trató que la tecnología fuera una herramienta para hacer más didáctico y entendible lo que va ver la persona", comenta la directora.

De pronto el camino lleva hacia el fondo del mar y el visitante se introduce en un batiscafo que simula estar a 5 mil metros bajo el mar. Ahí el color es de un azul oscuro y se pueden ver especies biológicas, colecciones húmedas -que están dentro de frascos-, reproducciones y especies plastinadas (técnica distinta a la taxidermia que conserva los especímenes).

En el itinerario el espectador se encontrará con pantallas con videos (algunos comprados especialmente a la BBC) y con elementos interactivos, como pequeñas ventanillas que al mover entregan información y hasta una placa que al tocar se siente heladísima y da cuenta de la temperatura de la profundidad del océano.

Luego viene la sala migraciones donde hay una tortuga de mar y el esqueleto de un cachalote. También una jibia. "Queremos que se entienda cómo es la especie y la relación que tiene con las otras. Lo más importante es la biodiversidad", explica Loredana Rosso.

Al avanzar el espacio se hace más luminoso porque el visitante va de a poco subiendo a la superficie. Llegan a la sala "fótica" donde se puede apreciar el plancton y hasta un buzo porque se trata de una zona donde el hombre ya puede nadar.

También están los típicos peces que hay en nuestras costas dispuestos tal como se mueven en el agua. "En cada detalle trabajaron más de cien investigadores, nacionales y extrajeros, que definieron la forma correcta de poner los peces, cuáles pueden ir juntos en una vitrina. No daba lo mismo si nadaba para abajo o hacia el lado", advierte Rosso.

Hay un rincón especial donde se pueden tocar las texturas de los animales y hasta sus dientes. La primera etapa de este viaje termina en la superficie donde se pueden ver las aves más comunes de la orilla del mar. En la pared hay dibujado un albatros y las personas pueden comparar su tamaño con el del pájaro.

"Acá tenemos una parte muy importante que es el reciclaje y cómo tenemos que cuidar la naturaleza. Es un panel que está lleno con basura que el equipo del museo fue especialmente a buscar a las playas. Lo más encontrado fueron suelas de zapatos. Es bastante impactante porque habla de cómo los niños tienen que cuidar la naturaleza", manifestó Rosso.

Tras pasar por la sala "costa", con aves y pinturas, se llega a un sector dedicado a las islas de Pascua y Juan Fernández. Ahí se explica cómo se formaron esos territorios, de qué están hechas y muestra la flora y fauna que ahí se da. Incluso, apretando un botón, se puede conocer el sonido que hacen los pájaros más típicos.

"Acá hay varios herbarios. El museo tiene una colección muy reconocida, con plantas que ya no existen y para nosotros es importante incluirlas en la muestra", señala Loredana Rosso.

El viaje continúa a bordo de una corbeta donde se destacan los naturalistas que investigaron en estas islas. Hay cajones con objetos que encontró el viajero en Isla de Pascua, como unos moai en miniatura o plantas autóctonas, que ya no existen.

el valle y la montaña

En el recorrido tienen gran importancia las pantallas, el sonido y la iluminación, efectos que van generando los ambientes y que trasladan a los asistentes hasta el lugar recreado. "Eso permite que se entienda el viaje y que la persona lo pueda hacer sola, sin una guía".

El recorrido continúa en el segundo piso donde hay un sitio especial dedicado a las aves de la región y en él llama la atención una vitrina escondida, con apenas un poco de luz, donde se pueden ver pájaros nocturnos como los búhos.

La siguiente parada es muy especial. A pesar de su sencillez, y que tiene muy pocos elementos, llama la atención del visitante. Se trata de una sala que simula ser una semilla. Las personas se introducen al "origen de la vida" e incluso pueden oír los latidos de un corazón. Al centro hay granos de distintos tipos -como todas las clases de porotos chilenos que hay- y hacia arriba germina un árbol.

Se continúa el itinerario por el valle del Aconcagua y la invitación es a avanzar río abajo. "Acá hay fósiles y todos los animales que se encuentran ahí como un gran cóndor que te da la bienvenida. También hay un herbario y varias colecciones húmedas, como las ranas", destacó nuestra guía.

La directora del Museo comenta que fue todo un desafío ordenar la muestra para que sea atractiva. Y lo más difícil hoy es la mantención de cada uno de los ambientes. "Es bastante complejo, pero quisimos asumir ese desafío. La mantención es complicada, tenemos gente especializada para hacerla, pero queríamos un reto que fuera difícil. Este es un museo que está entre los más destacados de Latinoamérica".

La visita finaliza en el Parque La Campana, donde se cuenta un poco de su historia y entrega datos poco conocidos, como que la palma chilena en realidad no es un árbol sino que una hierba gigantesca. Se simula el hábitat del popular cerro, con reproducciones de árboles que hasta tienen en su ramas los pájaros que se suelen encontrar ahí.

En dicha habitación hay una colección de bichos, distintos tipos de coleópteros dispuestos de manera atractiva, incluso con una lupa para ver los detalles de cada uno. Y en unos dispensadores hay hojas reales de los distintos árboles, como el boldo, que se pueden oler.

Para los más curiosos y arriesgados, está el desafío de introducir las manos en pequeños túneles para palpar los animales. Ojo, que en uno de ellos hay una araña pollito.

Loredana Rosso señala: "Son maneras entretenidas en que el niño aprenda y se dé cuenta cómo es la naturaleza. La opinión del público hasta ahora ha sido muy favorable". El Museo de Historia Natural de Valparaíso se puede visitar de martes a sábado de 10 a 18 horas. Domingos y festivos de 10 a 14 horas. La entrada es liberada. J