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Con lágrimas, fieles despiden al quiltro que iba a la misa

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Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre y al parecer también de Dios. La historia de Boby, un perro quiltro que asistía sin falta a la misa de los domingos desde hace 10 años, da cuenta de ello.

En lo alto del cerro Alegre se ubica la capilla Santa Cruz y en la misa de ayer hubo algo distinto. Después de que el religioso Ricardo Jara diera sus sermones, se tomó unos minutos para recordar a Boby. "Era un perrito que regularmente venía los domingos, ojalá mucha gente copiara su ejemplo", afirmó el párroco. A continuación una de las feligreces pidió permiso para poner una canción en honor al perro, el cura accedió y la señora saca su celular y deja corriendo la canción, "era callejero por derecho propio" decía la letra del tema "Callejero", de Alberto Cortez.

A medida que la canción avanzaba las asistentes a la misa se emocionaban y varias de ellas soltaron un par de lágrimas.

perro santo

Teresa es una de las emocionadas fieles que conoció al Boby, cuenta que el perro llegó hace diez años, cuando era sólo un cachorro. El quiltro fue siempre muy manso y juguetón, los niños del sector se encariñaron mucho con él y lo bautizaron como Boby.

El animal fue siempre callejero, nunca adoptó un hogar como propio. Entre los vecinos del cerro lo alimentaban e incluso le construyeron un refugio para los días de lluvia, sentían gran cariño por él ya que nunca rompió las bolsas de basura ni mordió a alguien. "El perro fue un santo", dice la mujer.

Boby fue creciendo junto con los niños y los seguía a todas partes. Al perro le gustaba la gente y siempre acompañaba a los vecinos a donde fueran. Una vez debido a la alta concurrencia de la capilla los domingos Boby quiso entrar, algunos parroquianos se vieron sorprendidos y se disponían a sacarlo cuando el obispo interrumpe su sermón y les indica que dejen al perro allí, pues es una criatura de Dios y no está molestando a nadie, desde ese día el Boby no falló ningún domingo. Se volvió costumbre la presencia del perro cada domingo. No sólo iba a las misas, también estaba presente en matrimonios, primeras comuniones e incluso funerales. El animal entraba campante por la puerta principal y se echaba al fondo de la capilla, siempre en el mismo lugar, se mantenía tranquilo y silencioso durante la misa y no se levantaba hasta que terminaba. A ninguno de los fieles le molestaba su presencia, el Boby fue aceptado por los fieles e incluso lo dejaban entrar cuando hacían actividades y convivencias, cuando sobraba comida jamás se botaba, todos sabían que era para el Boby.

SU MUERTE

Más de diez años pasaron desde la primera vez que el Boby llegó a la capilla. Ya estaba viejo y lento. Su última misa fue la del domingo 11 de enero, ese mismo día murió.

El Boby tenía la costumbre de perseguir a los autos. Eran pasadas las 22.00 horas y el animal se vio sorprendido por un colectivo de la línea 40 que subía a gran velocidad y lo impactó. El auto pasó por encima del cuerpo del Boby. Tras el atropello, el chofer se dio a la fuga.

Uno de los vecinos que se crió con el Boby fue testigo directo del hecho, al ver al perro arrollado llamó a los vecinos por ayuda. El Boby había sobrevivido pero estaba muy malherido. Los vecinos lo cuidaron toda la noche y al otro día llamaron a una veterinaria para que lo atendiera, la profesional lo examinó y concluyó que el Boby no sobreviviría y estaba sufriendo. Los vecinos tuvieron que tomar la difícil decisión de sacrificarlo para aliviar su dolor, lo enterraron cerca de la capilla y lo recuerdan con gran emoción, pensando en la consigna de que "todos los perritos se van al cielo". J