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De luto la crónica chilena: murió escritor Pedro Lemebel

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Lemebel mantenía una relación de amor y odio con Valparaíso. Siempre decía que, cuando venía a carretear, terminaba tirado en una escalera, totalmente borracho y drogado, con vómitos a sus alrededores y algún feo amante ocasional colgando de su cuello. Quedaba mal, pero era feliz.

Esa fue la dualidad que siempre marcó la vida de este cronista, el más potente de los últimos tiempos en Chile, donde el dolor, la marginación y la injusticia, siempre se mezclaron con el chiste, el copete, la cocaína y el sexo por el sexo.

CON PANCHO CASAS

En el año 1988, viviendo en Viña del Mar, conocí a Pedro Lemebel y Pancho Casas gracias a la revista "Trauko". Ellos salían acostados en una hamaca, semidesnudos, y hablaban sobre sus extremas performances. Pasaron los años y compré la primera edición de "Crónicas de un sidario", de la editorial Lom, donde quedé impactado por la historia de los travestis de Talca que, con bolsas de silicona, una gillete y dos botellas de pisco, se ponían tetas en un sangriento acto.

En 1998 ingresé a un Magister en Literatura Hispanoamericana, en la Católica de Valparaíso. Ahí realicé el trabajo "Literatura homosexual chilena contemporánea: Un acercamiento bajo el prisma de Pedro Lemebel". El profesor me puso la peor nota y pensó que el trabajo era una broma. Me enojé y me retiré del magister.

Mi primer acercamiento físico ocurrió en el Hotel Brighton en Valparaíso, donde Lemebel llegó acompañando a la candidata presidencial Gladys Marín. Nos sentamos en una mesa, le regalé el libro "Neoprén" y sacó una petaca de pisco desde un bolsillo de su chaqueta. La imagen que quedó fue de un Bukowski rosa, un rockero duro, un master del carrete y las letras.

CORAZÓN DE PELO

Una de los encuentros más notables fue en un performance organizado por el colectivo "Barco Ebrio", liderado por Tevo Díaz. En el Teatro Mauri, Pedro Lemebel se sacó un corazón de pelo desde su pecho con cera, mientras una terrorífica música acompañaba el tradicional círculo de pegamento con fuego que lo rodeaba.

Después me encontré en un restorán del cerro Barón. Ahí Lemebel y Jordi Lloret se mandaron un acto relacionado con los indígenas. Asistí con mi primera esposa, que tenía como ocho meses de embarazo. El escritor puso sus manos cariñosamente sobre el estómago de ella y yo le expliqué que el niño se llamaría Nicolás.

"¿Y cómo sabes qué es niño?", me dijo. Es que lo observamos en esas máquinas de los doctores y le vieron la tulita", respondí. "¿Y tú crees que por qué tiene tulita será un hombre?"...

ROBERTO BOLAÑO

Hace exactamente un año me tocó presentar su libro "Poco hombre", en la Feria del Libro de Viña del Mar. En ese acto fue la última vez que lo vi y nos abrazamos apretado, como grandes amigos, como personas que, sin saberlo, ya intuíamos que sería la última vez que podríamos conversar en vivo y directo, mirándonos a los ojos y riéndonos de tanta tontera.

En esa ocasión leí un texto que Roberto Bolaño escribió sobre Pedro Lemebel y que lo define y lo sitúa en el verdadero lugar que le corresponde en la literatura chilena: "Travestido, militante, tercermundista, anarquista, mapuche de adopción, vilipendiado por un establishment que no soporta sus palabras certeras, memorioso hasta las lágrimas, no hay campo de batalla en donde Lemebel, fragilísimo, no haya combatido y perdido. Para mí Lemebel es uno de los mejores escritores de Chile y el mejor poeta de mi generación, aunque no escriba poesía". J