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Mendocino le dio el palo al gato con las medialunas

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"Las medialunas son para el argentino el equivalente al pan para el chileno". Con esta frase, el mendocino Marcelo Rivamar explica el fenómeno instalado en Chile, con el consumo de estas deliciosas masas, convertidas como la excusa perfecta para romper la dieta en el verano.

Desde hace 13 años que este mendocino y su socio se viene cada temporada estival a ofrecer sus medialunas caseras a Reñaca.

Instalado en un pequeño local en plena Av. Borgoño, Rivamar prepara artesanalmente las deliciosas medialunas con una receta que cuida bajo estricto secreto.

A las 7 de la mañana inicia la producción de las primeras y luego a las 16 horas, la segunda horneada.

MÁS CARAS

Y aunque los argentinos las consumen como lo hacen con el mate, lo cierto es que los chilenos nos hemos hecho adictos a estas masitas, peleándoles en cifras de consumo a los trasandinos.

Marcelo Rivamar asegura que a diario vende unas 900 medialunas y que para sorpresa de muchos son los chilenos los que más las consumen.

"La costumbre de comer medialunas en Argentina es infaltable en el café. Son como el pan para ustedes. Pero, aunque no lo creas, el que más las consume es el chileno, por el precio. Allá las medialunas son más baratas y acá no las podemos vender más baratas porque los ingredientes son más caros", explicó Rivamar.

Según reconoce el mendocino, al otro lado de la cordillera es posible encontrar medialunas a 100 pesos, es decir casi la tercera parte del valor que él cobra por cada medialuna en Chile.

"El argentino compra pero le mira el precio. Igual compran. Acá cobramos el triple, la materia prima es más cara", insistió.

Rivamar sólo se queda en la temporada - de diciembre a marzo - y luego retorna a Mendoza para retomar su actividad como panadero. "Yo tengo panadería en Mendoza pero el pan de ustedes es espectacular. La diferencia es terrible. Yo allá no como pan y acá como porque las marraquetas son muy buenas", reconoció Rivamar. J

Amigos de Jorge Farías defienden su estatua

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l Ya han pasado ocho años de la muerte del mítico Jorge Farías, cantor popular que musicalizó la bohemia porteña durante años. Tras su deceso en 2007 se le rindió homenaje con un monolito en su nombre. La figura ha tenido que sobrevivir al paso del tiempo y los daños de algunos vándalos que lo estropean sin razón.

Cuando se le quiso rendir tributo al "ruiseñor de los cerros" en 2008, se tenía pensado instalar un monumento en altura, pero quienes fueron amigos de él, Carlos Fierro, dueño del "Liberty" y Luis Tapia, miembro del "Rincón Wanderino", le solicitaron al alcalde de entonces, Aldo Cornejo, que la estatua fuera ubicada a ras de piso, para que la gente pudiera acercarse, abrazarlo y tomarse fotos, tal como él hubiera querido, ya que era un personaje del pueblo muy cercano a la gente. Desde la municipalidad le indicaron que para lograr eso era necesario que juntaran 700 firmas en cinco días, cuando se cumplió el plazo ya tenían 1700.

Ya cumplido el deseo de tener al popular Jorge Farías sentado en la plaza Echaurren hubo que preocuparse por su seguridad; su amigos en vida, los vecinos y los dueños de taxis que trabajan en la zona se preocupan de cuidarlo y defenderlo de aquellos que le hacen daño, los constantes daños en sus pies motivaron a sus amigos a construirle una base para protegerlos. Cada 27 de Abril se cumple su natalicio y lo repintan, pero hay daños que no se pueden recuperar; le falta una mano y la nariz, además de tener múltiples hoyos. Aunque esta gastado y a mal traer, sigue sentado donde siempre, donde pertenece, donde vivirá. J