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Y ahora... ¿quién bailará español y cantará "El Beso" en El Cinzano?

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Diez personas, en el cementerio de Playa Ancha, despiden los restos del cantante Pepe Valencia. Ese es el pago de Valparaíso a sus artistas, a los hombres que dieron su vida para entretener al público y hacerlos más felices.

Tengo rabia.

Supe de la muerte de esta gran artista por mi novia, quien se encontró con un tanguero y le relató el solitario y triste funeral del pequeño cantante que por años animó las noches del Cinzano, con su traje español y sus potentes versiones de los clásicos españoles. Una tristeza, una gran y profunda tristeza.

El Cinzano es uno de los bares más emblemáticos y poderosos de Valparaíso. No hay guía turística que no lo señalé como el centro de la distorsión bohemia. Esta fama sólo ha sido cimentada por los artistas que noche tras noche pisan su escenario y cantan tango, boleros, cuecas y canciones románticas que hacen bailar las neuronas de los amantes de la noche y el trago.

Han sido los artistas lo que han consolidado el nombre del bar Cinzano, además de la eficiente y amistosa atención de sus garzones (y de Rodolfo, uno de los mejores barman de Valparaíso, y quien compite codo a codo con Juanito, del Bar Ingles). Nada más y nada menos.

Por eso es triste que estos artistas terminen de esta forma. Solos, abandonados, como si hubieran sido utilizados, estrujados, hasta sacarles la última canción y luego desechados, a una tumba de tierra, que seguramente albergará los huesos por unos años y terminarán en la fosa común del olvido.

Tengo rabia.

El mayor recuerdo que tengo de Pepe Valencia (a quien verdaderamente le gustaban que le llamaran Pepe de Valencia) fue cuando llevé a mi madre y mi tía Armenia ( de Venezuela) al bar. Ahí conversaron con Carmen Corena, se rieron con los mozos y lo pasaron muy bien. En un momento de la noche observé a mi mamá con sus ojos llenos de agua. Estaba actuando Pepe Valencia y cantaba a todo pulmón "La bien pagá". Mi progenitora recordaba sus años de juventud, cuando bailaba flamenco en el Teatro Municipal de Viña. Adoró a este pelado, chico y choro, que con su fuerza hacía cantar al bar entero.

Con este recuerdo afloran las visiones de Carmen Corena, mi madre bohemia, quien también corrió la misma suerte del cantante español y murió sola, aquejada de males del corazón y llena de rabia e impotencia.

Creo que en el Cementerio de Playa Ancha debería existir un gran mausoleo para estos hombres, que han dedicado su vida a los otros, a sacarlos de sus problemas para llevarlos a un mundo de risas y gratos recuerdos. En vez de tanto monumento a militares, marinos y presidentes, deberían estar ellos, grandes, gigantescos, poderosos.

¿Qué cresta pasa en Valparaíso?

Pepe Valencia fue un patrimonio viviente de la ciudad y murió en la más profunda soledad y anonimato.

Tengo rabia y no se cómo me la puedo sacar de encima.

Sólo me queda emborracharme.