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Radiografía al mundo gitano de Villa Alemana

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No es raro ir a Villa Alemana, dar una corta vuelta por el centro de la comuna y toparse con al menos una gitana. Algunas piden plata, otras ofrecen leer la suerte y otras simplemente andan de compras tratando de ser una más dentro de la sociedad.

Pero lo cierto es que la cosa no ha sido fácil. Ya son décadas que grupos de paisanos han hecho de esta comuna su lugar para vivir y, aunque no pierden su espíritu nómade y recorren Chile, siempre a lo largo del año vuelven a instalarse en sus casas o carpas a algún campamento de la ciudad.

Hay indigentes que apenas tienen una tiendita y viven rodeados de basura; hay otros de clase media y otros que son de una situación económica más acomodada. Más cercano o lejano, casi todos están emparentados y, aunque a algunos ya los conocen, otros siguen sufriendo y hacen lo imposible para no ser apuntados con el dedo.

la familia de brenda

Brenda Nicolich vive en un campamento ubicado en la parada 11 de Villa Alemana. Arriendan un terreno sin agua, luz, ni alcantarillado donde hay cuatro carpas instaladas correspondientes a tres matrimonios. En una de las carpas habita el enfermo papá de Brenda y, aunque al principio no es fácil entablar una conversación con ella porque se comporta como una mujer fuerte, hosca, ruda y amenazante, con el paso de los minutos suaviza su postura y se transforma en una dulce mujer que lucha por darle lo mejor a su familia y sus pequeños hijos.

Ella es parte del campamento que hace dos semanas estuvo en el ojo del huracán cuando el gobernador de Marga Marga, Gianni Rivera, junto a personal de la seremi de Salud se dejaron caer constatando un serio problema de salubridad.

Sin embargo, ella está tranquila, sabe que aparte de ese problema puntual, no son rechazados por sus vecinos porque no son escandalosos, no molestan y hasta cuidan, ya que el terreno que hoy ocupan, antes era usado por delincuentes y drogadictos.

"NO SOMOS MALOS"

"Nosotros no queremos tener problemas con nadie, no robamos, no matamos, no tiramos bombas y no vamos a salir a asaltar. Ustedes a quienes tienen que pedirles cuenta es la gente que sale a robar, traficar, matar, violan a sus hijos, se matan entre sí, cosas que nosotros no hacemos ¿O usted alguna vez nos ha visto en las noticias haciendo eso?", dice la paisana.

Para Brenda y su familia la situación no ha sido fácil y deben lidiar a diario con la discriminación, tanto que, según reconoce, ha debido disfrazarse para poder salir a comprar con sus hijos.

Ella reconoce que los gitanos viven en una burbuja, "como los pajaritos", sin meterse con nadie ni buscar problemas. Sabe que hay un grupo que es vulnerable y ellos son los que piden y que generan la molestia de los vecinos de la comuna.

"Nosotros tenemos propiedades aquí en Villa Alemana que arrendemos, vivimos así, en carpa, porque nos gusta. A nosotros no nos gusta como viven ustedes porque viven pendientes de que les van a entrar a robar, en cambio a un campamento no se meten los ladrones, los chilenos les tienen miedo a los gitamos", reconoce la mujer.

discriminación

No tener educación y vivir en carpas son razones suficientes para que la gente no los quiera.

"A los gitanos se nos discrimina por ser gitanos. Yo voy vestida así a una tienda al mall y me van a seguir los guardias aunque lleve miles de dólares y si soy la misma gitana y voy con pantalón, ni me miran. Yo lo he hecho varias veces, salgo con mis hijos, me pongo 'bluyines' y salgo a comprar para estar tranquila, para que las cámaras no me sigan o para que no lleguen los guardias cada vez que mis hijos van a tomar algo. Eso para mi es una vergüenza", relató.

Nino Estevanovich viene de una familia acomodada, él y los suyos llegaron hace 25 años a Villa Alemana. Primero a un terreno en el paradero 11 y 1/2 que después dio paso a una casa de dos pisos.

Al principio reconoce que no fue fácil, pero con el paso de los años, han pasado a ser unos más en Villa Alemana.

Pese a que hace más de dos décadas que la comuna los acogió, ellos no pierden su espiritu nómade. Viajan cinco meses al año en carpa a distintas partes del país donde siguen trabajando y se devuelven. Son una especie de "vacaciones".

"Entre ustedes, los chilenos, hay muchos prejuicios, pero hay principios, es cosa de cultura y tratar de conocer a la gente, separar a las personas por cómo son, no es bueno generalizar. Gitanos hay de todo, igual que los chilenos, hay gitanos limpios, sucios, ladrones o no, igual que ustedes, pero no es bueno catalogarlos a todos por igual. Entre los chilenos hay violadores, no puedo decir que todos son así, como sí lo hacen con los gitanos. Ustedes estigmatizan. Nosotros cuando llegamos aquí nos hacían la guerra", recuerda Nino.

A su llegada adquirieron el terreno y para empezar, instalaron una carpa, pero los vecinos llamaban a las autoridades acusándolos de "toma". Cada vez que llegaba carabineros tenían que hacerlos pasar, mostrar la escritura para demostrar la compra, mostrar que había baño y que habían planos para una construcción.

"Le buscaban hasta la quinta pata al gato, decían que no teníamos baño, siendo que teníamos; decían que no iban a permitir la construcción de una mediagua porque como nosotros éramos gitanos íbamos a construir una mediagua. Cuando empezamos a construir la casa, se volvieron locos y empezó la envidia, se cuestionaban que ellos estudiaban, nosotros no y nosotros teníamos plata. Ahora vivimos bien, la gente nos conociendo y vieron que somos gente que no nos metemos en problemas, no nos gustan las peleas, no armamos escándalos, tratamos de vivir tranquilos", sostuvo.

Nino dice que la nueva generación es menos discriminadora con los niños gitanos porque hay más integración y más libertad, hay otra mentalidad, pero sabe que el espíritu nómade de los gitanos hace que sea difícil que ellos se puedan integrar a un colegio.

Nino dice que la mala fama a ellos se la hacen los gitanos que andan en la calle molestando, que toman, pelean y viven mal, "si fueran vecinos mios también me molestaría porque una cosa es ser pobre, pero otra cosa es ser mal educado", asegura.

gobernador

Respecto de cuál es la situación de la comunidad de gitanos en Marga Marga, el gobernador provincial, Gianni Rivera, indicó que no es fácil lograr una cifra exacta respecto de cuántos son. Lo anterior debido a que se trata de poblaciones itinerantes, compuestas por chilenos con orígenes gitanos.

"Los gitanos que viven a la provincia ya son chilenos, de hecho tienen carnet de identidad y se atienden en los consultorios y hospitales como chilenos, lo que nos alegra que así sea. Hay unos pocos que son argentinos, pero son los menos", indicó.

Acotó que "los que uno ve y andan itinerante, que vienen de otros países, entran como turistas al país y salen dentro de los plazos legales, por tanto, no vienen a la Gobernación".

En cuanto a la condición socioeconómica, el gobernador explicó que "tenemos gitanos de todas las condiciones socioeconómicas, que incluso tienen sus carpas instaladas al interior de sus domicilios y se dedican a la compra y venta de vehículos, o a la manufactura de artesanías de cobre, desde pailas hasta aros y pulseras".

Sin embargo, acotó, "entre los que están en situación de mayor vulnerabilidad social y que en definitiva son quienes más nos preocupan, como estrategia de sobrevivencia piden dinero en la calle ofreciendo, por ejemplo, ver la suerte y, para efectos de sus carpas, piden agua a vecinos".

AYUDA SOCIAL

Rivera recordó que previo a las lluvias del invierno del año pasado, se realizó un operativo nocturno con personas en situación de calle en el sector de Sargento Aldea de Villa Alemana, como parte del Programa Calle del Ministerio de Desarrollo Social, el cual contó con el apoyo de la Gobernación Provincial, de la Fundación Amalegría, Carabineros y Cruz Roja.

En esa oportunidad se le hizo entrega de frazadas, colchones, carpas, nylon y alimentos a una comunidad de gitanos que vivía en el sector.

"Sabemos que es insuficiente lo que estamos entregando para el nivel de necesidades que tienen quienes viven en las calles, sin embargo, no podemos permanecer pasivos, calientitos en nuestras casas u oficinas, viendo esta situación. Aunque no compartimos que permanezcan en las calles, debemos respetar su decisión, pero ello no nos impide que podamos salir a ayudarlos", explicó Rivera en esa ocasión. J