Joven chamán porteño murió tras sufrir absurdo accidente
En un mundo marcado por la competitividad y el afán de ganar dinero, hay personas que no aspiran a conseguir una posición socioeconómica, sino que anhelan vivir de lo que entrega la naturaleza, ayudando a los demás.
Ese era Arturo Esteban Gaymer Figueroa, de 19 años, que el lunes fue cremado en el cementerio Parque del Mar de Concón. El joven era hijo de Arturo Gaymer, dueño del conocido kiosco "Chelita" ubicado en calle Antonio Varas, frente al molo de abrigo. En víspera del fin de semana largo el muchacho ayudaba a su padre en el negocio, pero en su ausencia a escondidas sacó las llaves de una moto y fue a dar una vuelta a El Membrillo. Iba con casco, pero a su regreso se lo sacó...quería sentir el viento en su cara. Frente a Asmar sucedió lo impensado. Arturo, sin mucha experiencia en el manejo, se vio apremiado por un par de micros y atravesó hacia la pista contraria, cayendo y azotando su cabeza contra la solera. Ingresó politraumatizado al Van Buren y al día siguiente murió por una insuficiencia respiratoria.
Su padre Arturo es aficionado a las motos, pasión que no transmitió a sus hijos. "Sé que el casco lo hubiera protegido, pero era su momento. Eso nos tiene más tranquilos. Hay tristeza pero él se fue gozando de su libertad", cuenta. Sorprende la entereza con que junto a su esposa Viviana asumieron la inesperada partida. La apatía que su hijo sintió desde pequeño por las aulas, la cambió por un altruismo a toda prueba. Era un talentoso músico, que tocaba flauta, quena, guitarra, timbales, batería, entre otros instrumentos. Participaba en aldeas y proyectos comunitarios. Como voluntario levantó casas en el cerro La Cruz tras el mega incendio de 2014. "Le decía mi 'Kung Fu' porque gustaba recorrer el mundo", acota su madre.
sanador
Iba a comunidades de ayuda espiritual. Mochileando viajó al sur a compartir con mapuches, y recién llegó del extranjero, de un periplo con su polola española y un hermano por pueblos indígenas de Perú y Bolivia. Su objetivo era irse pronto a India.
"Realizaba sanaciones con oraciones en rituales, muchos decían que era un maestro. No tenía porque volver a Chile y lo hizo porque presentía que algo iba a pasar. No quería privarse de hacer nada por temor", dice Arturo padre. Viviana agradeció el apoyo recibido en este trance. Resalta la humanidad de su hijo, antisistémico pacifista, que le pedía a su familia se fueran a vivir al sur de lo que diera la tierra, sueño que no cumplió. Sus cenizas serán repartidas en ceremonias con amigos y parientes en Laguna Verde y Olmué, donde gustaba ir a meditar. J