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Internos compusieron sus propios temas de hip hop

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Corría el año 1999 y Roberto Herrera era condenado a cinco años de prisión, pena que cumplió en el Complejo Penitenciario de Valparaíso. Pocos meses más tarde este ex interno comienza a gestar un sueño que hoy, después de más de una década y media, logra hacer realidad con el Primer Encuentro de Hip Hop Interpenitenciario.

En esos 16 años, Roberto abandonó la unidad de Gendarmería y se ganó un nombre en el mundo del hip hop. Es así como hoy es conocido como Arte Elegante y recorre el país y el extranjero con su música. Pese al éxito, Roberto no se ha olvidado de su pasado, muy por el contrario, decidió ayudar a quienes alguna vez fueron sus compañeros de celda visitando las cárceles del país y realizando talleres donde combina el evangelio y el rap.

Estos talleres lo llevaron de regreso al Complejo porteño, pero esta vez como profesor. Desde el mes de enero Arte Elegante comparte con 25 reclusos a quienes les dio la oportunidad de sentirse libres por medio de las rimas, rimas impregnadas de penas, amores y esperanzas. Esta iniciativa vio su fruto el pasado lunes cuando se llevó a cabo el Primer Encuentro de Hip Hop Interpenitenciario.

El gimnasio del Centro de Cumplimiento Penitenciario fue testigo de la solidaridad de los representantes de este género musical, quienes llegaron desde diversas partes del país.

Emocionado y satisfecho por este gran logro, Roberto confiesa que: "Agradezco a Dios esto que está pasando porque está lleno de energía bonita y puedo ver a mis compañeros con sus familias. Con lucha y con gana se puede y yo estoy demostrando hoy día que se puede".

temas

Uno de los 25 reclusos que participaron en el taller y que presentaron sus temas frente a sus familiares y amigos fue Giuliano Dodero, quien lleva cuatro años tras las rejas.

"El taller ha sido súper motivador y nos hace esperanzarnos de que podemos ser algo más y que con la música podemos representar a nuestras familias y al resto de los internos. Fue maravillosa la actitud que tuvo Roberto de venir acá con un terapeuta anti drogas y un pastor evangélico".

Entre los hiphoperos que quisieron ser parte de este primer encuentro estaba Víctor, más conocido como Negro Zambo y que en la actualidad tiene un par de temas propios que suenan fuerte en las radios.

"Es una experiencia súper gratificante el estar acá en Valparaíso. Es una satisfacción enorme porque yo estuve preso un año y sé el dolor que se siente. Estoy muy feliz de estar acá y de que Gendarmería dé el espacio necesario para hacer este tipo de actividades que te liberan dan aire", sostuvo el rapero que alentó a los internos a seguir una carrera musical si eso es lo que realmente quieren.

Con iniciativas de este tipo Gendarmería continúa abriendo nuevos caminos y alternativas para lograr la reinserción social de quienes hoy están privados de libertad pero que anhelan alcanzar una nueva oportunidad. J

El viaje lisérgico

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En 1953, el escritor William Burroughs inició un viaje por Sudamérica en busca del yagé, o ayahuasca, el punto cúlmine en una existencia sobrecargada de drogas y alcohol. Adicto al opio y con una fuerte dependencia del trago, Burroughs, ávido siempre de nuevas y más intensas sensaciones, va dejando registro de este peregrinar lisérgico en una serie de cartas que envía a su amigo Allen Ginsberg, donde describe sus pasos por el continente, sus necesidades e impulsos y su particular visión de los sudamericanos.

Esta correspondencia se convirtió en un libro único e intenso, que tiene el peso de una novela iniciática y que se extiende desde el inicio del viaje, en Panamá, hasta el encuentro y la experimentación de Burroguhs con la ayahuasca, en plena selva amazónica.

Ajeno a las convenciones y a los prejuicios, Burroughs va construyendo en sus cartas un relato duro y descarnado de lo que encuentra a su alrededor: por momentos siente miedo e incomodidad entre los sudamericanos, constantemente aborrece las costumbres de los nativos y se espanta ante la idea de quedarse a vivir en estas latitudes.

Aunque su foco es hallar la droga que lo llevará al próximo nivel, Burroughs amplía el abanico de la narración a diversos tópicos. Uno de ellos es la soledad del viajero, que el escritor vive desde la perspectiva de un homosexual que va en busca de compañía, aunque sea a cambio de unos cuantos dólares. No le importa: Burroguhs no busca el amor, sino el cese momentáneo de la soledad. En sus cartas, comparte con Ginsberg experiencias íntimas y más sentimentales de su pasado, que a la luz de su viaje actual parecen no más que viejos recuerdos.

También hay espacio para hablar de la literatura y del escritor, oportunidad que Burroughs no desaprovecha para despotricar en contra de la literatura española, cuyo lugar, considera, es "en la letrina".

En su viaje, sufre también los efectos y las metáforas de la adicción: "Bogotá es alta, fría, y húmeda; es un frío húmedo que se le mete a uno dentro como el frío enfermizo del opio", dice, manteniendo a raya su dependencia con gotas de tintura paregórica.

En Perú, finalmente Burroughs vive su encuentro con la ayahuasca. La experiencia abre su conciencia. Escribe: "Tomé una taza, un líquido un poco viejo (...) Empecé a ver o a sentir lo que me pareció el Gran Ser, o algún sentido de Eso, que se aproximaba a mi mente con una gran vagina húmeda. Me acosté en ella durante un rato, la única imagen que puedo identificar es la de un gran agujero negro de la Nariz-Dios a través del cual yo atisbaba un misterio, y el agujero negro rodeado por toda la creación, en especial, serpientes de colores, todo real. Su sentido era de tal manera real que me pareció ser de algún modo lo que esa imagen representaba".