Carta abierta a David Pizarro
Tu nombre ha sonado por Valparaíso como el de un fantasma, cuyo recuerdo se niega a alejarse de los suyos, que aún añoran una implícita promesa de reencuentro, y que con el paso del tiempo en vez de diluirse se ha hecho más fuerte.
Sabemos y entendemos de tus aprensiones, resquemores y diferencias con quienes han tomado las riendas de nuestro club. Los entendemos, porque los compartimos, y hemos tenido que -por amor a nuestro club- aprender a vivir con ellos. Pero ellos no son Wanderers, Wanderers somos nosotros, su gente, sus hinchas, los mismos que te vimos en tus comienzos; los mismos que lloramos contigo el descenso del 98 en Osorno; los mismos que te vimos partir con una maleta llena de ilusiones rumbo a Italia; los mismos que nos emocionamos hasta las lágrimas al verte abrazado con el Choro Navia, envuelto en la bandera chilena, tras ganar la medalla de bronce en los Olímpicos de Sidney; los mismos que vimos con frustración cómo tu regreso al país se daba con otros colores justo en el año en que volvimos a alcanzar la gloria luego de más de tres décadas de fracasos, y pensamos que te merecías haber sido parte de esa gesta; los mismos que hemos seguido cada uno de tus pasos en Europa; los mismos que te defendimos a brazo partido contra todo el medio futbolístico nacional cuando renunciaste a la selección, porque no estaban dadas las condiciones para desempeñarte con el profesionalismo que siempre has mostrado; los mismos que nos emocionamos y enorgullecemos cada vez que te das un tiempo para hablar de Wanderers a medios regionales, nacionales e internacionales; y los mismos que creemos que después de 17 años de tu partida de Valparaíso, está dado el escenario perfecto para tu regreso. Es que se nos hace difícil imaginar una mejor forma de volver a torneos internacionales que capitaneados por el mejor embajador que ha tenido esta camiseta en las últimas décadas, y reviviendo esas gambetas y pases mágicos que en la actualidad sólo podemos ver por televisión. Queremos que la fantasía vuelva a Playa Ancha, ahí mismo donde te vimos desde pequeño, sabiendo que serías un gigante. Es hora de que el hijo pródigo vuelva a casa. Te lo mereces, y nos lo merecemos.
Raúl Pérez Salas.