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El hombre que resguarda las tierras de Michimalonco

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En la parcela 11 de Forestal Alto se respira serenidad. Esa que se encuentra lejos de los bocinazos, los centros comerciales y el ruido de la ciudad más turística de Chile. Es precisamente allí, junto a su mujer, sus perros y sus gallinas, que vive el hombre más importante para los descendientes indígenas de esta zona del país: Manuel Currilén, el Lonco Regional.

Para las agrupaciones indígenas del Valle del Aconcagua, Viña del Mar y el resto de las provincias de la región es sinónimo de autoridad. Su voz se escucha fuerte y es respetada en cada celebración o actividad que se realice en las tierras que están bajo su jurisdicción. Pero, este sitial no se lo ganó de la noche a la mañana, pues hace más de treinta años que fue nombrado Lonco: un Lonco llegado directamente de Lonquimay, en la Novena Región.

Michimalonco

El Lonco Manuel Currilén Cheuquel, como es conocido entre las agrupaciones indígenas de la región (no lo llaman por su primer nombre, Segundo), nació hace 58 años en una comunidad Mapuche de Millauquén ( 'Mar de Oro' en mapudungún), comuna de Lonquimay. Un alumbramiento que fue "como era todo antes, que a uno lo recibía la familia y no en un hospital como ahora", comenta.

Su primera infancia fue pura alegría, corriendo libre por la tierra húmeda del sur, siempre en contacto con la naturaleza y ayudando con las labores propias del campo. Desde niño aprendió a corretear ovejas, chivos, cabras, vacas, caballos y chanchos, y también, a sembrar trigo, cebada y avena.

El apacible ritmo de vida que llevaba, cambió diametralmente cuando -movido por el ímpetu de la juventud- decidió viajar al norte para conocer nuevos lugares y personas. Una decisión de la que, tras más de cuarenta años de haber tomado, no se arrepiente; aunque reconoce que "lo que teníamos allá era distinto, sin preocuparse de la hora, era un trabajo de sol a sol, que yo no lo cambiaría por nada".

Ya lejos de su tierra, con sólo 16 años, se instaló en el Valle de Aconcagua, como él mismo lo confiesa "siguiendo los rastros de Michimalonco", el cacique que en el año 1500 era señor de esas tierras. Aunque al partir de su natal comuna de Lonquimay no tenía en mente repetir lo hecho por el histórico líder, al percatarse de las similitudes entre sus destinos, decidió permanecer por más de treinta años en la zona trabajando en el campo. "Cuando llegué del sur, me di cuenta que acá habían rastros de mis antepasados y eso me hizo quedarme también", señala.

Pero, como su instinto aventurero no lo deja a sol ni sombra, hace siete años tomó sus cosas y llegó a Viña del Mar, en la cima de Forestal Alto, donde hoy vive.

Vida en la ciudad

El Lonco Manuel se mueve a sus anchas tanto fuera como dentro de su hogar, hoy Centro de Desarrollo Comunitario Cultural NAG MAPU. Alza la mano para saludar a sus vecinos que le hablan desde lejos, mientras ofrece las típicas tortillas mapuches al rescoldo. Y es que en Forestal, es uno más.

En los años que ha vivido en la ciudad jardín, asegura que nunca ha tenido problemas ni sentido discriminación de parte de los viñamarinos. Al contrario, asegura que sus vecinos siempre lo han tratado bien, observando sus costumbres con respeto e, incluso, interesándose por ellas.

Sin embargo, Currilén no siempre tuvo aquella suerte. Es más, hasta el día de hoy recuerda que siendo un alumno de enseñanza básica, fue reprendido fuertemente por un docente al ser sorprendido hablando en su lengua natal.

Ese distante episodio de discriminación en su propia comuna, dice que lo marcó porque "fue muy severo. El profesor me dijo 'tu no puedes hablar mapudungún acá, sólo castellano, porque para eso vienes a la escuela a aprender´". Una práctica que, afortunadamente, dice no se repite por estos días, porque existe una integración mayor de su lengua ancestral en los establecimientos educacionales.

Esta realidad de integración es la que Currilén espera se concrete algún día en la Araucanía, la tierra que dejó siendo joven y que ahora recuerda con nostalgia. "Ahí hay un conflicto entre el gobierno y los empresarios, ese es el verdadero conflicto. Los empresarios han manipulado los derechos de los pueblos originarios", indica el Lonco.

Tortillas y hierbas

Además de las sabrosas tortillas al rescoldo que todos los días hace con la ayuda de su mujer Norma Nienpi Colipi, y que vende a mil pesos en su propia casa, Currilén se dedica a la medicina mapuche.

Todo aquel que golpee su puerta, puede acceder a sanación con el uso de hierbas que el propio Lonco mezcla de acuerdo a la enfermedad que el paciente padezca. Currilén cuenta que "esto lo aprendí de mi comunidad, de mis abuelos y de mis ancestros. Vivieron toda una vida y nunca llegaron a un hospital". Pero, ¿dónde obtiene sus insumos?. Manuel Currilén viaja cada año a la cordillera y trae hasta su casa las hierbas necesarias para toda la temporada. Con ellas, cura enfermedades simples como el resfrío y complementa la medicina tradicional en el caso de enfermedades más complejas.J