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"El Censo 2012 fue un rotundo fracaso para la labor de CONADI"

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José Curipán, encargado regional del Programa PIDI de CONADI, estima que una nueva consulta arrojaría una población mucho mayor a la reconocida hoy

Los cuestionados resultados del último Censo atentaron considerablemente contra la idea de contar con cifras más detalladas sobre la presencia de pueblos originarios en el país. Finalmente, el 2017 se hará una nueva consulta, donde se podrá tener información más actualizada para generar políticas públicas en favor de los descendientes indígenas.

Actualmente, la CONADI trabaja en base a las cifras con que se cuenta desde el Censo 2002, y que ya están quedando obsoletas, por los trece años que han transcurrido. Este hecho, vino a entorpecer la labor del organismo, ya que -como señala el encargado regional del Programa PIDI de la CONADI- "el Censo del 2012 fue un rotundo fracaso para la creación de políticas públicas basadas en cifras. No ha sido para nada confiable. (...) Es urgente un nuevo Censo, ahora estamos esperando que se haga ".

Un aspecto significativo es que a partir de los resultados que arroje la próxima consulta, será la primera vez que se podrán tener cifras claras acerca de la presencia Diaguita en el país, pues recién en agosto de 2006 se promulgó la ley 20.117 que incorpora a esta etnia entre los pueblos originarios reconocidos por la Ley Indígena. Por ende, tras el fracaso del Censo 2012, y mantener las cifras del 2002, los descendientes Diaguita no están contabilizados oficialmente.

Cifras engañosas

A nivel nacional, el Censo de 2002 cifró en un 4,6% la población indígena, número que contrastó de forma abismante con el 10,3% que arrojó la consulta realizada diez años antes. No obstante, los resultados que se pudieron conocer de forma preliminar del proceso censal 2012, revelaron un sorprendente aumento en la cantidad de personas que declararon pertenecer a un pueblo originario; revirtiendo ese verdadero genocidio estadístico observado el 2002.

En definitiva, hace tres años, esta cifra alcanzó 1.842.607 personas (11,1% de la población). No existe una respuesta concluyente para explicar la enorme diferencia numérica; pero podría deberse por un lado, a un autoreconocimiento de los propios miembros de éstas comunidades, o bien, a una modificación en el planteamiento de las preguntas en el cuestionario aplicado (en la última ocasión se consultaba por pueblos y no por etnias).

Independientemente del motivo, para José Curipán, esa debiese ser la tendencia en el próximo Censo: un crecimiento considerable de la cantidad de personas pertenecientes a pueblos originarios en el país. Para el encargado regional de la CONADI, la nueva consulta "va a dar cuenta que la cifra de población indígena es mucho más alta de lo que se piensa". Asimismo, agrega que los nuevos números, "nos servirán para justificar y avalar de mejor forma la demanda de los pueblos indígenas organizados".

Sin embargo, aunque las cifras con que hoy se trabaja sean engañosas, se ha intentado aminorar los efectos negativos en la labor de la corporación. Algo que se ha conseguido efectivamente, pues como menciona Curipán, "día a día estamos trabajando con los servicios públicos de forma bastante mancomunada". J

Sabia medicina ancestral

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La medicina mapuche se ha instalado en la sociedad chilena como una alternativa válida para curar males cotidianos o como un complemento para ayudar a la medicina tradicional a tratar pacientes con patologías más complejas. Los resfrìos, la depresión e, incluso, la impotencia sexual son enfermedades que pueden ser tratadas con la ayuda de las hierbas y recetas milenarias de los mapuches.

La integración de la medicina ancestral a la vida cotidiana de quienes no pertenecen al pueblo Mapuche se ha alcanzado en gran medida al PESPI (Programa Especial de Salud de Pueblos Indígenas), desarrollado por el Misterio de Salud desde 1996. Posteriormente, éste pasó a ser Programa Nacional, implementándose en 22 Servicios de Salud del país y, desde el 2000, constituyéndose en una unidad técnica específica.

Con el PESPI, se busca fortalecer la capacidad técnica y de gestión de las instituciones responsables de la salud de las comunidades indígenas. Esto, a través del desarrollo y evaluación de planes de salud intercultural, buscando un mayor acceso a los servicios de salud y atención de calidad.