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¿Qué hace un reo cuando sale de la cárcel su primer domingo?

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Tiene 31 años, brazos musculosos, algunas cicatrices en el rostro y un corte de pelo que se asemeja al de un futbolista. Su nombre es Guillermo Velásquez y este domingo fue el último de los cincuenta reclusos que salieron del Complejo Penitenciario de Valparaíso para disfrutar del beneficio de la salida dominical. La noche anterior estaba expectante, pero no tanto cuando a eso de las 06.00 de la mañana recibió a La Estrella para contar y mostrar cómo será su primer día de libertad.

"Estoy ansioso. Quiero puro ver la cara de la Kathy, ella no sabe", dice luego de presentarse como "Willy, el stripper porteño".

- Mi mejor amiga. La única que fielmente me ha venido a visitar desde que caí preso - responde desde su celda ubicada en el módulo 103 del recinto.

En 2012, Guillermo, que también es conocido como "Jayson" o "Chuchuco" por sus coreografías de axé en el ambiente nocturno, se agarró a combos con un vecino que terminó con un TEC cerrado. Por eso lo acusaron de lesiones graves gravísimas y quedó con libertad vigilada. Sin embargo, como también tenía problemas con la pasta base, al tiempo tuvo una fuerte discusión con su ex pareja que lo mandó a la cárcel por desacato. Desde entonces lleva 16 meses recluído. Sale el 2018. - Me intenté portar bien para ganar este beneficio. Los primeros meses que llegué aquí fueron terribles. Estaba muy depresivo y me quería morir - confiesa mientras se toma un mate.

- Ver a la Kathy, a mi abuelita, a mi abuelo que en paz descansa, a mi tía... a mis primos, a todos.

Cuando ya faltan pocos minutos para las 07.00 de la mañana, Guillermo alista su bolso, apaga la salsa que estaba escuchando en una radio portátil y también la televisión que funcionaba sin volumen. Luego estira unas toallas sobre el camarote de cinco colchones y se pone un guante de lana para voltear la ampolleta y apagarla. "No puedo creer que voy a salir a la calle", comenta sorprendido mientras se pone su chaqueta negra.

Su amiga Kathy

El resto de los internos beneficiados ya se han retirado y Willy camina hacia la salida sonriendo. En el trayecto conversa un poco de la vida carcelaria y cómo ha sido compartir una celda tan pequeña con otros reclusos. "A veces pienso que si no hubiera llegado aquí, no habría valorado lo que tengo. La droga me estaba destruyendo y tenía muchos problemas. Igual a uno le duele haberse equivocado, saber que mis tres hijos están en Vallenar, lejos... pero aunque fue duro al principio, he recapacitado", transmite sincero.

Sus pasos son acompañados por los de un gendarme y cuando sale del módulo, sus amigos reos le gritan "buena suerte, compadre, ¡tráenos cigarros y frutas!". Jayson se ríe y los abraza con palmadas en la espalda. "Yo también me quiero fumar un cigarro", les dice.

Cuando quedan apenas unos metros del portón de salida, Guillermo se emociona. Se toma la cara con las manos y suspira. "Gracias, gracias, nos vemos a la noche", se despide de la guardia. Las mujeres que están haciendo la hora para ingresar a las visitas, lo miran con atención y le silban. "Tómate una fotito con nosotras", le sugieren y el stripper les sonríe. "No, no pasa nada, quiero un cigarro", expresa y trata de encontrar uno entre los comerciantes ambulantes. No le va bien y pregunta la hora. "Ya, vamos a ir a ver a la Kathy mejor", declara y se sube a la camioneta de La Estrella.

Todo ha cambiado

En el camino, Jayson mira por las ventanas como si fuera un niño que sale de paseo. "Oh, esto antes no era así, como pasa el tiempo... ohh y eso de allá tampoco. Qué lindo que es Valparaíso.. oh, no puedo creer que salí de la cárcel", son sus impresiones.

El vehículo se detiene en el Quinto Sector de Playa Ancha y Guillermo se baja casi corriendo. Con bolso en mano, grita a la ventana del tercer piso de uno de los blocks. "Kathy, Kathy, soy yo", repite sin alzar tanto la voz. A los minutos, una mujer rubia se asoma desde la ventana con lágrimas en sus ojos. "Ahí me cachó, ella no sabía", afirma el 'Chuchuco' con emoción. La mujer baja rápido por las escaleras y abre las puertas del block. Apenas ve al bailarín se arroja a sus brazos. "¡Mi guagua!", exclama.

Los amigos se quedan abrazados por unos minutos y Kathy pide disculpas por su pijama. "¿Por qué no me avisaste maldita rata? te hubiera estado esperando más decentemente", le reclama. Guillermo no le dice nada y se toman de la mano. Juntos corren al departamento en donde se encuentran con Mauricio, esposo de Kathy y sus dos hijas. Las niñas apenas lo ven se le cuelgan del cuello. "¡Mis niñas!", grita feliz.

Luego de abrazarse y besuquearse, la familia se sienta en el living. Kathy no lo puede creer. "Pesado, llamaste a mi marido para contarle qué venías y no me quisiste decir a mí. Tú y tus bromas", le repite agarrándolo del brazo. Posteriormente cuenta cómo se conocieron. "Yo vendo sándwiches y comida afuera del Duoc de avenida Brasil y un día se me ocurrió contratar un stripper para la fiesta de una amiga. Y de ahí no nos separamos más, nos decimos guaguas y por eso me afectó tanto cuando supe que cayó preso. Siempre venía en las madrugadas a despertarme como lo hizo ahora", explica la mujer. Su marido asiente y declara que al principio le chocaba esta amistad, pero que rápidamente la aceptó porque vio que el Jayson era un "cabro bueno".

A las 08.30 horas comienza a amanecer y el bailarín dice que ya es hora de ir a ver a la abuela que vive en Bellavista.

Abuelita chocha

Camino al departamento, Willy pide un celular para hacerle una broma a su abuela. Le dice que al final no le dieron la dominical y que lo esperen la otra semana. La porteña le cree y se entristece... pero todo cambia cuando el nieto aparece de sorpresa. "Esto es una bendición, hace mucho tiempo lo esperaba, no puedo estar más feliz", declara la abuelita chocha. Al rato llegan más familiares y todos juntos toman desayuno. Todos sonríen al ver de nuevo a su familiar y al escuchar que tiene ganas de estudiar. "Quiero que puro me salga lo del Duoc porque mi idea es seguir portándome bien para que pueda obtener el beneficio de los fines de semana y si me resulta lo de los estudios, poder ir de lunes a viernes", plantea decidido.

Más tarde, a las 09.30 horas, Jayson pide permiso para levantarse de la mesa y cambiarse de ropa. Al instante aparece vestido con un pantalón de tela negro, una camisa azul y suspensores. "Ahora vamos a ver a mi abuelo al cementerio y a mi tía en la iglesia", explica entusiasmado.

Camino al cementerio de Playa Ancha, Guillermo sigue deleitándose con el paisaje y los cambios que hay luego de sus 16 meses de encierro. Trata de no derramar lágrimas, sobre todo cuando se pone de cuclillas en la tumba de su abuelo. "Él murió al mes que yo quedé preso y éramos súper cercanos. Me da mucha pena que no esté porque sé que estaría muy feliz por mí", manifiesta. Media hora más tarde va a visitar a su tía que es pastora de una iglesia evangélica de calle Uruguay.

"Ella no sabe nada de nada. La vez que me fue a visitar me dijo 'chao, hasta el jueves' y ahora se va a caer de espaldas", asegura contento. En efecto, la porteña apenas lo ve lo abraza llorando. Asimismo el resto de los feligreses que lo ven llegar. Su familia está presente y él no deja de repetir la siguiente frase: "Por fin se terminó esto para ustedes. Ya no tendrán que ir a verme más allá a la cárcel, porque todos los domingos vendré a verlos".

A la tarde, todos juntos vieron el partido de la Universidad de Chile con San Marcos de Arica. J