La Selección se convirtió en un patrimonio público
Jorge Sampaoli, ese entrenador con fama de paranoico, hizo un movimiento inédito y por 85 minutos aguantó estoico su miedo a la exposición. Ocurrió todo en el Estadio Nacional. Y con una horda de hinchas adolescentes en la Tribuna Andes, ensayando gritos eufóricos.
Por primera vez desde que dirige a la Selección Chilena, el DT hizo un entrenamiento abierto al público por iniciativa propia: sólo había pasado en Brasil 2014 por una disposición de FIFA. Y llegaron más de siete mil personas y decenas de reporteros.
En la cancha, Sampaoli separó al plantel en dos equipos: titulares y reservas. Y en la tribuna, mientras, 14 cámaras de televisión seguían los movimientos. El deté rebozó mesura en todo momento. No hubo movimientos agresivos. Tampoco exclamaciones violentas, ni muestras de nerviosismo.
Entre los titulares se dejaron ver cuatro nombres ajenos al equipo base de Sampaoli: Johnny Herrera en lugar de Claudio Bravo; David Pizarro y Matías Fernández, que ocuparon los puestos de Arturo Vidal y Charles Aránguiz; y José Pedro Fuenzalida, que se ubicó en la posición de Eduardo Vargas. El resto, los mismos de siempre: Mauricio Isla, Gary Medel, Gonzalo Jara, Eugenio Mena, Marcelo Díaz, Jorge Valdivia y Alexis Sánchez.
Los hinchas
Alexis Sánchez, el hombre más caro de Chile, acaparó un número indeterminado de aplausos. Lo siguieron Gary Medel y Jorge Valdivia. Y fue cuando ellos tres abandonaron la cancha, que se vivió el momento más tenso. Una cincuentena de niños levemente excitados se amontonó sobre el túnel y exigían una muestra de afecto. Valdivia levantó una mano e intentó sonreír. El Pitbull pasó raudo. Alexis no subió la vista.
Cinco segundos más tarde, y en la Tribuna Marquesina, una madre confundida lanzó una pregunta al aire: ¿Y ese quién es? En la cancha José Pedro Fuenzalida caminaba hacia el túnel. No hubo gritos.
Veintitrés minutos más tarde los jugadores salieron del camarín y, todavía con la ropa de entrenamiento, se subieron cada uno a su auto. Alexis Sánchez abandonó el nacional en su jeep tocando la bocina y exigiendo espacio. Gonzalo Jara bajó el vidrio y saludó a un hombre anónimo.
Y Jorge Valdivia, que sufrió el acoso de un cúmulo de hinchas, también bajó el vidrio. Pero lo hizo para soltar un insulto honesto: "¿Qué te pasa, hueón?". Y él, el "hueón", un niño que dos segundos antes había perturbado la tranquilidad de Valdivia golpeando su vidrio, respondió con un grito de indiferencia: "¡Mago, Mago!".
Al rato pasó Isla en un Maserati de varios millones y Jorge Sampaoli en un auto sumamente elegante. Ninguno se detuvo. Si se detuvo Jorge Desio, que se fotografió con seis personas.
Chile, en definitiva, entrenó, como nunca, con público en las tribunas. Y Sampaoli, el enemigo acérrimo de los espías, salió con vida de su experimento más difícil. J