Secciones

El Proa y su navegación por la bohemia porteña

E-mail Compartir

Su origen es otro de los incontables mitos de la bohemia porteña. No se tiene claridad del año exacto en que se fundó, pero sí se sabe que existe desde antes de la década de los 50'. Se trata de "El Proa", el mítico bar que ha navegado durante casi 70 años por las turbulentas aguas de la noche porteña.

La actual administración del local está integrada por los hermanos Rodrigo y Ugardo González, además de su primo Carlos Nieto. Los actuales "capitanes" del Proa cuentan que no tienen tan claro los orígenes del negocio que poseen y se han esforzado bastante para investigar sobre el tema. Rodrigo González indica que en internet no han encontrado mucho y preguntaron en la municipalidad de Valparaíso para documentarse un poco más. Lo único que consiguieron fue una patente municipal del año 1975, pero se presume que la inauguración del local data de muchos años más.

como era el proa

Conversando con dueños antiguos, gente de la época e indagando con vecinos, Rodrigo ha logrado reconstruir parcialmente la historia de su bar.

El dueño original fue Carlos Correa, pero aún se desconoce el año en que se abrió por primera vez. La actividad se concentraba en el tercer piso, donde había un restaurant, justo arriba de donde dormía él, ya que la familia propietaria vivía en el mismo edificio, específicamente en el segundo piso. Durante los primeros años de funcionamiento sufrieron un incendio en el tercer piso, razón por la cual trasladaron el comedor al primero.

Siempre fue un local con ambientación marinera, ya que Carlos era un aficionado del mar, por eso el nombre de su negocio "Proa al Cañaveral". La leyenda cuenta que el dueño escogió ese nombre porque si el restaurant fuese de verdad un barco, su proa que mira al norte navegaría en línea recta para llegar justo a "Cabo Cañaveral" en EE.UU.

El interior estaba ambientado con elementos decorativos alusivos al mar, como salvavidas, redes, banderines, mapas antiguos, mástiles e incluso acuarios, además los trabajadores atendían al público carcaterizados como marineros.

Cuando el fundador falleció, el negocio pasó a manos de sus hijas Vanessa y Mónica, quienes levantaron el negocio familiar dirigiéndolo al rubro nocturno, hace cerca de 30 años atrás. Durante ese periodo el Proa ganó fama en el ambiente de la jarana y la fiesta, junto a otros negocios icónicos de la ciudad puerto, como el Liberty y El Playa.

Posterior a la gestión de las hermanas Correa, el negocio pasó a manos de la familia Iglesias, quienes continuaron con el legado marítimo del negocio.

Pedro Iglesias, hermano del nuevo dueño, fue contramaestre del Buque Escuela Esmeralda y compartía la afición por los buques y el mar, así que consiguió nuevos elementos relacionados para alimentar la estética náutica.

El dueño actual, califica la etapa de la familia Iglesias como "izquierdista y revolucionaria", pues durante su capitanía, el Proa se consolidó como una picada porteña y un punto obligatorio para el turismo nocturno.

El ex contramaestre se paseaba por la "cubierta" del restaurant con su abrigo, sombrero de marino y una pipa, solía compartir con los clientes y participaba en shows como pirata.

Durante este periodo, se profesionalizó el restaurant y sus platillos con influencias internacionales conquistaron paladares. Fue esa la razón que convenció a Rodrigo de comprar el negocio.

la tercera etapa

Fue hace 8 años que el Proa pasó a manos de sus actuales dueños. Rodrigo Gonzáles, que es de profesión maestro de cocina, recuerda que quería seguir el legado gastronómico de años anteriores y no tenía interés por trabajar en el rubro nocturno, aunque había oído sobre los mitos del Proa en sus primeros años de vida, Rodrigo cuenta que escucho muchas veces que era "lúgubre, como la picada de puerto, de copetes rancios y música media añeja".

La tercera administración del lugar supo manejar el timón del restaurant por tres años, destacando con sus sofisticadas preparaciones. Naturalmente su carta tenía un acento en la gastronomía marítima, las especialidades eran los platillos "Mar y Tierra" que se cocinaban en un horno de barro y el público era mayoritariamente extranjero. Lentamente la nave fijó su curso en la gastronomía dejando de lado la noche.

Reflexionando sobre su negocio, el que gozaba de muy buena salud, Rodrigo sorprendió a su tripulación tomando la decisión de cerrar el restaurant. La razón que esgrime es que cuando fue dirigente de la corporación gastronómica de Valparaíso se instaló un sello de calidad para los restaurantes porteños y llegó a la conclusión de que para estar a la altura del mercado debía aplicar una inversión brutal en su restaurant; había que reestructurar el local así que lo cerró. "Fue una decisión un poco riesgosa porque entendíamos que íbamos a eliminar algo potente del local, algo que tenía que ver con la historia", recuerda Rodrigo y agrega que decidieron rescatar la historia bohemia del lugar y bajaron el ancla en el negocio de la noche.

Desde la administración actual, aclaran que la salida del restaurant no es definitiva y hace años que se está trabajando para reinaugurarlo, pero se ha ido posponiendo porque se están haciendo los esfuerzos para que el regreso gastronómico del Proa sea el mejor posible y no se quieren tomar decisiones apresuradas.

Por ahora el Proa sigue como local nocturno y con grandes resultados, aunque hubo momentos difíciles en el pasado.

el proa hoy

Cuatro años han pasado desde que se cerró el restaurant y se pusieron todas las fichas en el carrete porteño. La aprobación de la ley de tabaco que prohibió el consumo de cigarros en espacios cerrados golpeó fuerte al Proa, la gente dejó de ir y las ventas bajaron, hubo meses con números rojos.

La última jugada que reavivó la actividad fue la remodelación del tercer piso. Aquel espacio que sufrió un incendio en la década de los 50' fue reconstruido y se instaló una terraza, con barra, amplificación y grandes espacios para el público. La terraza se inauguró en febrero de este año y los resultados fueron inmediatos. La gente llegó en masa al Proa y llenó todos sus ambientes. En la terraza se tocan ritmos más electrónicos y latinos, asemejándose más a otras discoteques y en el segundo piso se mantiene la pachanga y la tradición de antaño. Rodrigo define al actual Proa como "pachanguero, algo neo izquierdista y un poco protestante".

El experimentado locatario cuenta que en diez años trabajando en el barrio puerto ha sido testigo de como han cambiado los colores de la noche de Valpo. Se pasó de la jarana cabaretera de los marinos y choros del puerto al carrete reggaetonero y desenfrenado propio de los universitarios, quienes reformaron la industria del entretenimiento nocturno.

En relación a la actual oferta nocturna, Rodrigo mira con nostalgia las viejas glorias. Dice que antes los locales nocturnos tenían más identidad, un sello distintivo; y ahora los pubs y discotheques son muy parecidos entre ellos, tocan las mismas canciones y ofrecen los mismos precios.

En ese sentido el viejo "Proa al Cañaveral", ahora conocido como "Proa Bar", es uno de los pocos locales de antaño que ha sabido sobrevivir hasta el día de hoy, aunque el camino no ha sido fácil y se ha tenido que luchar contra viento y marea. La voluntad de sus tres capitanes ha logrado mantener a flote una nave que ha visto la luz y la sombra pero que nunca ha naufragado, por el contrario, sigue vigente y todos los fines de semana lleva a bordo a sus tripulantes. J