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"Es un tema importante y muy vulnerable"

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El actual director del Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis), Marcelo Aguilar, quien además es el ex vicepresidente nacional de Acción Gay, tiene una opinión constructiva sobre el tema de los, las y 'les' trabajadores sexuales de la región de Valparaíso.

"Es un tema importante que hay que enfrentar y quizás normar, ya que hay un vacío por el hecho de ser una actividad que no es ilegal pero tampoco legal. Y siento que hoy en día están las condiciones, ya que se han dado muestras de aceptar la diversidad sexual, por ejemplo, lo que permite generar una discusión más profunda sobre este tema".

Respecto a la realidad de quienes ejercen el comercio sexual en Chile, Aguilar asegura que hay una vulnerabilidad en comparación con países más avanzados que se pueden develar a través de convenciones de organizaciones internacionales que agrupan a trabajadoras sexuales mujeres y transgéneras.

"La fundación Margen de Santiago, participa en una de las redes, y el Sindicato Afrodita, a través de la concejala Zuliana Araya, siempre acuden a esta reuniones internacionales, producto de tratar de generar un trabajo mancomunado", afirma.

DISTINTOS OBJETIVOS

Además, el director del Fosis hace énfasis en que es importante hacer la diferenciación entre los trabajadores sexuales, ya que son distintos los motivos por los cuales hombres, mujeres y transgéneros ingresan al mundo de la prostitución.

"A través de investigaciones se ha podido comprobar que el objetivo de las mujeres y transgéneras que ingresan al comercio sexual es diferente, y tiene que ver con un tema de mantención de hogar, de vida y de cubrir esos gastos básicos. En cambio el hombre, particularmente, busca más estatus, ocupa el dinero para mejorar el estatus de su calidad de vida; ya sea en ropa e interacción", asegura.

Agregando que lo que tienen en común los trabajadores sexuales, es que en un momento dado, ellos cumplen el rol de apoyo y seudo psicólogos a la hora del diálogo en la conversación con sus propios clientes. Pero la utilización del recurso, que es lo que se cobra, tiene otros fines según el grupo de vulnerabilidad.

"Digo esto porque en un momento dado, al hombre trabajador sexual, que está mucho más llano y más envuelto en la redes sociales, le es más fácil acceder al trabajo desde internet. Hay páginas especializadas para hombres más que para mujeres, ahí hay una dualidad importante. Es por esa razón que las mujeres deben publicar servicios en los diarios, además, la clandestinidad de la web permite un mayor desarrollo del comercio sexual". J

La larga historia de la prostitución en el Puerto

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La prostitución en Valparaíso es tan antigua como la existencia misma del Puerto. Debido a la presencia de tantos navíos extranjeros en la ciudad, se fueron constituyendo verdaderos barrios rojos. Primero en las laderas de los cerros como Perdices, calles Carampangue y Cajilla, el entorno de la Matriz y otros sectores.

Los viajeros dejaron sabrosos relatos sobre la vida de gran cantidad de mujeres que ejercían la prostitución en precarias viviendas del sector.

En el siglo XIX, con el auge del comercio internacional, ese oficio creció tanto que se llegó a constituir la policía sanitaria, ya que hubo un aumento sustantivo de enfermedades venéreas.

Una estadística señala que en Valparaíso había más prostitutas que en puertos como Estambul, Hamburgo o Yokohama y, por consiguiente, más sífilis, lo que llevó a crear en el hospital la "sección de infectados".

la cuadra

La prostitución se estableció en sectores bien delimitados: la cuadra grande (el Barrio Puerto) y la cuadra chica (entre el Mercado y la Aduana). Este último consignaba la mayor cantidad de prostíbulos, bares y hoteles. A ese barrio también se le denominó Barrio Rojo o Barrio Chino. Era un sector donde casi no existían residencias particulares. Famosos fueron los farolitos rojos puestos en ventanas de casas de uno o más pisos.

Cuando llegaban los marinos de la Operación Unitas, se cerraba el barrio a todo tipo de circulación externa a las funciones propias de la diversión. Se reforzaba el contingente femenino con una gran cantidad de mujeres que llegaban de Santiago, generalmente en vagones de segunda o tercera clase del tren ordinario de la tarde.

La plaza Echaurren fue durante años el lugar de "exhibición de las mujeres del oficio", como lo relató un viajero extranjero.

Ya desde la década del '30 del siglo XIX el Barrio Puerto fue el preferido de marineros, navegantes, contrabandistas y aventureros. Visitaban lugares como chinganas, cantinas, expendios de licor en negocios y casas particulares, salones de baile y de juego. A fines del siglo XIX, en Valparaíso hubo más de 1.000 lugares de diversión pecaminosa, la mayoría en el Puerto.

Entre los más célebres lugares de comercio sexual, estaban "Los siete espejos", "La caverna del diablo", "Donde el 'M' Humberto", "La Miss Mery", "La Palito", "Rubén el Venus", "El prostíbulo del Violeto", "La casa amarilla", "El Liverpool", "El Shangay", "El callejón", "La yapa", "El 45", "El 69" o "El 28" (por corresponder a la numeración de la calle).

En el "American Bar", "El hoyo" o "El Yako", se conciliaban bailes y citas para recurrir después a los prostíbulos, tanto los con nombre conocido como la gran cantidad de clandestinos.

Se denominaba como "casas de fiestas" a los prostíbulos donde se consumía alcohol, pero también como "casas de alto".

A los hoteluchos se les denominó indistintamente como casas de citas o hoteles parejeros. Llegaron a haber más de cien hoteles entre la plaza Sotomayor y la Aduana, especialmente en las calles Cochrane y Blanco.

Existen muchos recuerdos de algunos que hicieron historia por tener "las mejores mujeres", como el "Minato Hotel", el "Louisiana" y "Los siete espejos".

Algunos prostíbulos destacaban por su elegancia y estilo moderno para su tiempo. Por ejemplo, fue la famosa "Miss Mery" quien instaló tinas enlozadas en las piezas del segundo piso.

En cambio, había locales con clientela específica. El "Roland Bar" y "El Yako" eran para intelectuales, universitarios y artistas. El "Rock and Roll" era sólo para marineros, se le denominaba "recinto naval" y los marinos llegaban de uniforme.

En El Almendral también hubo prostíbulos pero "de mejor nivel" que en el Puerto. Aún se recuerda el de Amanda Huasaff, donde se consumía y traficaba cocaína. Pero el Barrio Puerto fue el epicentro de la prostitución y también de la diversión nocturna, en cabarets, "buats" (por boites) y salones de baile, que atrajeron a muchos a la bohemia del Puerto.

La mayoría de estos establecimientos cerraron tras el golpe militar y el toque de queda. Los cambios en la actividad del Puerto, la menor presencia de marinos extranjeros y la breve estadía de éstos en la ciudad también contribuyeron a la desaparición de las "casas del ambiente". J

*Carlos Lastarria, crítico de arte e investigador, escribe actualmente el libro "Barrio Puerto", crónicas sobre la vida en el barrio más antiguo de Valparaíso.