Juguetes para mininos que conquistan América
Un par de tablas, un poco de colafría, clavos, algo de lana, trozos de tela y mucho ingenio. Sólo con esos elementos, Carolina Soto, es capaz de crear un verdedero centro de entretenimiento para los felinos de la casa. Pero no es cualquier producto, porque se trata de rascadores, camas y "ratones paranóicos" ( bautizados así por ella misma, por la manera loca que se mueven) al gusto del cliente, hechos con lo que el resto desecha.
Recién lleva seis meses en este emprendimiento amigable con el medio ambiente, pero su alma aventurera no aguantó más y a fines de octubre tomará su mochila, algunos materiales básicos y partirá un viaje en solitario por el Cono Sur de América. Sólo llevará lo estrictamente necesario, porque lo que quiere es usar los desechos de cada ciudad que visite para crear sus productos, venderlos y , así, financiar su travesía que hará haciendo dedo, con la ayuda de camioneros conocidos en algunos de los trayectos y el transporte público.
Un "viaje sanador"
Este no es el primer viaje que Carolina hace por Sudamérica, pues en marzo regresó a Chile después de más de dos años de travesía. Entonces, la idea era conocer los rincones del Cono Sur, aprendiendo también de cada persona y situación que se encontrara en el camino. Ahora, hará algo similar, pero cada kilómetro que recorra será además un momento de "reencontrarse conmigo misma, de reconstruir mi historia, conocerme y entender el por qué de muchas cosas. Será un viaje sanador", revela.
Pero, como en la vida de esta creadora nada es al azar y para cumplir el objetivo espiritual de su viaje, antes de salir de la frontera chilena se detendrá en lugares que son o han sido importantes en su vida. Luego de dejar Valparaíso, irá a Santiago y a Isla de Maipo, para recargar pilas con su familia. También, previo a cruzar hacia Argentina, se quedará un tiempo en Villarrica. Sin embargo, Pichilemu será la parada más especial, porque comprenderá el inicio de su viaje de sanación y que -seguramente- recordará el resto de su vida.
En el tradicional balneario de la Sexta Región, vivirá un momento que ya la tiene con las emociones a flor de piel, porque se despedirá espiritualmente de su padre, su mentor. En la arena y mar pichileminos, descansan las cenizas de su progenitor, a quien no alcanzó a ver antes de su sorpresiva muerte ocurrida -precisamente- mientras Carolina estaba en su anterior viaje. La diseñadora recuerda que "todo fue muy rápido, pero aunque no estaba físicamente con él, pude estarlo espiritualmente. Ahora, voy a hacer este acto sicomágico para cerrar un capítulo conmigo misma y decirle 'papito, me voy tranquila'".
En Perú, Carolina tiene una parte de su corazón, del que tuvo que desprenderse en su viaje anterior, y que volverá a recuperar en esta nueva travesía: Chipi Chipi Bom Bom, su gatito de Máncora. Ese felino, que conoció en el balneario del norte del país incaico, es justamente el gran responsable del empredimiento amigable con el medio ambiente. "Empecé a hacer los juguetes en agradecimiento a los gatos, especialmente a mi Chipi Chipi Bom Bom, que ahora está con el pela'o, un amigo de Máncora y que ahora voy a ver otra vez", cuenta.
Aunque en mejores manos no pudo quedar, en sus palabras se puede advertir la pena que todavía le causa haber tenido que dejarlo. Esta creadora recuerda como si fuera ayer cuando "busqué muchas formas de traerlo, después entendí que no tenía que traerlo conmigo. Tuve que entender que lo mejor para él era quedarse allá, por como yo viajaba y lo largo que iba a ser la vuelta. Igual me vine con mucha pena".
Inmediatamente tras el regreso de su viaje y al verse sin ningún peso, Carolina se puso en campaña para crear sus juguetes para mininos. Tras conocer a Chipi Chipi, su amor incondicional hacia los felinos se hizo aún mayor y, tras ver algunos implementos para gatos "más arcaicos", como ella dice, se decidió a hacerlos, pero de manera personalizada. "Es que los gatos son muy especiales, me gusta verlos revolcarse. Son cariñosos, pero tienen eso también de 'no te pesco', que me encanta. Me gusta que con lo que hago se sientan bien", señala, sobre lo que le atrae de su trabajo.
Si alguien desea bordar la cara de su gato o hacer una fusión entre su rostro y el de su peludo amiguito, ella lo hace sin problemas. De hecho, ese es uno de los motivos de que su trabajo tenga bastante aceptación, no sólo entre los porteños y sus vecinos del cerro Bellavista, sino que también en el extranjero. "Ya tengo varios encargos de Argentina", dice, entre sorprendida y orgullosa.
Aún no tiene fecha definida para dejar Chile y tampoco para volver, pero lo claro es que pocos días le quedan a los chilenos para regalonear a sus mininos con los juguetes de Carolina. Los productos están al alcance de todos los bolsillos y pueden ser vistos en sus páginas de facebook: Karacoles volando y Mis patas. J

