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Chinos en la zona: cada vez más y en todos lados

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Se mueve como si fuera parte de la tierra, con una gracia serena, casi de zen. Con rasgados ojos intensos y una sonrisa incierta, la joven oriental parece un poco sorprendida con las preguntas. Tal vez hemos roto la tranquilidad de su refugio, una nave comercial ampliada y ordenada, con estanterías repletas de nuevas mercaderías del tipo navideñas made in China.

La luz tenue del día entra por la pequeña puerta del local ubicado en calle Esmeralda, llamado Long Shen Ltda. Allí, Juan, a secas, -pronuncia Jian (que en chino significa bienestar)-, de 25 años, es la encargada del local quien esboza un "poquito español" y que mezcla con su chino mandarín de cuna. Algunos clientes en caja la saludan afectuosamente. Parece haberse ganado la simpatía de varios.

Y eso que sólo lleva un poco más de dos meses a cargo de su instalación acá. Antes estuvo en Santiago, atendiendo otros establecimientos de la cadena china. Y previo a eso, hasta antes del 2013, tuvo una vida en una ciudad conocida como Jiangsu, cerca de la populosa Shanghai, existencia que, mirada desde su retrovisor, dejó atrás para colocar esperanzas, ya sola y sin familia, cuenta ella, hasta el otro confín, hoy en Valparaíso. En eso, una interrogante. ¿Es cierto que el Estado chino les financia estos locales? "No entendí bien. Pero sí, a veces nos ponen una parte y el resto del dinero nosotros".

Vistos desde afuera, da la impresión que los chinos, quienes desde la primera mitad de la década del nuevo milenio han nutrido presencia en la zona, son todos iguales. Sus facciones, maneras de expresarse, lengua, también sus códigos. Aquí parecen haber encontrado un nicho para los negocios.

Hablamos de importadoras - exportadoras, cuyos productos se compran al por mayor. Atractivos y módicos "cachureos", les llaman. Para ello, se hacen del arriendo -en su mayoría- de locales que suelen oscilar en un altísimo alquiler que incluso podría llegar a los cinco millones de pesos por mes.

En la mira

Patricio Dattwyler, locatario porteño de Comercial Miramax, paga por concepto de arriendo 950 mil pesos mensuales. "Y hay que vender", afirma. En los 100 metros cuadrados del establecimiento y desde el año 2000 que lo lleva a cargo, conoce como la palma de su mano la ahora jungla comercial que se ha transformado el área puerto. Su público objetivo: 70% señoras sobre los 50 años.

"Traigo toda mi mercadería de Santiago por una razón lógica: tengo capital reducido", cuenta Patricio, mientras añade que se ha mantenido con variedad y comprando a proveedores. "Acá hay mucha competencia. También desleal, algunos no dan boleta. Entre vendedores ambulantes, el peor mal, y orientales, resulta complejo", evidencia. También recuerda que desde el 2008 el entorno comenzó a saturarse de locales chinos, "con chinos".

Ante la consulta, tanto él como otros comerciantes del área, lanzan sus dudas. ¿Pero los chinos cuentan con inicio de actividades? "La táctica es que cambian de razón social con los nombres de las tiendas", aseguran. Y todavía más: hay un mito que corre como el agua: "el estado chino financia toda o una parte del arriendo o compra de los locales comerciales".

Verónica Castillo es de Buenos Aires. Hace dos años, junto a su cuñado, apostaron capital y se hicieron con el arriendo por un millón de pesos mensuales de Liquidadora Estrellita. Desde hace unos meses, las ganancias han estado a la baja producto de la mermada economía doméstica. Allí se puede encontrar artículos desde los cien pesos para el pelo, juguetes, fantasías y objetos para regalar. Verónica reconoce que traen los productos más baratos desde China. Pero, asimismo, los comerciantes chinos en la zona han impuesto algunas reglas donde parece imperar su propia ley. "Sí, hay mucha competencia de ellos y creo que tienen ayuda". ¿Acaso los financia el Estado chino? "Eso se comenta", desliza Verónica.

Una opinión de peso viene de la Cámara de Comercio Asia Pacífico. Allí, Francisco Orellana, project manager de Asia Pacific, responde a La Estrella que hasta donde él tiene conocimiento, "el estado chino no financia a este tipo de comercios". Y es que las importaciones desde China han aumentado con la entrada en vigencia del TLC Chile - China. "Por eso, no es de extrañar que algunos chinos instalados acá aprovechen la coyuntura con productos importados".

Zhaijian Xia es el propietario de la importadora Xia. Hoy ofician de dependientes dos adultos jóvenes chinos. Comentan, con un disminuido castellano, que llevan operando el local hace siete meses. Que las ventas han estado a la baja y que en arriendo cancelan 1 millón 600 mil pesos al mes. Una vez inquiridos por el modo de financiamiento en cuanto a su alquiler, dicen no entender la pregunta.

En calle Condell n° 1373 se erige Casa Vecina Ltda. Una importadora cargada a insumos enfocados a lo doméstico y coloridos regalos. Allí atiende Mei, ciudadana china oriunda de Shanghai. Reconoce que las ventas están lentas y que por eso "queremos vender el local". Las 90 UF que asegura cancelan al mes, no les da para seguir a flote. "El estado chino no nos pone plata ni ayuda", manifiesta con cierta desazón.

Hasta el año pasado, se especulaba con la creación de un mall chino en avenida Pedro Montt (en sintonía con el de Santiago). Factor que tuvo en vilo a algunos comerciantes del área por un asunto que les pega, y mucho: las lucas. "Los chinos traen mucha mercadería y a muy bajo precio, resulta difícil competir así", afirman. Al final, siguen emplazados allí los mismos locales orientales.

De China con amor

Sin embargo, y más allá de las especulaciones comerciales, hay un innegable y rico nexo entre China y Chile, que se ha fortalecido en los últimos años.

De fondo y con número: el "stock" de inversión china en nuestro país, a juzgar por las cifras del Banco Central, es de 259 millones de la divisa verde.

Si aplicamos arqueología en la historia patria, un dato quizás desconocido es que para la Guerra del Pacífico, ciudadanos chinos lucharon, palmo a palmo, junto al Ejército de Chile, en las épicas batallas de Chorrillos y Miraflores en 1881.

Ya en épocas más recientes, la comida, también sus medicinas, el arte y los productos a bajo costo, han formado parte de las aportaciones asiáticas al país. En los negocios transnacionales, las firmas de convenios, acuerdos comerciales y portuarios se han incrementado en el tiempo. Y algunas ciudades incluso estrecharon lazos fraternos.

Así, asomarse al entorno chino es, tal vez, emprender un viaje a un universo de fábula, cargado de simbolismo personal, humanista y también su contracara comercial, en el que su integración a la nueva sociedad adoptiva suele, a veces, no serles tan fácil.

De allí que el Instituto Confucio, el primero tanto en Chile como en Sudamérica -inaugurado el 28 de abril de 2008-, tenga como objetivo difundir el idioma (mandarín en este caso) y la cultura china. Su fin es ambicioso: transformarse en un lugar para el desarrollo de un fuerte intercambio cultural en la zona.

Olga Ruby Moscoso, contadora del Instituto Confucio, comenta que el plan a corto plazo es potenciar estas actividades en las 23 sedes de la plataforma Universidad Santo Tomás a lo largo de todo el país, de las que ya se encuentran operativas las sedes de Arica, Antofagasta, Viña del Mar, Santiago, Concepción, Temuco y Osorno.

En este punto, la Universidad Santo Tomas mantiene vínculos de colaboración e intercambio con el gobierno e instituciones de educación chinas desde hace más de 10 años a través de su área de Relaciones Internacionales. Es, dentro de ese contexto que, gracias a la confianza generada "nació la posibilidad de crear el Instituto Confucio (IC) en la UST para difundir el idioma y la cultura china, tanto entre los alumnos del Santo Tomás como la comunidad en general", explica Moscoso.

Consultada sobre la labor, la profesional sentencia: "Ha recibido tres veces el premio a los mejores institutos Confucio del mundo" eso debido a los nexos entre ambas naciones, tanto comerciales, como culturales e idiomáticos.

"Es una manera de conocer China. No nos cabe duda de que eso tiene mucho valor", acota Moscoso.

Así, y como decía el pensador chino Confucio: "La virtud no habita en soledad: debe tener vecinos".J