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El cura bombero que abre los brazos a los inmigrantes

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Pedro Nahuelcura deja por un momento su Biblia y se pasea por los pasillos de la Parroquia Corazón de María en Valparaíso. La deja de manera física, porque en realidad la labor pastoral nunca termina para él, porque las 24 horas del día la palabra escrita allí lo acompaña, sobretodo, la de amar y servir al prójimo. "El Papa Francisco dice que tenemos que ser mas cercanos y eso tratamos de hacer", cuenta.

Al poco andar, se encuentra con Erika Figueroa, una hondureña que lo saluda con un abrazo apretado. Y con mucha razón: el sacerdote la recibió en la Parroquia y luego en la casa de acogida para migrantes, cuando junto a su pequeña hija llegaron a Chile sin conocer a nadie.

Hoy las cosas son distintas: Erika ya lleva dos meses en Valparaíso, y aunque aún no puede trabajar por su post natal, planea hacerlo para reunir dinero y regresar a su país. Historias como las de esta mujer son recurrentes, que dejan el lugar donde nacieron a causa de la inestabilidad social y/o económica para buscar nuevas oportunidades. De hecho, respecto a los extranjeros que son recibidos por la Pastoral de Movilidad Humana, "la mayoría de los migrantes viene de paso. Son pocos los que se quedan", señala el presbítero.

SIN FONTERAS

El trabajo de más de diez años en apoyo a los inmigrantes ha sido silencioso, pero constante. En la región es conocida su labor como voluntario de Bomberos, institución en la que alcanzó notoriedad pública siendo incluso director de la Octava Compañía de Viña del Mar, en Reñaca. En el 2000, aquello le valió ser el único cura del país en desempeñarse en un cargo de este tipo. Hoy, se mantiene como Capellán de los Cuerpos de Bomberos de la Ciudad Jardín y de Valparaíso. Sin embargo, no todos conocen su trabajo de contención y apoyo hacia los inmigrantes que arriban al Puerto.

El particular interés del presbítero por la situación de los inmigrantes se produjo a raíz de un hecho fortuito, como si hubiese estado en el lugar y momento indicados. El cura recuerda que en 1998 presenció un hecho que provocó una inflexión en su vida sacerdotal. Cuenta que, mientras se desempeñaba como Párroco en Algarrobo, tuvo "una profunda reflexión personal", al darse cuenta de las pésimas condiciones en que vivían y trabajaban un grupo de inmigrantes peruanos.

Entonces, se encontró con "un mundo que no había conocido en los textos ni en la teología". La inquietante situación que le tocó ver, mientras era Vicario Parroquial trabajando con los jóvenes, ocurrió además en un sector acomodado de la ciudad, que estaba dedicado al sector turístico. "En ese trabajo con la gente del lugar, me encontré con un grupo de muchachos que eran muy tímidos, eso me llamó la atención. Segundo, eran muy trabajólicos, y después a medida que los conocimos más, me di cuenta que todos eran trabajadores peruanos", recuerda.

Al poco tiempo, pudo advertir que permanecían sin contrato, muchos meses sin recibir pago y, al conocer donde alojaban, se dio cuenta que estaban en una situación paupérrima. "Me impacto la forma en que vivían y cómo los trataban. Incluso, católicos comprometidos veían en ellos sólo un instrumento de trabajo", agrega.

En aquellos años, la temática de la migración no era tan conocida como hoy; ocurría, pero más bien se hablaba entre sombras de los inmigrantes. También estaba el desconocimiento de los chilenos hacia la cultura y las costumbres de los extranjeros, algo que - a juicio de Nahuelcura- actualmente sigue ocurriendo, aunque en menor medida. "Esta labor que hacemos, de acoger a los migrantes es gratificante y nos tiene muy contentos. Lo que apena a veces es cuando personas que dicen ser fieles católicos no toleran o no los tratan como hermanos. "Tenemos que hacer realidad la canción: ...y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero", reflexiona.

Ahora, a través del Departamento de la Movilidad Humana, da contención espiritual, apoyo para lograr establecerse e, incluso, alojamiento, a los inmigrantes que llegan a Valparaíso. Es la única casa de acogida de su tipo en la región y tiene la particularidad de "acompañar a la gente que se desplaza por distintas razones, con una palabra amiga, siendo acogedores y ayudándolos a insertarse en la sociedad, a la que vienen a aportar", comenta el sacerdote. J

Palabra, techo y trabajo para los extranjeros

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lLa Pastoral de Movilidad Humana del Obispado de Valparaíso, que está compuesta por agentes pastorales laicos y el sacerdote Nahuelcura (su director), acoge a los inmigrantes a través de su Centro de Atención al Migrante (CIDAPMI) o casa de acogida. Éste, se encuentra ubicado en el Cerro El Litre y tiene una capacidad para veinte inmigrantes varones. Además, las instalaciones de la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, tienen espacio para ocho mujeres.

Por otra parte, el Departamento de Movilidad Humana ofrece talleres de formación e información sobre el fenómeno de las migraciones. También, en ese trabajo de vincular a los inmigrantes con los porteños, la casa de acogida está abierta a recibir a voluntarios que quieran convertirse en Agentes Pastorales.

Además, los porteños pueden colaborar siendo contribuyentes de la casa de acogida a través de un aporte mensual.

Quienes deseen contactarse lo pueden hacer a través del correo: movilidadhumanavalpo@iglesia.cl J