Secciones

La apasionante vida de los herradores de caballos

E-mail Compartir

Herraduras de diversos tamaños, materiales y para diversas ocasiones cargan en su camioneta Juan San Martín y su ayudante José Araya. Ambos son herradores y recorren la zona "poniéndole zapatos" a los equinos de diversas parcelas.

El trabajo es entretenido, pero detallista, dice San Martín. El experto, ex militar y con años en la Escuela de Caballería de Quillota y docencia para los futuros veterinarios de la Universidad Mayor nos explica que hay bastante diferencia entre lo que hace un pequeño campesino con sus animales y el trabajo especializado que hace junto a su ayudante.

"Hay mucha gente que hace el trabajo, pero nunca hizo cursos o sabe herrar de manera profesional. Es que hay una infinidad de conocimientos y herramientas que se deben poner en práctica. Por ejemplo, hay herraduras distintas para manos (redondeadas) y pies (ovaladas), además de reconocer problemas de pisada y otros que presentan los caballos", advierte San Martín, quien trabaja principalmente con equinos de rodeo, percherones y de trabajo, no así de carrera. La especificación es válida porque cada especie usa herraduras y clavos de diversos tamaños y grosores.

A Juan y José los encontramos en el fundo Colmito de Concón, pero viven en Quillota y Olmué, respectivamente. Para ellos, cada jornada les depara una aventura distinta. Por día herran unos 10 a 12 caballos y esa faena tarda 45 minutos por aninal.

la técnica

Para quienes pensaban, al igual que yo, que herrar caballos consistía sólo en buscar la medida adecuada y clavar la herradura sin lastimar al caballo, esto no es tan así. Dicha explicación podría ser la base del trabajo amateur, donde se usa un "zapato" cercano al diámetro de la pezuña del animal y todo lo que sobra se lima. Pero el trabajo profesional es otro; cuenta con decenas de herramientas como removedor de remaches, tenazas, martillos, cuchillos especiales, limas, un yunque (se usa para adaptar la herradura) y otra serie de implementos.

"Todos los días tenemos cosas que hacer, me gusta mucho mi trabajo. Aunque se que herrar un caballo es un mal necesario, pues su hábitat natural es andar libre sin herraduras", reconoce el ex militar, quien explica que se comienza a herrar un equino desde los 3 años aproximadamente y de acuerdo para lo que lo requiera el dueño.

"Al potrillo hay que irlo preparando para formar su casco y no se desarrolle defectuoso", dice.

"En Chile no hay proveedores de herraduras. Las existentes vienen de Argentina, Estados Unidos y Holanda. Debe haber chilenas, pero no son de buena calidad", relata con tristeza el profesional, que sin problemas cuenta el valor de las piezas, alrededor de 15 mil el cuarteto normal y 18 mil el par de cobre, que ayuda a combatir los hongos. Es que hay de fierro dulce, pasando por aluminio (más liviana) y la de cobre, además de plantillas especiales para caballos que necesitan una altura especial y otra completa para descanso.

MUY RENtablE

Los cambios de herradura se hacen cada 45 días y estos no se realizan porque se desgasta el material, sino porque al animal le crecen las uñas y deben sacarse las herraduras para limpiarlas, cortarlas y limpiarlas. De esta forma los herradores se transforman en pedicuros de los equinos, demorándose unos 10 o 12 minutos por pata.

Al haber pocos especiales en la zona, el trabajo no escasea y el valor de su trabajo se hace rentable, pues se gana unos 40 mil pesos por caballo. Pero no se trata de una labor fácil ni ordinaria. Los implementos son caros y también se arriesgan a algún accidente, como el que le ocurrió a Juan San Martín hace un par de meses, cuando el potro le cayó encima lesionándolo de forma grave.

Cursos y clases

San Martín tiene alma de docente, es por eso que sabe que en Chile no hay cursos completos para quienes deseen dedicarse al herraje de animales. "Hay cursos de uno o dos días, donde no se aprende casi nada, pues es sólo un barniz de algunos conocimientos. Los demás cursos son para los funcionarios del Ejército, no abiertos hacia el público externo, por eso para mi está abierta la posibilidad de poder enseñar más adelante, ya que me gusta la docencia. Hice clases a los alumnos de veterinaria de la U. Mayor en Santiago y me gustó la experiencia", detalla el maestro, quien no pudo heredarle a sus hijos su pasión, pues optaron por otros caminos. J