Cobresal, un equipo angustiado y con la mente más puesta en el descenso que en una copa, jugará en dos meses la segunda Copa Libertadores de su vida. Será 20 años después de su estreno, en la del 86', donde no clasificó a segunda ronda pero se retiró invicto.
Y lo hará, tal como ese año, en el estadio El Cobre de El Salvador. Ese, al menos, es el deseo de la directiva. Su presidente Sebastián Moreno aseguró que priorizarán lo deportivo por sobre un beneficio económico y que, de no mediar una negativa de última hora de la Conmebol, no se moverán de El Salvador.Y la idea, explica el deté Dalcio Giovagnoli a La Estrella, es someter a los jugadores del Corinthians y Cerro Porteño, por ahora sus únicos rivales confirmados, a los 2.300 metros de altura. Se trata, explica, de una cuestión más psicológica que fisiológica. Pero aún así, lo dice, puede resultar un factor clave a la hora de decidir la suerte minera en la Libertadores.
"A rivales como los brasileros siempre lo que es altura pasa a ser algo traumático. No queríamos bajar al llano como podía ser Antofagasta o La Serena", afirma.
La remodelación
Aunque la cancha y las graderías, en las que caben exactos 16.500 espectadores, cumplen con los requisitos de la Conmebol, hoy El Cobre tiene dos problemas para recibir el torneo: las casetas de transmisión y zonas habilitadas para periodistas, y los camarines.
Las casetas deberán ampliarse y mejorar sus condiciones para la transmisión internacional. Mientras que los camarines tendrán que remodelarse casi por completo. "Los dirigentes van a tener que sacar su billetito", advierte Rivera. Y agrega: "Lo que pasa es que son chicos, entonces van a exigir lugares más grandes, jacuzzi, salas de masajes". Describe, por ejemplo, que el camarín de visita tiene sólo seis duchas, dos escusados y apenas tres urinarios. Elementos, a su juicio, insuficientes para recibir a comitivas distinguidas como las que llegarán a El Salvador.
"El problema es la poca cantidad de habitantes que tenemos. Yo creo que en un partido importante vamos a llevar seis mil o siete mil personas como mucho. No hay de dónde sacar más", responde. Luego añade: "Vamos a tener que traer hasta los perros y los gatos para llenar el estadio, jajajá".
Giovagnoli, eso sí, suma otro inconveniente: la conectividad. "Llegar a El Salvador es difícil y eso creo que podría ser un problema a la hora de jugar acá", analiza.Si El Salvador, finalmente, no es autorizado por la organización, el plan B de Cobresal es el Estadio Zorros del Desierto de Calama. Y la razón, justifica Giovagnoli, es una sola: la altura. Ahí, filosofa Rivera, a los brasileños y paraguayos "llegan a tiritar". J