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El despertar del movimiento cinéfilo gore en Valparaíso

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Avenida Alemania con calle Israel. Una añeja muñeca tipo Annabelle, de esas que adoraría Ozzy Osbourne, está colgada de un poste. No es todo: parece salpicada de sangre en su menudo cuello. Detrás de nosotros, un furgón de Carabineros reduce la velocidad. Dudan en bajarse.

No se puede partir escribiendo sin echar mano de aquella inmortal ópera prima, tal vez el punto de inflexión, la madonna del género. Hablamos de 'La noche de los muertos vivientes' del cineasta George Romero.

Una película de culto, bizarra por los siglos de los siglos. Empapada de una atmósfera gótica de corte siniestro y a la vez perverso en plena efervescencia hippie en 1968, patenta un mérito: fue capaz de levantar, desde las catapultas del gore, aquel vapuleado universo zombi hasta ponerlo a caminar, hoy con éxito, de la mano de facturaciones taquilleras -sin desangramiento- como la serial The Walking Dead, y directores de la talla de Raimi, Tarantino, y el chileno Jorge Olguín.

Por eso no es descabellado que fans se dieran cita en el VI Festival Freak Terror Gore Bizarro. Y menos en un entorno tan propicio para celebrar la ocasión: Valparaíso.

Como en la película de Romero, aquí también hay una casona antigua. Los recovecos, tanto dentro como afuera, invitan a perderse en sus entrañas de luces y sombras; exquisito contrapunto para mantener esa tensión, como una soga que se va tensando poco a poco, entre los espectadores que ya llenan el recinto.

Desde la Finca -así la llaman- enclavada en el cerro Jiménez, un montículo natural plagado de estética mutante da la bienvenida. Muñecas diabólicas, hachas del tipo vérdugo de la muerte y raros artefactos, arman un peculiar paisaje.

El horizonte llama a la calma ya avanzada la tarde. Y es que al fondo, el Pacífico ofrece aquel aspecto inmutable, lleno de destellos que se mecen bajo el ocaso que pronto amenaza con ser tenebroso. Lo curioso es que aquí el encuentro también integra a la familia. De hecho, hay niñas y bebés presentes. Corta: sí, es un carrete familiar.

Junten miedo

Es sábado 26 de diciembre y no 31 de octubre.

Todo en este sitio tiene un extraño y tenue aire a lo noche de brujas. También de rito, pero en buena onda. Solo cuando se sumerge en la pequeña sala donde pasan las pelis, allí se vislumbra, entre brillos y gemidos, lo que venimos a buscar: ojos morbosos ávidos de sangre, todos casi a punto de traspasar la pantalla chica.

"Por favor, ¡no me vuelvan a cortar las tetas!", se escucha rogar. Al toser, una bocanada de plasma color escarlata brota de entre sus senos. El intenso rojo líquido derramado cae sobre el regazo de una escultural chica, mientras se asoma parte de su mutilada anatomía. El público (primero en sacrosanto silencio), como si estuviera en el Nacional para celebrar un gol de chilena, salta de sus asientos y vocifera. Hay júbilo. Éxtasis. El film argentino 'Las tetas holandesas', literalmente la rompe.

"Se trata de una parte de una trilogía", nos cuenta de lo más normal la argentina María Victoria Pérez, quien las hace todas desde su posición de representante de otro festival Para-idos y la productora Sarna, en Buenos Aires. "Me apasiona. ¡Queremos romper las pelotas!, somos un colectivo serio". También acota: "He visto producciones subvencionadas. En mi país tenemos a Linka que le apuesta al terror a directores". ¿Y en Chile? "Veo que hay interés acá, pero darle rodaje a esto cuesta en todo sentido", especifica Pérez, no sin antes lanzarlo: "Vamos a seguir fuerte en esto".

A unos metros al interior de la casona, el espacio diseñado de adrede claustrofóbico sirve de escenografía para cortos y metrajes provenientes de Chile, resto de América y Europa. Como en el cuadro de Rembrand 'Lección de anatomía', los aprendices del subgénero terrorífico observan, mientras se van diseccionando las producciones gore y torture porn.

Algunos exponentes explican. Es el caso de Manuel Araya y el joven realizador Víctor García, de Talca. El corto de zombi que ahora se proyecta es solo visual, hay ausencia de diálogo. La temática: el muerto viviente que ataca a una prostituta, ésta que le clava mordida -de la otra- a un cliente y el afectado que contagia al hijo.

Voces del más acá

Débora Araya es de Penco, al sur de Chile. Jugada por su vocación, el 2000 se vino a la zona. Hoy está instalada en la toma Violeta Parra, en el cerro Yungai. Como gestora del Festival, su palabra es oro. "Contra todo, soy comunicadora audiovisual de profesión. Además hago guiones, dirijo, actúo y también creo conceptos en maquillaje y efectos especiales".

La mujer orquesta del evento, además hace labores de itinerante, impulsando ferias del género a lo largo de Chile y en el extranjero. "Soy amante del terror, la gente confía mucho en mí. Soy pura autogestión, nada burguesa. Por eso me da lata que cines como el Condell o Central nos cierren las puertas para este tipo de eventos por mezquinos intereses", dice la realizadora de cintas como A través de tus ojos y Catarsis (2010) y para quien conseguir las 180 lucas que les cobran en esos cines es la puñalada.

Similar visión comparte su colega Karina Arenas, productora Fest Terror. "Somos cinco mujeres las que autogestionamos esto. Queremos abrir el género, aportar en varios sentidos. Por eso organizamos este Festival, ya en su sexta edición", comenta la también profesora de teatro y que dejará la capital junto a su hija de cuatro años por instalarse en Los Placeres.

Las sombras podrían haber estado dibujadas con carboncillo. Pululan por el sector. Público, artistas y comerciantes se funden en el patio. La Mutante Decoraciones es un emprendimiento de mujeres que se dedica a la estética. De hecho, su talento acá derrocha loas. "Hace dos años nos propusimos la idea de decorar fiestas y eventos. Para ello utilizamos material de reciclaje. Nos enfocamos en una temática. Queremos sorprender... ser autosustentables", comentan Fraella Ávalos, Fernanda Jara y Gabriela Olivares, las simpáticas chicas mutantes.

Nico Neut es quien administra -junto a otros cuatro socios- la Finca. A sus 31 años, su ímpetu lo pone a disposición de esta comunidad cultural. "Esta casa era de unos alemanes. Un pulguero. La queremos refrescar para eventos, talleres". A su vez, también quieren que la casa sirva como biblioteca. "Ahora en veranos estaremos ofreciendo cenas temáticas y música en vinilo".

Los cortos se suceden. Algunos parecen reales. Otros limitan en lo absurdo, hasta la risa. Así es el gore - bizarro. Para los entendidos, (Eduardo y Carla asienten entre los espectadores) esto podría ser simplemente alguna invención de la admirable mentalidad cinéfila.

El plato de fondo, la sangre de los mijitos ricos Maite Rodríguez y Diego Casanueva que todos esperan ver manar a raudales, está lista en un corto de 15 minutos. Sin embargo, su autor, no vino. La actriz Carolina Villarroel excusa al director Jorge Olguín. "No pudo asistir. Se acaba de adjudicar un fondo para su próximo trabajo cinematográfico".

Afuera sólo queda del sol una fina línea anaranjada que ya poco ilumina a esta hora. Como en un cuento de Stephen King, las miradas infrarrojas brotan en espectros tatuados hasta la médula. La sangre, tibia y viscosa, ha formado lagunas en el imaginario. Ya se viene la noche... J