Secciones

Llega a Valparaíso la moda de las barberías con todo el "flow"

Un dominicano y unos primos ecuatorianos se abren paso con sus tijeras y navajas. Son especialistas en cortes con degradado, en perfilar cejas y en animar a sus clientes con consejos y harta bachata.
E-mail Compartir

Claudia Carvajal R.

En la pared hay una foto de Bob Marley, pero de los parlantes sale una melodía pegajosa y la voz nasal de Romeo Santos. Hay mucha risa, bromas y buena onda. Al interior, cuatro amigotes se cuentan historias, quizás del carrete de la noche anterior o de esas que rememoran cómo era la vida en sus tierras, del amor que dejaron, de sus aventuras. Mientras, un joven porteño confía en las manos de Mario, quien con una hoja de afeitar común (de esas desechables) le corta las patillas. A Mario las manos ni le tiritan y puede conversar animadamente mientras con una punta de la hoja cuida cada detalle. Quién sabe si su cliente siente miedo, al menos no se nota.

La "Barbershop El Ecuatoriano" abrió en octubre del año pasado en la galería Tres Palacios de Valparaíso, y según comentan sus dueños -Mario Zambrano y Foster Hans- ha sido un éxito. Los clientes llegan por montones para realizarse los cortes de moda. Como el degradado (ese que puede ser muy corto a los lados y más largo arriba), el corte inglés -tendencia que viene de Europa- además de los cortes con dibujos y la perfilación de cejas.

"Pero acá yo lo hago bien -dice Mario sobre la depilación de cejas- porque a algunos le queda muy femenino y eso no está bien. Los clientes lo buscan porque se dan cuenta que les cambia la imagen", advierte Mario Zambrano (28).

Mejor que barman

Foster Hans (26) cuenta -sin sacarse nunca sus lentes oscuros- porqué llegaron a Valparaíso. "Ya estábamos cansados de Ecuador, viajamos por todo el país. Andábamos paseando por Perú y decidimos venir a Chile porque teníamos muchas invitaciones. Nos decían que el país era bueno y que el carrete era fenomenal".

Su primo complementa. "Veníamos a trabajar como bartenders, pero es un oficio muy mal pagado aquí, como $10 mil la noche. Soy barman hace diez años y barbero desde los 12 y acá lo adopté como profesión".

Primero trabajó a porcentaje en una peluquería de la galería Almendral, pero pronto se dio cuenta que podía independizarse. "Junté las lucas y me instalé, nos ha ido bien. He tenido buena acogida con la clientela", asegura.

Los primeros llegaron pidiendo los mismos cortes de sus ídolos de La Roja, como Alexis Sánchez o Arturo Vidal. Luego Mario les fue sugiriendo otras opciones, "los asesoro sobre qué les queda mejor. A mí no me gusta el fútbol, entonces he tenido que aprender y mirar. Acá han llegado jugadores del Wanderers, pero yo no los ubico, me han tenido que decir".

Mario, ante todo, es un barbero sincero. "Cuando sé que es feo el corte que me están pidiendo yo no se los hago". Uno que odia y que ha intentado erradicar es el otrora famoso tipo "sopaipilla". "Es un corte feo que puede hacer cualquiera, no tiene ningún trabajo. La gracia del degradado es que no se noten las diferencias ni las marcas entre las zonas más cortas y las más largas. Debe quedar completamente difuminado", explica Zambrano.

Las mujeres también llegan a esta barbería, especialmente para el perfilado de cejas. "Le dije a una amiga de una farmacia y le gustó tanto que después me mandó a muchas clientas más". Eso sí, pocas se atreven con el degradado, "las lesbianas sí lo hacen, las que son de aspecto más masculino".

Una historia de amor

Extranjero conoce a porteña, se enamora, recorre kilómetros para establecerse con ella en el Puerto Principal. Echa raíces acá y se confunde con el resto de los porteños.

Esa es una historia ya clásica por estos lares, pero que siempre aparece con matices. Es el caso del dominicano José Manuel Trinidad y la playanchina Jordan Jara. Ellos se conocieron en Barcelona donde vivían y hace cuatro años se vinieron a Chile. Y hace tres meses inauguraron la peluquería "The dominican flow" donde él es amo y señor de máquinas de afeitar y navajas, mientras ella cobra y hace las uñas.

Este local está al fondo de una galería comercial de calle Molina (entre Salvador Donoso y Chacabuco) y afuera un cartel anuncia los servicios que se ofrecen dentro. Y cómo no, la banda sonora acá también es la bachata de Romeo Santos. "Ellos van con su música a todos lados", advierte Jordan, quien debió acostumbrarse a eso.

Entre los clientes figuran un joven recién salido del colegio y un niño pequeño que tiene ganas de un look tipo futbolista.

José Manuel cuenta que aprendió las técnicas de la barbería en España, con unos amigos dominicanos. "Yo hago cortes con navaja, degradados desde el uno o el cero". El número indica el nivel de corte, el cero es el más corto y de ahí para arriba. "El pelo se deja del tamaño que el cliente quiere, el más corto se logra con navaja", explica.

José Manuel también hace el corte mohicano, líneas y hasta figuras. Muchas mujeres no llegan al local, pero algunas de pelo largo han pedido que les rasuren la nuca y les dibujen unas estrellas, así cuando se hacen moño pueden lucir estos detalles.

Los que más se atreven con "The dominican flow" son los más jóvenes. "Acá piden harto las líneas. Nosotros (los extranjeros) hemos traído estos cortes y acá les gusta, pero son muy pocos quienes los pueden hacer".

Eso sí, Trinidad señala que los porteños no tan osados, todavía prefieren los looks más convencionales. "Son tradicionales, pero ya se están abriendo más al mundo de la moda. Hace poco atendí a un médico que quiso cambiar, se hizo un degradado desde cero y quedó feliz. Lo importante es no juzgar a las personas por su aspecto, las apariencias engañan. Por eso la gente no se atreve, porque la juzgan mal o los tildan de 'flaites'".

Sebastián Soto tiene 18 años y el pelo bien liso. Él pidió que le dejaran súper corto el pelo a los lados y de arriba le cae su melena. Cuenta que antes usaba el mohicano, pero ahora optó por este otro modelo. "Cuando me lo lavo me echo champú en toda la cabeza y listo".

Relajados

Antes de trabajar como peluquero, José Manuel Trinidad era operario de una grúa, de esas que se utilizan en la construcción de edificios altos. Pero tenía ganas de ponerse con algo propio. "Es más libre, no tienes jefe y tampoco debes cumplir horario. Igual tienes uno, pero no es tan rígido como si trabajaras para otra persona. Y acá estamos, haciendo lo mejor que sabemos hacer, los mejores degradados", asegura.

Jordan Jara cuenta que una característica de los centroamericanos es que son muy relajados. "Se adaptan muy bien a todos los lugares y no se hacen problemas. Nosotros somos mucho más atacados, ellos no". Ellos cortan el pelo con todo el flow.