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Reñaca, el barrio playero de los mendocinos

Avenida Borgoño parece la peatonal Sarmiento. Compañeros de colegios y amigos de clubes de fútbol se reencuentran en una cuadra y sin celular de por medio. El balneario de Viña del Mar, por estos días, es un enclave mendocino.
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Rodrigo Ramos B.

Dos amigos se saludan de forma efusiva frente al quinto sector de Reñaca, en la costanera que por estos días es la peatonal Sarmiento de Mendoza. Los amigos son Juan Pablo Arzalluz, mendocino, hincha de Independiente de Avellaneda o "el rojo", delgado, barba cuidada, no más de 30 años, arquero, que camina con una camiseta de la albiceleste y Josué Cortez, mendocino, hincha de Boca, moreno, más pequeño que su amigo, de espalda ancha, bien afeitado. Ambos se conocieron en las divisiones inferiores de Independiente de Rivadavia, a quien le llaman, cuenta ellos, la "lepra mendocina". El vasco Arzalluz jugaba de arquero y Josué lo hacía de volante con llegada, algo así como un Messi a paso de tortuga, dice sonriente.

Sin vergüenza ambos confirman que Reñaca es una playa mendocina.

-Aquí está la cuarta parte de Mendoza, veraneando- exclama Josué.

Con sólo un ir y venir entre San Expedito y el quinto sector basta para reafirmar lo que dicen los chicos. Patentes petróleo en autos estacionados y motocicletas sobre la vereda, termos de mate con diseño por todos los sectores de la playa y camisetas de clubes de fútbol, donde claro, predominan las de River y Boca, aunque por ahí aparecen unas de clubes insignificantes sacados de una séptima división. Las argentinas, por su parte, no temen llevar bikinis ni en día nublado ni en medio de la brisa algo gélida que repasa la playa. Ellas, rimbombantes, gozan de los insípidos rayos del sol y de una playa más económica (en alojamiento y comida) que las del atlántico.

-Esto es relajo total-, afirma Loredana Gaeta, con una edad indescifrable después de los 40 años, piel bronceada, pecosa y contraída, ojos verdes como vidrio de botella e hincha -no fanática, aclara- de Godoy Cruz de Mendoza. La mujer levanta su espalda, se acomoda risueña sobre la toalla y nos responde que Reñaca es muy tranquilo. Raro eso de tranquilo.

Loredana, al parecer, no ve ni escucha en su aturdimiento vacacional, el eterno embotellamiento de vehículos en la estrecha avda. Borgoño o una avioneta que pasa y extiende por el cielo nublado de enero, una publicidad del concierto de los Rolling Stones. Loredana Gaeta está de vacaciones y eso es un buen estado mental para bloquear lo molesto.

Mi celular culebrea y suena. Lo apago. Loredana me mira como si tuviera un bicho.

-¿Y usted, no utiliza móvil?- le pregunto.

Con expresión de sorpresa, responde: -¿Un móvil, aquí?

Y si no encuentra diferencias entre chilenos y argentinos, observe quien está pendiente del celular en vacaciones. Hallar un argentino con celular por estos días en Reñaca, es como encontrar una aguja en un pajar. Y si lo encuentra, es que el argentino se chilenizó.

Cristina y Sampaoli

Por la costanera desfilan cuerpos tonificados como paridos en serie por el gimnasio. Otros, argentinos, se instalan y observan el horizonte como Mitch Buchannan en Guardianes de la bahía. Las chicas, en bikini, se pasean con movimiento ondulante.

Un chico argentino que viste una camiseta de River Plate, repite varias veces la palabra culo.

El vasco Arzalluz que vaga por Reñaca como si fuera Mauro Icardi por alguna playa italiana, dice que es fácil encontrarse con amigos del barrio, del club de fútbol, del colegio y la facultad. Aquí, dice, tenemos todo el tiempo del mundo para dialogar. Josué repasa la situación: yo no pensaba encontrarme con él, pero viste. Así son las cosas acá.

-¿Y de qué conversan?

-De minas y fútbol.

-¿Y viste el partido de Boca, anoche?

-Con unos amigos nos juntamos.

-¿Y de política, hablan?...

-No, pero tengo confianza en Macri- responde el Vasco. A José no parece interesarle la política.

-¿Y qué piensas de Sampaoli, Josué?

-Es un buen DT. Salió campeón con la Universidad de Chile, y luego con la selección. Ignoro qué paso.

Le cuento.

Una vez que sabe, Josué dice que ellos tuvieron a Grondona que sería lo mismo que nuestro Jadue, pero más avispado.

Más abajo, en la arena, Loredana nos hace un análisis breve de la situación política de Argentina, sin antes disculparnos por esa pregunta tan, pero tan inconveniente en vacaciones.

"Argentina pasa por un momento complicado", dice gesticulando la mujer, "pero hay expectativas de lo que pueda hacer Macri".

-¿Pero siempre Argentina está en momentos complicados?

Piensa antes de responder y luego me da la razón con un: somos así. Le nombro a Cristina y lanza un suspiro: Cristina perdió por culpa de ell (cha) a, porque en un momento hubo confianza, pero todo se deshizo y cayó al pozo donde nunca pudo salir. Se asesoró mal.

Luego Loredana regresa al relajo. Toda su familia permanece laxa.

-¿Y se ha encontrado con amigas por aquí?

-Por allá -apunta con el dedo- están unos antiguos vecinos del barrio y en el mismo edificio donde estamos nos hemos encontrado con amigos.

Calle Las Heras

Si Borgoño es la peatonal Sarmiento, la que se llama la avenida Central de Reñaca es algo así como la calle Las Heras. Hay cafés, locales y en medio de eso, un argentino grueso carga una caja con un televisor nuevo.

-Nosotros venimos a comprar también, no sólo fue veraneo. Nos volvemos a Mendoza.-

Doblamos. El centro de Reñaca, un domingo en la tarde, es un hervidero. Un grupo de chicos sin camiseta cruza la calle. El último es un gordo con una pelota de fútbol, y que parece feliz con su pansa.

-Hey gordo, de qué equipo sos- le pregunto con acento de Reñaca.

-De River, gordo- responde.

Regresamos a Sarmiento, perdón a la avenida Borgoño, frente al quinto sector.

Se presenta como Jessica Cantatore, hincha de Rosario Central, y antes que le preguntemos por el apellido, se adelanta. Es la sobrina de Vicente, el mismísimo, el recordado director técnico de Cobreloa, en la década del 80 y que vivía en Recreo, Viña del Mar. Detrás de la sobrina de Cantatore hay un grupo de chicos argentinos. Los chicos beben mate y permanecen sentados a la sombra. Son todos artistas, o sea cantantes y modelos.

Jessica es productora y los chicos son parte de su equipo de trabajo. A Jessica la acompaña Maxi Gordillo, de Boca, mendocino, quien me explica que por trabajo utiliza móvil.

-¿Es raro encontrar a un argentino con móvil?- le pregunto.

-Y es que nosotros vinimos a trabajar, pero nosotros no somos tan pegados al móvil como ustedes. Los chilenos son los reyes de los celulares- dice.

De los celulares pasamos a Messi y Maradona. No duda en decir que Maradona es Argentina. ¿Y Messi es español? le digo, cerrando la frase. No hay otro como Diego, me aclara serio.

-Es que Diego hay uno solo y es de Boca-, reafirma Maxi.

-¿Y cómo está de salud tu tío? Le consulto a Jessica.

-Ahora está en España. Allá, en Valladolid, lo quieren mucho-, afirma.

-En el norte, en Calama, también lo quieren mucho-, le digo.

Luego Jessica pone un rictus serio para hablar de Argentina. Su análisis es lapidario: Argentina está mal. Se toma la cara con la mano, mientras en la playa el oleaje hace cada vez más estrecho el espacio entre mar y cemento. La playa se alborota por una gran ola.

Y Jessica continúa: la inseguridad en Argentina es el principal problema del país, al igual que la inflación.

-¿Habías visto olas de ese tamaño?- le pregunto.

Jessica Cantatore mira hacia el mar, como todos en este momento. Me encanta Chile, afirma.

-Me vendré a vivir acá-, afirma con todo seguro.

-Pero, el mar así como está llegará en los próximos años a la cordillera de Los Andes-, claro.

-Mejor, así Reñaca estará más cerca de Mendoza-, dice sonriente.