Fabián San Martín D.
Tras disfrutar el martes de un lindo día de playa en Maitencillo, Carla Cárdenas y su esposo Fabricio Siclari emprenden viaje de retorno a su hogar, en Curauma. En el asiento trasero de la Mitsubishi Montero van sus hijas de 10 y 14 años, junto a una amiga. Oyen en la radio la noticia que la región tiene un alto indice de victimización por la delincuencia. "Gracias a Dios nunca nos ha pasado nada", le comenta ella a su cónyuge, ignorante que sólo en un rato la familia engrosaría la lista de víctimas de delitos violentos.
El matrimonio dejó a la amiga de sus hijas en Playa Ancha, y cerca de las 21.30 horas arribó a su residencia en el acomodado barrio de Laguna de Curauma. Estacionaron y Carla descendió a abrir el portón. Le llamó la atención la presencia de dos jóvenes desconocidos, y cuando uno hizo el ademán de sacar algo de su chaqueta, la sicóloga corrió al vehículo para alertar que cerraran las puertas. Era tarde, porque los tipos sacaron armas de fuego e intimidaron a su marido exigiendo la entrega de las llaves. "Uno fue a la parte trasera y amenazó a las niñas con la pistola. El otro me pidió que me bajara y lo hice súper tranquila para no alterarlo, porque me dio miedo. El tipo como que me abrazó y me puso el arma en la cabeza: 'Tranquila tía, si se queda tranquila no le va a pasar nada', me dijo". Recuerda que en el intertanto su esposo opuso algo de resistencia al otro ladrón, pero ella le pidió que dejara que se llevaran la camioneta, por temor a que se tornaran violentos con las menores.
De película
Con los asaltantes ya en la Mitsubishi, el matrimonio detuvo a un vecino bombero y en su móvil salieron en persecución. Pero tuvieron que seguirlos a cierta distancia, ya que el antisocial que iba de copiloto se asomó por la ventana y los apuntó con intención de hacer fuego.
Los perdieron de vista en un supermercado. El matrimonio hizo la denuncia en la subcomisaría de Placilla, y a su casa llegaron carabineros de civil de la SIP y el OS-9, además de la PDI. Fueron al cuartel y Carla reconoció a uno. De 19 años, es miembro de una banda de Rodelillo, y tendría casi 60 arrestos. La sicóloga se quiebra al recordar la experiencia. "Hay una sensación de impotencia, de rabia porque las niñitas tuvieron que pasar por esto. Me decían 'mamá esto es una pesadilla'. Nos interesa que esto salga a la luz pública, que se sepa que en Curauma pasan estas cosas. Me sentía segura, pero que suceda esto en la puerta de la casa cambia todo. Dan ganas de irse pero nos quedamos, hay que seguir adelante y los delincuentes no nos pueden ganar", recalcó la atribulada profesional.