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A 31 años del fusilamiento de los sicópatas de Viña del Mar en Quillota

Los carabineros Jorge Sagredo y Carlos Topp Collins fueron ejecutados mediante la pena de muerte. El periodista Alfredo Villalobos fue testigo de aquella jornada.
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Mirian Mondaca - La Estrella de Valparaíso

Todo Chile se mantuvo en vilo por casi dos años. Diez asesinatos y cuatro violaciones, que tuvieron como testigo a la turística Viña del Mar, la misma que era símbolo del lujo y el espectáculo durante cada verano con su glamoroso festival. Con un nudo en la garganta, los viñamarinos intentaban hacer su vida normal, pero la seguidilla de crímenes hizo que fuera una tarea imposible. La tranquilidad sólo llegaría en marzo del año siguiente, con la detención de los culpables.

Era febrero de 1981, en plena temporada estival y apenas a cinco días de terminado el certamen de música más importante de Latinoamérica, la comuna se volvía a teñir de rojo. Aquel año la Quinta Vergara había reunido en su escenario a Julio Iglesias, José Luis Rodríguez, Miguel Bosé y Camilo Sesto, en el que hasta hoy se considera el mejor festival de la historia. Asesinar en ese contexto, con cientos de turistas, autoridades y la élite económica por las calles viñamarinas, era una locura. Una locura que sólo un sicópata podía hacer. Y, claro que ocurrió, en un acto desafiante para la sociedad chilena.

A esas alturas nadie se sentía a salvo y el terror colectivo se esparcía rápidamente por todo el país. Desde empresarios, pasando por jóvenes enamorados hasta una prostituta fueron atacados. Cualquiera podía ser la próxima víctima. Entonces, en Quillota - como cualquier otra ciudad- se seguía con atención el caso y, cuando la incertidumbre se terminó con la detención de los sicópatas de Viña el 8 de marzo de 1982, se respiró con alivio. En ese momento, nadie se imaginó que tres años después las miradas de todo Chile se posarían sobre la ciudad canaria para el último fusilamiento por pena de muerte.

Era impactante

El Premio Nacional de Periodismo Deportivo, el porteño Alfredo Villalobos Silva, antes de dedicarse por completo a pisar las canchas nacionales y extranjeras, siguió de cerca el caso de los sicópatas de Viña del Mar reporteando para UCV TV. Luego, también cubriría el fusilamiento en la cárcel de Quillota para La Estrella de Valparaíso y como corresponsal de La Nación.

Durante los meses que se extendió la seguidilla de asesinatos, una de las cosas que le llamó la atención a Villalobos fue el corto lapso de tiempo en que ocurrieron los crímenes. "Era impactante que cada nuy corto tiempo aparecieran cadáveres con balazos y la verdad es que eran asesinos en serie", comenta, hoy en la tranquilidad de su hogar a pocas cuadras de la Plaza Victoria de Valparaíso.

El día d

La jornada de fusilamiento comenzó el día anterior para el periodista porteño. Recuerda que, para llegar con tiempo, captar algo del ambiente que se vivía en Quillota y seguir todo el protocolo de seguridad necesario para ingresar al penal, partió su viaje pasadas las siete de la mañana del lunes 28 enero. Aquel día, el tenso traslado en el móvil de La Estrella lo hizo junto al conductor, el reportero gráfico y su colega Ricardo Ruiz. No era como cualquiera mañana de reporteo, pues "saber que en ese momento se estaba preparando un fusilamiento y que después iba a ver me provocaba una sensación extraña, no la podría describir", comenta.

A las nueve ya estaba en Quillota, en un arribo que significó encontrarse con otros colegas, muchos de ellos caras conocidas, que ahora se volvían a encontrar en circunstancias muy diferentes. "Viajamos muy temprano porque había una expectación mundial. Cuando llegamos ya estaba lleno de periodistas y camarógrafos", recuerda. En la calle, a pesar de la cuidada forma en que se realizaba el procedimiento para el posterior ingreso de los periodistas, los quillotanos intentaban seguir cada detalle de lo que ocurría al interior del penal, mientras que Ruiz daba de baja una cajetilla de cigarros, producto del nerviosismo.

Finalmente, las largas horas de espera pasaron, y alrededor de las siete de la tarde, Villalobos entró a la cárcel, luego de ser llamado por su número de inscripción. Ya adentro, el Premio Nacional cuenta que "fui uno de los primeros. Te chequeaban la identidad, te revisaban y te mandaban a cambiarte ropa. (...) después te pasaban un lápiz y una hoja, no podías tener cámaras ni grabadoras. Los gráficos tenían que quedar esperando afuera".

La tensión se podía sentir en el ambiente, todos permanecían callados. "Había un silencio sepulcral. Suena raro, pero era como una obra de teatro, como que había comenzado la obra y todos nos quedamos en silencio", comenta. Tan estresante fue ese momento, que algunos comunicadores no resistieron y hasta perdieron la cordura, como dos periodistas santiaguinos que fueron sacados con algunas copas demás de la cárcel. "Novoa, el Director Nacional de Gendarmería echó a dos para afuera porque estaban copeteados", recuerda de ese momento que le arrancó una pequeña sonrisa nerviosa.

Luego, tras pasar por un largo pasillo a oscuras, donde incluso era grabado, y esperar por más de dos horas y media en un salón sin sillas, había llegado el momento que por el que todos estaban allí. Villalobos comenta que fueron ubicados en sillas, apostadas en 10 filas de 10 asientos cada una, calcula. Ese lugar estaba en altura, "unos dos pisos más menos", sobre una cancha de basquétbol "viejísima", con dos postes de madera iluminando el lugar.

Ahí, mientras a lo lejos se comenzaba a escuchar tenuemente el rezo del sacerdote que acompañaba a los condenados, también se percibía el sonido de los grilletes dispuestos en sus manos y pies, a medida que con su lento andar se acercaban al paredón. Luego, en un ritual que no duró más de cinco minutos, entraron los fusileros con zapatillas blancas, tratando de hacer el menor ruido posible. De inmediato, el comunicador recuerda que "se acomodaron, y a Collins y Sagredo les pusieron un disco colgando en el lado del corazón", y lo demás es historia conocida.

Las 05:52 de la madrugada un estruendo sacudió las paredes de la hoy ex cárcel de Quillota, las calles y también el corazón agitado de Villalobos. Ese disparo que "resonó en toda la ciudad" no lo pudo quitar jamás de su mente y, sin duda, lo acompañará por el resto de su vida. Así como la sensación que dice, tuvo al ver agonizar por casi un minuto a Jorge Sagredo, "con borbotones de sangre saliendo de su cuerpo", hasta que , finalmente, murió sin la necesidad de darle el tiro de gracia.

Ese es el día más tenso que le ha tocado vivir, según sus propias palabras. Pero, el particular humor de uno de sus colegas, capaz de ver el lado amable a cualquier situación, y que tras salir de la cárcel le preguntó: "¿y vas a hacer camarines?", en alusión al reporteo tras un encuentro deportivo, sin duda, alivio un poco su ánimo. Una talla que ayudó a aliviar el estresante momento, y que hoy forma parte también de los recuerdos de aquel histórico día, donde con el fusilamiento de dos ex carabineros se acabó la pena de muerte en Chile.

Crímenes

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Diez asesinatos y cuatro violaciones son los crímenes provocados por los sicópatas de Viña: - Homicidio de Enrique Gajardo Casales, el 5 de agosto de 1980 en el camino El Olivar, cerca de la intersección de la variante Achupallas. - Homicidio de Alfredo Sánchez Muñoz, el 12 de noviembre de 1980 en el sector del Estadio Sausalito, oportunidad en que igualmente violaron a su acompañante. - Homicidio de Fernando Lagunas Alfaro y Delia González Apablaza, el 28 de febrero de 1981 en el estero Marga Marga. - Homicidio de Luis Morales Álvarez, 25 de mayo de 1981 en el Camino Granadilla. - Homicidio de Jorge Inostroza Letelier, el 26 de mayo de 1981 en Reñaca, oportunidad en que violaron a su acompañante M. S. I. - Homicidio de Raúl Aedo León, el 28 de julio de 1981 en el sector del Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar. - Homicidio de Oscar Noguera Inostroza, el 28 de julio de 1981 en Limache, oportunidad en que violaron a su acompañante A. M. R. C.. - Homicidio de Jaime Ventura Córdova y Rosana Venegas Reyes, el 1 de noviembre de 1981, bajo el Puente Capuchinos.