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Distribuidora La Francesa, el espumante de Valparaíso

En el corazón del plan porteño se sitúa este emprendimiento familiar que le ha puesto garra y pulenta en posicionar en la zona las bondades, contra viento y marea, de aquel glorioso elixir: la fina importación del champán galo.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Cuando nos ofrecen una copita de espumante, casi de manera refleja pensamos en lanzar el corcho por los aires y salir rajados en busca de abrazos mientras los fuegos artificiales dan la bienvenida del Nuevo Año. O lo relacionamos con un aperitivo para, digamos, despertar al león gástrico que todos llevamos bien adentro.

Pero, ¿qué tal si descubriésemos que se puede beber perfectamente el espumante con el postre o en esa cena con tu mujer o pareja o incluso en aquella parranda con esos colegas y amigos de la empresa?

Así de grande es el universo que se esconde detrás de este vino generoso, el mejor aliado de las carnes, pescados o postres, algo que no cualquier trago puede presumir.

Si nos ponemos pitucos y bebemos de la historia, a partir del siglo XVII comenzó a convertirse en el caldo preferido por la realeza y los nobles europeos. Así se fijó la asociación del champagne con el lujo y la elegancia, cuya cúspide fue la previa a la revolución bolchevique (1917), cuando los zares rusos importaban como locos casi todo el stock de aquel adictivo brebaje desde Francia.

Ahora, ¿es lo mismo decir "espumante", "champagne", "champaña", o "champán"? Sí. Entonces, ¿por qué se lo conoce de distintas formas? Créase o no, es por una cuestión legal. Patentada.

El nombre original de este hijo regalón de Baco (dios del vino) se caracteriza por contener gran cantidad de gas en su interior, que es "champagne". Esto se debe a que este tipo de vino con efervescencia proviene de la región francesa de Champagne. Pero los franceses, exclusivos y nacionalistas como suelen ser, no permitieron legalmente que su nombre se utilice fuera de su país. Por lo tanto, el nombre "champagne" no puede ser usado por productos que se produzcan fuera de la región.

Contacto en Francia

Si seguimos apuntando brújula hacia Europa, los franceses han sido precursores de muchas cosas buenas para la humanidad: la Torre Eiffel, los derechos humanos y también el caso que aquí nos convoca al salud, los vinos espumantes.

Y es que La Francesa es una prestigiosa marca de vino espumante de alta calidad y reconocimiento internacional que la familia Ackerman ofrece año tras año desde, imagínese: ¡1811!. Situada en el pueblo francés de Saumur, en el Valle del Loira, esta casa fue la primera de la región en producir el espumoso, siendo la única de esta zona durante más de cuarenta años. De hecho, aplican el método champenoise: procedimiento para hacer vino espumoso al estilo de la región de Champagne.

En esa senda nos encontramos con una atractiva historia que data de un siglo atrás cuando los Ackerman exportaban sus productos desde la tierra de la Marsellesa hasta el puerto de Valparaíso.

Hoy el cuento se repite. Porque Comercializadora La Francesa es un emprendimiento binacional donde lo porteño se vuelve a encandilar con la Ciudad Luz, para hacerle ojitos al mercado chileno. Así, a fines del 2014, se rearma una burbujeante alianza que promete generar lazos comerciales en el tiempo.

Desde su fundador Jean-Baptiste Ackerman, varias generaciones han desarrollado lo mejor de las vendimias, la nobleza de los viñedos y la maestría propia de los 'assemblages' (un vino de buena calidad que se mezcla con otro para potenciarlo).

De fierros al champán

Pero nada de esto hubiese sido posible de disfrutar acá sin la perseverancia de un apellido que desde hace décadas ha recorrido sobre ruedas por el cotidiano porteño. Nos referimos a los Egido, una familia cuyo padre, el gremialista Antonio Egido, fue un reconocido dirigente camionero y que supo ganarse la afinidad de muchos ciudadanos a la redonda hasta que un quinto infarto a los 60 años le puso alto.

Así, en una vuelta de tuerca al negocio vehicular, sus hijos cambiaron, años después, los grasientos fierros -que supieron llevar por algunas décadas- por refrescantes espumantes que hoy comercializan con la novedosa marca Marquis de la Tour.

Y la que aquí se encarga de manejar y distribuirla a restorantes, eventos y catas en la zona (porque como estrategia no las verá en supermercados) es María Pilar Egido, con un dato de aquellos: ha sido la primera y única profesional mujer en titularse como técnico mecánico automotriz diesel en la Universidad Santa María, en Rancagua. "Sí, la única chica hasta el día de hoy que egresó de esa carrera". Tenaz en lo suyo, eso cree.

Nacida y criada entre los cerros y el plan porteño, María Pilar estrechó vínculos con el país galo mientras estudiaba en la Alianza Francesa. Hoy radica en su adorado cerro Concepción. Y puso el ojo en la zona donde otros no: se hizo, contra críticas, de una amplia bodega antigua de 1500 metros cuadrados en calle Las Cañas.

Desde el piola galpón, se las ingenia para hacer las entregas con su suv Citroen en directo y a domicilio. También le sirve el espacio en Las Cañas como salón de operaciones. Allí, en su extensa y temperada oficina al natural, María Pilar Egido, gerente comercial, comenta sobre su emprendimiento.

"El boca en boca es clave en nuestra estrategia", recalca de una. Lo que interesa, su precio: cinco mil pesos la botella (con su bolsita reciclable gratis). Si le apetece caja, incluye seis botellas por 30 mil lucrecias. Dato rosa: se deben servir entre 6 y 7 grados.

"Su costo es súper asequible, eso tomando en cuenta su calidad y frutosidad". ¿Y cómo fue al inicio? "Se importaron 30 mil botellas de las tres etiquetas. Al principio, de la Viña Ackerman, nos dijeron que estábamos locos con la idea. ¡Chile, país exportador de vino!... pero luego vieron el potencial", afirma la gerente, mientras al fondo de la oficina su hija Begoña, de tan sólo 16 años y con aire a la chica de la peli Amélie, ya la secunda en la ruleta del duro oficio del emprendedor.

El hermano de María, Antonio Egido, gestor del proyecto y gerente general -graduado de la Adolfo Ibáñez-, recorrió el mundo hasta radicar de vuelta en Chile y quedar en Coca Cola. Luego la empresa cola lo manda como representante a Suiza. Allí negocia su retiro. Entonces vuelve a Francia. La ampolleta se le alumbra, también el nicho: frente al museo de la Viña Ackerman, que tuvo presencia en Chile de 1870 a 1890, Antonio vio un potencial negocio, y más con el link Valparaíso. Así se le ocurrió amarrar el marketing Francia - Chile.

De allí, la realidad criolla casi los hace frenar. Pero como buen Egido, pisaron aún más fuerte en la pista de los negocios. Eso sí, reconocen que los temas de libre tratado entre ambos países y las patentes de alcohol, han sido dolor de cabeza. "Muchas trabas. Pero nosotros creemos en Valparaíso, a pesar que todos nos han dicho que miremos a Santiago", dice María Pilar, con un tema en el tapete: "Hacemos un trabajo de hormiga. Entramos por precio y calidad. No estamos amarrados con nadie".

Estrellas espumantes

El robusto y creciente posicionamiento en la zona por el que apuesta este emprendimiento porteño-galo se debe a tres irresistibles insignias: Brut (Medalla de Plata Concurso Mundial de Espumantes 2012), Demisec, y Rosé (86 puntos en el Wine Spectator 2012). Las etiquetas en cada una de las elegantes botellas de champán son originales. De hecho, la contraetiqueta está en español, un detalle que se agradece al momento de chequearla a fondo.

Para que se le haga agua la boca, indagando sobre dicho producto, el ciclo de este manjar jugoso comienza en las bodegas donde se materializa la mejor mezcla del vino después de la primera fermentación. Todo manejado por su enólogo experto, de acuerdo a una tradición patentada por 200 años: la clave del éxito de la marca Marquis de la Tour.

No es todo. La segunda fermentación es a temperatura controlada y se realiza en depósitos de acero inoxidable por cuatro semanas. ¿Resultado? Un fino espumante con prestigio y a precio competitivo.

Si vamos con lupa, póngale talento al tinteli burbujeante con clase. Para ello, dos premiados, Marquis de la Tour Rosé y sus tres varietales: cabernet franc, carignan, grenache. Notas de cata: color: rosado brillante. Nariz: notas de fresas y frambuesas. Boca: fresco, con un toque intenso de frutas rojas.

Marquis de la Tour Blanc Brut. Varietales: Chenin, Airen. Notas de cata: color: amarillo. Nariz: aromas florales. Boca: sabor a melón maduro.

María Pilar Egido asegura que su lema pasa por ser transversales. Por eso ya hay varios restorantes de la zona que los tienen fijo en su carta. En Viña del Mar: Portofino, Austriaco, Queens. Incluso el Bar Hollywood. Valparaíso: Colombina, Pachapapa, Paparazzo. Concón: Calypso, Costa Cochoa.

Ya antes de la despedida, con copa en mano y el brindis de rigor, María Pilar lanza una reflexión, como para avivar la espuma: "Ojalá el público pueda degustar estos exquisitos espumantes en una linda terraza, en un buen restorante o en su casa. Y siempre, lo importante, con sus seres queridos".