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"El Derby" visto por dentro: al fuerte galope de las carreras

Ni el famoso Festival de la Canción de Viña o los colosos Elías Figueroa y Sausalito juntos pueden reunir las 120 mil almas que se dan cita en el Valparaíso Sporting cada año. Porque aquí se vive una auténtica fiesta. ¡Cierren apuestas!
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Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso

La segunda carrera acba de empezar, pero la que realmente importa a todos los devotos -y no tanto- del mundo 'turf' se desarrollará casi al finalizar la jornada, en el filo del ocaso, la que nadie se quiere perder, la número veintidós: clásico "El Derby".

Y es que los caballos han pertenecido al imaginario humano desde los albores de los tiempos… plasmados ya sea en las gélidas cavernas de refugios paleolíticos o luego domesticados desde la Edad de Bronce. Incluso si miramos a la mitología, Sagitario y Pegaso galopan allá arriba en el firmamento estrellado.

Domingo 7 de febrero, 11:30 de la mañana y el sol que no quiere salir. El ambiente para el "Máximo Desafío", arranca oscuro: mientras el caballo Divertimento -que se apronta a vivir su peor talla- arremete por el carril derecho a 400 metros de la meta, de la nada se desploma hasta rodar, junto al jinete, por el sector de los palos. "Infarto del animal", aseguran los expertos.

Si un partido de fútbol puede resultar aburrido, ¿cómo soportar los vacíos entre cada carrera...? podría preguntarse algún neófito en el tema.

Una fría brisa marina invade las dependencias del Valparaíso Sporting en Viña del Mar (la palabra Club fue eliminada… "hay que ser más integral" el juicio del Directorio). Pero eso parece prender a los incondicionales del deporte "Rey de Reyes" en el sector más folclórico del recinto: lanzan carbón a las parrillas, otros le ponen bueno al tinteli con caña de la noche anterior (aquí muchos pernoctan en carpas desde el sábado) y los comerciantes venden lo invendible: desde útiles escolares hasta mariscales.

Elena Rojas, de Forestal Alto, es vendedora de calzado "fino" advierte. Por solo dos lucas se puede adquirir unos modelitos de pasarela de marcas, supuestamente, originales como Vía Uno y Azaléia. "Nos va bien, acá vendemos harto", ratifica doña Elena de coqueta labia.

Poco más adelante, un familión de Punta Arenas hace su particular 'banderazo' magallánico. También están presentes personajes del inventario porteño: Carlos Fierro (dueño del restorán bar Liberty) y el "rey del choclo" en el Cardonal, Álvaro Pérez. "Somos como el Gordo y el Flaco; Starsky y Hutch", añaden mientras empinan fuerte el codo y tiran un chanchito a la parrilla.

Partieron…

La fiesta continúa y en este circo no hay payasos ni elefantes, pero si hartos caballos o yeguas, mulatos, colorados… La tarde despunta. Al concluir la 12 carrera, se anuncia al caballo ganador con un nombre de aquellos: Augusto Pe, del preparador Ximeno Urenda. Ya antes habían corrido Fito Páez, Sobrino de Tarzán y hasta la yegua Lady Gaga.

Grandes ejemplares han inscrito su nombre en El Derby. El último triplecoronado en Chile, único caballo en lograr este título en los tres hipódromos, Wolf (Domineau y Luna Fría por Rigel II), criado en el haras Santa Amelia, deslumbró en la versión de 1991. El año pasado Il Campione del rey (¿de copas?) Vidal arrasó.

Por Avenida Los Castaños ya se divisa un mar de gente que comienza a arremeter como embravecida marejada por cada espacio del popular y a la vez selecto hipódromo.

A eso de los seis de la tarde y con el car'e gallo asomado y pegando fuerte, los gritos de júbilo parecen indicar una escena distinta: se vive un escenario en el que convergen personajes de todo tipo. En realidad, los caballos parecen no ser los protagonistas, sino todo lo que sucede alrededor de ellos. Sus propietarios y otros seres sociales llegan vestidos con las mejores pintas y abordo de un desfile de marcas premium de autos.

Al otro extremo, la esfera la conforman jockeys y asistentes. A continuación florecen los entrenadores de los caballos, con cierto aire a jet-set que ya se hubiese querido el 'amateurismo dandi' de Sampaoli.

Los visitantes son la masa pasional, sin ella el pintoresco espectáculo sería fome. Algunos enfermos de fanáticos, otros no tanto, pero muchos apuestan y todos, casi siempre, suelen perder. Una cosa aquí parece máxima: la derrota es la primera en llegar y la última en irse; siempre está presente.

-Qué sentido tiene apostar si sabes que vas a ganar-, me confirman algunos hípicos de peso a la pasada en los puestos de apuesta. Uno de esos es Ariel Gaete, de Limache. "Aún estoy decidiendo".

Las posibilidades de apuesta, como me comenta otro entendido, son infinitas. Se puede apostar por un caballo ganador (única), por los tres primeros (triple), en fin… cualquier opción puede ser concebida, y también mil oportunidades para perder... En cada carrera, siempre hay algún favorito de modo que es un factor a meditar, al igual que los pronósticos de los periodistas y su porcentaje de acierto.

Así un gurú de las comunicaciones como Wilfredo Fernández, con un cuarto de siglo cubriendo al Derby y clásicos como Dios manda, me dice: "Este debe ser uno de los mejores en los últimos 10 años. Voy fijo a Flyer".

El reparto continua. Las esculturales modelos no son mudas, de verdad, saben hablar. También engalanan las fotos y suelen aparecer en los recortes de prensa con una sonrisa al lado del caballo. Quizás el único factor humano lo desprenden justamente los equinos. Me gustaría saber qué piensan los animalitos de todo esto.

La vista global del hipódromo describe unas hermosas gradas que se levantan al costado entre la salida y la línea de meta. Un anfiteatro más grande, ruidoso y populoso.

Detrás de mí, una ancha torre blanca vaticina grandes vistas. La exclusividad asciende como el fuego, mientras en la base de ésta el mirador es abierto al público en forma de tribunas ya repletas. En el último piso hay que poseer un pase especial. Allí se divisan sofisticadas personas comiendo; incluso algunas damas con elegantes sombreros (una noble tradición que recuerda a las cortes británicas). La visión del Valparaíso Sporting desde allí es una de las más completas, por eso en ese lugar sabe tan bien el mismo plato de siempre.

En el camino me saluda Luis Catena. El famoso propietario che con aire a lo Dustin Hoffman en la serie hípica de culto "Luck" y que, a punta de palmarés, con su Candy Sun (hijo del semental Irish Brother) galopan de boca en boca en un coro general: ganar El Derby. Quienes saben, destacan las capacidades de aplomo del potrillo quillotano líder de la generación del Club. También su tono muscular y cuidada alimentación en los cuartos traseros. Tienta su apuesta.

Ahora es momento de fotos. Llegan las autoridades (la alcaldesa de Viña junto a su habitual séquito, también el gobernador porteño, etc.), además figuras públicas como un trajeado ex tenista Fernando González que nos asegura estar "contento y feliz de disfrutar aquí de la hípica" y el magnate de las comunicaciones, empresario, mandamás chuncho y peso pesado en la órbita turf, Carlos Heller ("da gusto vivir esto"), (y cómo no, don Carlos… pienso).

A lo lejos, la voz del hipódromo se siente omnipresente en todos los rincones: se acerca el momento y yo, más menos, cerca por las caballerizas (¡cuidado con una patada o potazo!) donde los equinos calientan antes de saltar al óvalo de pasto por la gloria en los 2400 metros.

Allí los jinetes parecen más pequeños de lo que realmente son, ¿tal vez un metro y medio? Antes y después de cada carrera, los jockey deben pesarse ante un juez que les examina. Unos gramos menos pueden decidir una victoria.

En el Sporting el calor asfixia, los periódicos que muchos seguidores jamás leerán se convierten en improvisados abanicos.

Últimos metros

De vuelta y debajo de las gradas, se encuentra un museo con los rostros y galvanos de personajes famosos de la hípica. Es en este lugar donde por los costados viejitos se hacinan releyendo las apuestas, los nombres de los caballos, de los preparadores. Analizan todos los datos que intentan digerir y extrapolar para convertirlos en victorias y transformar así, tal vez su miseria en alegría.

El clamor es popular y popular es la afición. La carrera es fugaz, apenas dos minutos y cambio fuera. Sin embargo, la emoción radica en los instantes previos, en saber a qué caballo se debe apostar, en algún soplo de fortuna, en alguna ayuda divina.

Me ubico en el otro extremo del anfiteatro. En la misma pista, casi por azar. El aire se nota más agradable y denso a la vez, así lo percibe casi a un metro -afortunado yo- la reina del Derby, Fernanda Grossi, quien no para de frotarse las delicadas manos sobre su esculpido rostro. "Ahiii, qué nervio. ¡Estoy ansiosa!". A su lado, el gerente general Carlos Droppelmann, un eximio conocedor en este deporte y que se criara al costado de estas pistas.

Dicen que los caballos buenos corren solos, que nada más hace falta darles cariño, buena alimentación y saber entrenarlos.

Así la hazaña tipo Maracanazo en su edición 131 se consume: azotar pronósticos y doblegar a los favoritos Agatón, Incentive Boy y el crédito viñamarino Candy Sun. También al destino. Y todo cortesía a los resoplidos bravos al galope del mulato y aquel pulso emanado del Olimpo jockey de su monta.

A la postre, una postal: atropellada en los últimos 400 y 1 ½ cuerpo por sobre los rivales que pusieron en lo más grande a Río Allipén y su jinete, Hernán Eduardo Ulloa. Una dupla que le faltaba "la chaucha para el peso" y que supo amarrar en este clásico pasajes a la gloria, al prestigioso Gran Premio Latinoamericano en Brasil y yo que de hípico, quedo al debe y aún con el hándicap de seis carreras por disputar.