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El lado íntimo y desconocido de las fotografías de Larraín

El crítico de arte Carlos Lastarria tuvo la oportunidad de conocer detrás de cámara el trabajo del connotado fotógrafo Sergio Larraín.
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Priscilla Barrera Llanos

Un tipo introvertido y reservado, lo opuesto al clásico artista bohemio, así describe el crítico de arte, Carlos Lastarria, al destacado fotógrafo Sergio Larraín, cuya retrospectiva se está presentando por estos días y hasta el 30 de marzo en el Palacio Baburizza de Valparaíso.

Una retrospectiva que bien puede describirse como un viaje por Chile en 120 fotografías, en muchas de las cuales Lastarria fue testigo privilegiado, sin imaginar que el hombre tras la cámara sería un día uno de los más grandes fotógrafos del mundo llegando a ser parte de la prestigiosa agencia Magnum Photos.

"Él venía a indagar la vida, era un hombre tranquilo, introvertido, muy reservado y no un hombre de bohemia. Era muy riguroso en el sentido que venía a cumplir un oficio", detalla Lastarria.

"Él vino varias veces a Valparaíso. Me da la impresión que él andaba en la búsqueda de identificar lugares y formas de vida. Él había venido el año 52 cuando era muy joven y la época más importante fue el año 1963 en que estuvo un largo tiempo en Valparaíso o vino por largos períodos", detalló Carlos Lastarria.

¿Pero cómo fue que Larraín logró introducirse en el mundo de la bohemia sin ser cliente o en las poblaciones más marginales sin recibir el rechazo por respuesta?

Ocurre que Larraín tenía buenos y bien vinculados amigos, pero no en el sentido que suele entenderse el vínculo social: para ir a bares o a las poblaciones más peligrosas no se necesita ese tipo de contactos.

El crítico de arte recuerda que Larraín buscó en el barrio puerto y en algunos cerros identificar lo que le llamaba la atención. Larraín, según Lastarria, rompía con los esquemas del fotógrafo formal permitiéndose algunas licencias que fueron las que en definitiva lo convirtieron en el maestro de la fotografía mundialmente reconocido que es.

"Él se introdujo en sectores donde habitualmente no es fácil llegar. Llegar a una población de gente muy humilde y marginal a veces se recibe con rechazo y en el barrio puerto era más complejo todavía acceder porque es un barrio al que se llega como cliente pero no como visita". explicó Lastarria.

Y como Larraín no era un tipo bohemio, fueron sus vínculos amistosos los que le permitieron acceder a este mundo.

"Él accedió a eso de una manera distinta porque no llegó como cliente ni tampoco como intruso, sino que llegó gracias a gestiones de algunas personas que lo vincularon al medio", precisó Lastarria.

Por aquellos años, recuerda, Sergio Larraín tenía fuertes vínculos con la entonces Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile sede Valparaíso y en particular con su amigo, el arquitecto y también fotógrafo, Lorenzo Brugnoli - fallecido el mismo 2012 al igual que Larraín - y fue a través de él y de los doctores Luis García Tello y Francisco Velasco - quien atendía en el Hospital El Salvador a enfermos de tuberculosis y sífilis - a través de quienes accede a este mundo prohibido para muchos.

"Fue el Dr. Velasco el que seguramente hizo gestiones para que él pudiera recorrer el barrio no como cliente y lo hizo acompañado de tres personas: Eduardo Embry, actor y poeta; Juan López, actor y periodista; y yo que estudiaba pedagogía y quienes por entonces estábamos vinculados a 'La peña folclórica de la Universidad de Chile'", detalló Lastarria.

Larraín accedió a muchos lugares como Los Siete Espejos y el American Bar, pudo recorrer y tomar las fotos de la vida íntima de estos lugares sin recibir el rechazo, instalando su cámara e inmortalizando la bohemia porteña.

"Esa fue la experiencia de haber compartido con Sergio Larraín que para nosotros fue sin mayores pretensiones. Nunca imaginamos que iba a ser un fotógrafo famoso, no nos imaginábamos dónde iba a llegar ni tampoco dónde estaríamos cada uno de nosotros", confidenció Carlos Lastarria.

Postales románticas

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por Carlos Lastarria Hermosilla.

A fines del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo pasado fueron muy populares las tarjetas postales con paisajes y escenas románticas que se enviaban por correo postal. Generalmente sin sobre y escritas por el respaldo donde se solía colocar las estampillas. Algunas tenían textos poéticos incorporados pero las más eran escritas con tinta donde se trazaban muchos encendidos relatos amorosos o sentidos recuerdos de familias distantes.

Son esas antiguas postales las que Marta Cavieres y René Cáceres presentan en la Ante Sala de la Corporación Cultural de Viña del Mar. El año pasado exhibieron antiguas fotos de Viña del Mar. Ahora se encuentran abocados al rescate de una de las costumbres habituales del pasado y ya extinguidas. Son un conjunto de postales que han reproducido para la exposición en un formato mayor que el original.

Primitivamente eran de 15 x 10 centímetros, pero las han aumentado de tamaño para poder exhibirlas. Técnicamente han conservado sus características originales que son el color, las esfumaciones y sobre todo las intervenciones de colores intensos que se les agregaba artificialmente para resaltar algunos detalles de las imágenes. Postales que hoy son objeto de recopilación y buscadas intensamente por los coleccionistas.

La muestra representa toda una época romántica en que la correspondencia epistolar ocupaba un gran espacio en la vida de las personas. Las que dedicaban bastante tiempo a redactar textos que reflejaban sus sentimientos hacia otras personas. Son parte de una historia ya perdida y superada por la tecnología digital pero que conservan el encanto de otras vidas. Es valorable y reconocible la búsqueda, el rescate y la conservación de estas postales que son la historia íntima de muchas personas.