El complejo ambiente laboral de los trabajadores de la Subida Ecuador
Delincuencia, peleas callejeras y montañas de basura, son algunas de las condiciones en las que deben trabajar los comerciantes del concurrido sector porteño, donde se concentra el carrete y la jarana nocturna.
Matías Valenzuela - La Estrella de Valparaíso
Por su ubicación y horario de trabajo, deben enfrentarse diariamente con los vestigios del desenfrenado carrete porteño, pues las tomateras, peleas y deshechos se alojan a sólo unos metros de sus lugares de trabajo. Los locatarios de la denominada "Zona Cero" de la bohemia de Valparaíso son las principales víctimas del "amanecer del carrete" en la Subida Ecuador.
El Riconómico se dedica a la venta de completos, churrascos y bebidas hasta entradas horas de la noche. En la semana cierran a las 01.00 de la madrugada y en fines de semana bajan la cortina pasadas las 02.00. Luis Díaz, cuenta que hace algunos años que orientaron el negocio al sector de "El bajón", ofreciendo sándwiches para aquellos que los pilló el hambre entre tragos, pero por su propia seguridad debe cerrar máximo a las 02.00 horas para no exponerse él y sus trabajadores. "Si yo mantuviera abierto hasta más tarde podría vender mucho más, pero uno prefiere estar tranquilo y no arriesgarme", cuenta.
Peleas callejeras
El comerciante cuenta que desde su tribuna ve como la juventud se ha "desbandado" y ve a muchos menores de edad consumiendo alcohol, gente que camina bajo evidentes signos de drogadicción y una gran cantidad de peleas, algunas muy violentas. "Aquí siempre se ven peleas, y la verdad son bastante fuertes; a mí mismo me han roto la vitrina entre golpes, porque la mayoría está con mucho alcohol. Llega a dar pena a veces cuando uno ve a las niñitas que por cualquier cosa se ofrecen", señala Luis y añade que en los nueve años que ha estado trabajando en su negocio, ha visto como ha cambiado el sector. "Está distinto, hay mucha delincuencia, robos y hay hartas peleas en las calles, por eso que preferimos cerrar más temprano", indica el locatario y explica que cuando cierra su local debe coordinar todo un operativo con sus trabajadores "Salgo con dos personas más con los candados, me espera uno por cada lado y tengo que tomar al tiro el taxi", indica.
En la misma subida Ecuador, trabaja Valeska Durán, que es cajera en un local que vende empanadas. La mujer cuenta que el negocio se cierra cerca de la medianoche, momento en que ya se empieza a llenar de personas, y algunas beben alcohol en plena calle sin un ánimo de ocultar su hábito. "Aquí las peleas son de todos los días, es algo que ocurre muy seguido porque hay mucha gente ebria y es típico que se agarren a golpes", manifiesta Valeska y aclara que la situación se vive de día y de noche. "Se ponen en las escaleras y toman toda la mañana y todo el día. Aquí hay peleas todo el día y toda la noche", señala.
La basura
Además de las peleas, el carrete porteño tiene otra consecuencia indeseable: la basura.
Los locatarios de la concurrida Subida Ecuador coincidieron en que es pan de cada día encontrarse con latas, botellas, papeles, cajetillas y más en las mañanas. Valeska comenta que es común que cuando el sol alumbra las entradas de los negocios, se ven las pozas de orina, e incluso se pueden ver rastros de sangre y vómito, los que tienen que ser limpiados por los propios trabajadores y dueños de los negocios aledaños. "Cuando yo subo todos los comerciantes están limpiando las entradas de sus negocios, con cloro, pero esto es todos los días; sobre todo el día sábado, que se junta lo del viernes, es cuando está más sucio", asegura.
Además, Valeska cuenta que hay algunos vecinos del mismo sector que van a dejar su propia basura en las veredas de la Subida. "Ha pasado que de repente hay una rumba de basura afuera, y que no es mía así que no me puedo hacer cargo de eso", explica y agrega que una buena medida para aliviar esta situación es "multar a las personas que pillen orinando, rayando o botando basura porque así ya van a dejar de hacerlo".
Así, los locatarios de la Subida Ecuador han debido saber adaptarse a un sub mundo muy incierto e intrépido.