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Pareja hippie deleita con sus choclos arriba de una kombi

La especialidad de su esposa, que en cada almuerzo Antonio Degeas disfrutaba con gusto, se convirtió en un emprendimiento familiar. Ahora dan trabajo a una amiga y son vendedores infaltables en cada evento porteño.
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Mirian Mondaca Herrera.

Sábado 12 de abril de 2014 y la vida del matrimonio Degeas - Díaz cambió para siempre. La tranquila vida que tenían Antonio y Julieta en su casa de cerro Las Cañas cambió de sopetón, cuando el mega incendio arrazó con todo y, de paso, los dejó en la calle.

Entonces, tuvieron que dar un giro a la cotidianeidad y recordar sus tiempos de juventud hippie, cuando todo era libertad y establecerse en un lugar no estaba dentro de sus planes. "Viajábamos mucho y conocimos harta gente. Eran otros tiempos y se vivía más tranquilo, sin tanta violencia", recuerda Julieta Díaz de aquellos tiempos de amor y paz.

Así, tras quedar dentro de la fría cifra de más de 12 mil damnificados, se vieron obligados a abandonar su Valparaíso querido y establecerse en Viña del Mar, en Nueva Aurora. Pero, su vida aún está en el Puerto: constantemente visitan a su hija en el cerro Cárcel y, claro, a su inseparable kombi, recuerdo de sus movidos años de juventud. La tienen guardada en la casa de su retoño, allí hay más espacio

Hoy, esta inseparable pareja no recorre las carreteras de Chile, pero sí las calles de Valparaíso, para llevar sus populares choclos cocidos a los eventos masivos que recibe la ciudad. Pero, ¿por qué usar su legendario vehículo como carro de ventas?. La razón es una sola: la nostalgía.

No sólo en ellos despierta ese sentimiento, sino que también en sus clientes, que rodean el vehículo cada vez que los divisan estacionados en algún rincón, plaza o parque y, dirigidos por el sutil aroma de su producto estrella, llegan hasta ellos para comprar alguno. Para Degeas, "este es nuestro patrimonio, por eso lo cuidamos y lo llevamos siempre cuando salimos a vender. A mucha gente le llama la atención y se acerca, eso también nos ayuda a vender más. Todo sirve".

Recordar décadas pasada se ha vuelto una tendencia en todo sentido, opina esta pareja que vivió junta la época hippie en Chile, con marcada presencia especialmente durante la década del setenta. Una época que ha trascendido en el tiempo también a través de la moda, la música y programas de televisión. Por esta razón, no les sorprende que cada vez personas que vivieron su juventud en esa década y, también, jóvenes de hoy se interesen por su combi y, de paso, se acerquen a su kombi para mirarla de cerca.

Este fenómeno los tiene dichosos, tanto que no dudan en conversar animados con quien les pregunte de sus años mozos. "Siempre será un recuerdo de la época en que éramos lolos, cuando andábamos hippiando, algo hicimos pot ahí. La gente nos pregunta (de la kombi) y nosotros encantados de mostrársela", cuenta Degeas. Por eso, nunca se les pasó ni pasará por la mente deshacerse de ella. " Yo la quiero tanto, no la quiero vender nunca", agrega esta orgullosa mujer.

Grito y plata

A pesar de que viven en Viña del Mar, la cantidad de eventos con alta concurrencia de público que ocurren en Valparaíso y el hecho de que su kombi permanezca en la casa de su hija, hace que prefieran la Ciudad Puerto para sus ventas.

Como éste es un negocio estacional, ya que los choclos se cosechan en la temporada veraniega, aprovechan el máximo los últimos meses de cada año, enero y febrero. Han estado en el carnaval de Los Mil Tambores y el pasado fin de semana se lucieron con sus choclos en el Valparaíso Cerro Abajo.

Quizás el hambre tras horas de entrenamiento de los corredores o talvez el gusto de las familias porteñas por probar un producto fuera de lo común, o ambos, hicieron que los choclos de esta pareja de porteños se hicieran pocos. A las nueve de la mañana estaban en plaza Bismark con 200 y a las cuatro de la tarde no les quedaban más de 15. Es que tener acceso a esta comida casera en cualquier momento y lugar es uno de los secretos del éxito de su emprendimiento, aseguran. "Se venden mucho, porque es algo novedoso, que no se ve en todos lados", agrega Degeas.

Choclos para rato

A doña Julieta y su esposo le sobran las ganas, tanto que no tienen qué envidiarle a ninguna pareja de jóvenes. su vitalidad se refleja en cada sonrisa y conversación que tienen con sus clientes, a quienes incluso ayudan con datos de lugares para visitar. "Hasta la hacemos de guías turísticos, las hacemos todas", bromea Degeas.

No obstante, por más energía que tengan, las largas horas que deben estar de pie les pasan la cuenta. Por eso, la ayuda de Danae Álvarez, una de las mejores amigas de su hija, les viene como anillo al dedo cada vez que tienen que trabajar durante largas jornadas -como ocurre por ejemplo- con el carnaval de Los Mil Tambores, que se realiza durante tres días seguidos. "Esa vez nos fue muy bien, eran más días. Esperamos que este año nos vaya mejor todavía", es la expectativa de esta porteña.

Mientras la señora Julieta prepara los choclos y su marido hace las veces de promotor y se desplaza algunos metros para cautivar a los clientes con su buen humor y su labia, Danae es la encargada de vender el producto estrella, además de las dulces y populares palmeritas. "Nuestro sello es ofrecer todo artesanal y no queremos cambiar eso", comenta Degeas.

Esta misma visión de ofrecer un producto exclusivo es una de las principales razones que motivaron a Danae a acompañar al matrimonio en su aventura culinaria. Por supuesto, además de colaborar con los padres de su amiga. "Los choclos son algo novedoso, claro, la gente de los come en la casa, pero no están acostumbrados a comprarlos en la calle. Me gusta eso, porque atrae más todavía a los clientes", asegura.

Ya es más de las cinco de la tarde y los últimos bikers del Valparaíso Cerro Abajo descienden a toda velocidad por plaza Bismark. En un costado de ella, el matrimonio entrega los últimos choclos con mantequilla a una joven pareja santiguina y a su pequeño hijo. El cruce de generaciones se da otra vez, como entregando la posta para que el gusto por este maíz, representante del campo chileno se mantenga. "Está exquisito", dicen los capitalinos, mientras se despiden con una sonrisa.

La Estrella de Valparaíso.