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A seis años del 27-F, lo que la marea no se llevó

Hoy se cumple un nuevo aniversario del tercer movimiento sísmico más violento registrado en la historia moderna. Una mirada a la gestión de riesgo vista desde el Barco de la Paz.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Miro el mar desde la cubierta de un barco en su octavo piso, que no es cualquiera. La desmesura de las olas que rompe abajo con fuerza, parecen transmitir cierto temor. Una y otra vez, hasta que se acaba la serie y tras unos minutos, vuelven a irrumpir. Así funciona el Oceáno ¿Pacífico? y, de algún modo, nosotros también.

Y la naturaleza… esa misma que hace seis años exactos se ensañó con toda su furia en esta parte de la tierra a 30 kilómetros de profundidad bajo la corteza terrestre (a 150 km de Concepción y 63 km de Cauquenes) e hizo girarla, incluso, desde su propio eje. Una verdadera profecía Maya adelantada desde el 21 / 2012 que nunca fue, y sí acá con el Apocalipsis.

Porque una magnitud 8.8, al movimiento de cuatro eternos minutos gentileza de las placas de Nazca y Sudamericana, marcó hito: fue el tercer sismo más fuerte registrado con instrumentos caperuzos en la historia mundial. De paso, nos puso, una vez más, en el podio de las grandes tragedias.

3:34 horas de la madrugada del 27 de febrero de 2010. Y Ricardo Arjona, zafa a la desgracia: queda varado en la carretera rumbo a Santiago, tras declinar ser cierre de aquel viernes en el Festival de Viña. Ni pensar qué hubiera pasado con 15 mil almas repletando la Quinta.

En Valparaíso, ebrias escaleras que caracolean en tambaleantes edificios, gemidos por auxilio y el caos generalizado en el van Buren, Palacio Subercaseaux y el Muelle Prat, evidencias de los daños estructurales. Al igual que centenares de viviendas.

En la Ciudad Jardín, las cosas se mueven en mala. Dos torres son evacuadas por prevención, también numerosos hogares y el Palacio Vergara, a pasos de la Quinta, ya casi ausente de público, desprendiéndose a pedazos.

A los minutos del sacudón, 35 para ser exactos, se vendría lo peor: un primer tren de olas de hasta 10 metros cuya descarga dejó bajo el agua a varios puntos en Constitución. Así se fue sucediendo el tsunami por múltiples ciudades de nuestra ya golpeada costa hasta llegar a Juan Fernández, donde una vez retirada la marea, la estela hizo desnudar errores y muertos: cinco víctimas y la Capitanía de Puerto, la escuela municipal y su municipalidad en el pasado.

Los organismos encargados de mandar las alertas de emergencia, fallaron. Dimes y diretes que, hasta hoy, dan dolor de cabeza a la ONEMI, Shoa y Bachelet.

El sismo, que fue percibido con fuerza por cerca del 80% de la población, dejó cifras de miedo: 525 fallecidos, 500 mil viviendas destrozadas y 2 millones de damnificados, más del 10% de la población. En la Quinta Región, la lista fatal incluyó a 26 personas.

Si lo medimos a gran escala, la energía liberada de este cuasi cataclismo -solo lo de Valdivia en 1960 se puede llevar tal calificativo- equivalió a 100 mil bombas atómicas como las lanzadas por los gringos en Hiroshima durante la II Guerra Mundial.

A la mar

Volver a aquellos relatos del Apocalipsis sigue martillando la conciencia nacional. De hecho, buena parte del mundo se había anestesiado frente a la calamidad acá vivida. Y lo que muchos no entienden afuera, algunos cantaban o hacían banderazos en vez de llorar a modo de resistencia.

Esos pensamientos se gatillan arriba del llamado Barco de la Paz que, vaya casualidad, para esa misma fecha, hace seis años, andaba merodeando por el Puerto de Valparaíso sin alcanzar al anclaje. Una embarcación internacional no gubernamental del Japón -otra nación hermanada en dramas naturales- que busca generar cambios sociales en todo el mundo.

Hoy, desde esa misma ciudad flotante de 10 pisos y con 90 viajes alrededor del mundo, somos testigos de una campaña mundial "Desarrollando Ciudades Resilientes: ¡Mi ciudad se está preparando!", impulsada desde el 2010 por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres. Los cerros desde el Punto de Embarque en Barón, parecen moverse, pero en aquel zigzag del barco.

Desde allí, en un piso nueve, el salón Star Light parece un centro de conferencias. El micrófono se dispara. Un alcalde que vivió en carne propia el desastre en su zona, argumenta. "En estos años, después del terremoto, hemos adoptado una línea estratégica para la sustentabilidad. Una cultura de resiliencia para así saber afrontar las catástrofes. De esa forma hemos tratado de reconstruir nuestra ciudad. Y aquí, aprender de la cultura japonesa", afirma Gastón Saavedra, edil de Talcahuano, una de las áreas más sacudidas y que cuenta con 160 mil habitantes.

Gestión de riesgo

Frases como "el pasado, pasado está", "cualquiera que venga a ayudar será bienvenido" o "todo el mundo comete errores", no están permitidas aquí. Lo que importa es el manejo en la gestión de riesgo.

Así, una voz autorizada es Boris Sáez, ingeniero civil del departamento de gestión municipal. "Hay que trabajar en todas las etapas de manejo de riesgo para así disponer de una actitud proactiva". De hecho, su énfasis pasa por que los sistemas de prevención en el país se enfoquen en la denominada "Alerta Temprana" para lograr implementar un exitoso ciclo en el manejo de riesgo en casos de tsunamis y terremotos.

Si hay un asunto que no fue tomado en cuenta luego del 27-F, es la inclusión. Es más, de un millón y medio de personas con capacidades especiales, 10% de ese total, vivió el caos en carne propia. Carlos Kaiser, director ejecutivo de la ONG Inclusiva, que ganó un World Conference en la reducción de desastres de riesgo en Suiza, emite veredicto: "En Chile se necesita que la gente se suba más las mangas. Me dijeron que me pusiera a la fila. Pero yo, junto a mi institución, queremos entrar por la puerta grande en esto".

Y Kaiser, con total desplante arriba de su silla de ruedas y haciendo honor al apellido, no se queda allí: "Uno es vulnerable si está en una casa mal construida; lo mismo pasa con los discapacitados, si se está sordo, y no hay organismos que apoyen, no tiene como saber que viene la ola".

María Pérez es la coordinadora del Barco de la Paz. Colombiana y con un coqueto pircing enclavado en su diminuta nariz, desde el navío, lidera el intercambio en gestión entre Chile y Japón, por esta jornada. "Yo estuve aquí en 2010. Cooperamos con artículos, lo que pudimos. Desde esa fecha, ha existido un avance en materia de gestión en reducción del riesgo de desastres en este país, pero hay que seguir trabajando en aspectos transversales".

Sin embargo, el análisis de Kaiser es más lapidario: "Nos farreamos la reconstrucción: es cierto, construimos rápido, pero mal".

Aquí, la vida se ha abierto paso entre los escombros, como la mar. De aquellas ciudades sacudidas por el cataclismo terrestre y marítimo, enterradas entre cascotes y cadáveres, hoy el manejo de riesgo sigue siendo una asignatura pendiente. Avances sí, pero no suficientes, seis años después, de acuerdo a algunos expertos aquí reunidos.

Pero, pese a todo, solo un pueblo como Chile es capaz de padecer tantas miserias y castigos naturales, sin perecer en el intento.