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La isla escondida de Valparaíso donde la cueca es la reina

Dos domingos al mes el lugar que se ubica en medio de los cerros porteños recibe a más de cien personas. La cueca porteña, el baile y la buena mesa es el símbolo del lugar.
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Mirian Mondaca Herrera. - La Estrellla de Valparaíso.

A lo lejos, en el último rincón de calle Cornelio Guzmán, en el cerro San Juan de Dios, tras un portón de zinc se ven algunas guirnaldas desteñidas por el sol veraniego. Parecen ser lo que quedó de las últimas celebraciones de Fiestas Patrias, que una distraida dueña de casa olvidó quitar. Pero, tras entrar, queda claro que aquellos típicos adornos son parte de la ambientación de un lugar que sorprende.

Este verdadero oasis dentro de la monotonía del barrio es la Isla de La Fantasía, un espacio perdido en el tiempo y que recuerda a las antiguas fondas y peñas del Puerto. Hoy, María Núñez (sobrina de Benito Núñez, el fundador de este espacio) y su marido Mario Arancibia son los encargados de mantener viva la llama del lugar.

Entre amigos

Fue hace más de setenta años que Benito Núñez, movido por su gusto por la música -particularmente por la cueca porteña- y también, porque no decirlo, por la noche, como recuerda su esposa, abrió su hogar para que amigos y familiares pasaran buenos momentos. Luego, con el paso de los años, el espacio se comenzó a hacer conocido y llegaron también las amistades.

A pesar de que han transcurrido más de siete décadas de esos agitados primeros años, estos momentos son un fresco recuerdo para Adriana Solar (85), viuda del gestor de este especial lugar. Con una memoria que cualquier joven se la quisiera, esta mujer señala que, "el Beno tenía muchos amigos, pero amigos amigos, no los falsos. Empezaron a llegar de a uno, hasta que se llenó. Esta parte del cerro era del padrino de él y después nosotros quedamos acá". Pero, no sólo se acuerda de eso, sino que también de la extrovertida personalidad de su marido. "El Beno era más de amigos que yo, era bien bueno para la jarana", agrega entre risas.

Fueron décadas de música y baile, liderados por Núñez, que parecían terminar con su muerte hace cuatro años. Los célebres cantores Elías Zamora, Lucy Briceño, 'Flaco' Morales, César Olivares, Juan Pou y Juan 'Juanín' Navarro , entre otros , quedarían sin su espacio de encuentro, pero ahí surgió la personalidad fuerte y el arrojo de María, dispuesta a hacer todo lo necesario para que el espacio no se perdiera. "Cuando mi tío se enfermó y después falleció, sus amigos no querían que se acabara. Entonces, con mi marido nos juntmos con amigos para poder lograr que la Isla volviera a renacer", comenta.

En ese momento, la decisión de María, de continuar con el histórico lugar, como una manera de honrar la memoria de su tío, fue el factor que permitió que se mantenga hasta hoy.

Los viejos compañeros y amigos de Benito no abandonaron tampoco a la familia ni el espacio, hecho que para María, demuestra el gran cariño que siempre le tuvieron al gestor de este lugar de encuentro. "Me quedó grabado en la mente cuando el último cumpleaños que tuvo se lo celebramos acá. Sus amigos cuequeros le cantaron y bailaron, el sólo miraba, no los reconocía porque tenía alzheimer, pero yo creo que en el fondo de su corazón sintió ese amor que le demostraron", recuerda su sobrina, con algunas lágrimas en el rostro.

Tradición familiar

La música parece estar metida en las venas de los Núñez. La tradición musical comenzó con los abuelos de María: Estervina Ibaceta y Justo Núñez. "Mi abuelo era cantante y mi abuela le tocaba la guitarra. De ahí partió la veta musical de la familia. Ellos cantaban la cueca porteña de antes, la tradicional, más pausada", asegura.

De los hijos de esta recordada pareja, además de Benito, Cristián siguió sus pasos. Él, más conocido como 'Catano', es el fundador de la Quinta de Los Núñez y conocido cuequero de Valparaíso.

Como la influencia musical en la familia es fuerte, continúa aún presente en las siguientes generaciones, y Yazna Arancibia -hija de María- ahora es la estrella joven de la Isla. "Ella es la continuadora de esta tradición que va pasando y pasando a través de los años", cuenta con orgullo.

La joven, que cruzó la cordillera para estudiar música en San Juan, hoy está de vuelta para ayudar a sus padres y seguir la tradición familiar. Es lírica, pero también siente la atracción por la cueca que tienen los Núñez en su ADN.

Presente y futuro

Son dos domingos cada mes que el lugar se transforma para recibir a todo el que quiera llegar, "pero con respeto por el folclore", comenta María. Sabe que el lugar es un pequeño tesoro que le dejó su tío, por eso lo cuida como si fuese un diamante.

Esta heredera de un pedazo valioso de la bohemia y el folclore porteño no quiere que los días de funcionamiento se masifiquen en demasía, porque "quiero evitar que entre cualquiera, alguien que no aprecie el lugar", agrega.

Por este motivo, los eventos no son anunciados por ninguna red social; prefiere que sea el boca a boca el que se encargue de aquello. De todas formas, dice, quien quiera visitarlos puede contactarse a través del Facebook del lugar, donde sí suben fotos y videos de su reuniones dominicales.

Además de la música y el baile, los afortunados visitantes de este lugar posrán disfrutar de deliciosos platos chilenos, preparados con verdadero cariño familiar. Entre las exquisiteces que se pueden probar están las empanadas de horno, el costillar, pollo asado, cazuela, porotos granados y pastel de choclo. Mientras que, para vencer la sed, hay vino, terremoto, cerveza y bebidas. Todo en un ambiente familiar.

Precisamente, esto es lo que quieren conservar María y su esposo, por eso valoran la sencillez del entorno. Se hacen dos almuerzos, uno para el vegetariano y otro para los que comen carne. Eso sí, no tenemos cosas exlusivas, porque no es un restaurante. Es el patio de la casa, que lo adaptamos para recibir a los amigos y a los amigos de los amigos", acota María.

Anhelado proyecto

Motivados por continuar abriendo el espacio para la música y la cultura en el Puerto, María y su esposo comentan que buscarán financiamiento para construir una sala de música.

"Queremos que a futuro lleguen acá profesores y le enseñen a niños canto y a tocar instrumentos. Poder hacer una escuela de música, porque hay tantos niños que quieren aprender y no tienen los recursos. Ese fue el caso de mi hija, yo no tenía los recursos para pagarle la universidad y se tuvo que ir a Argentina y estar cinco años afuera para alcanzar su sueño", indica la sobrina del fundador.

Esto se sumaría al carácter social que tiene la Isla, pues también es conocida por ser un lugar que da cabida a vecinos o músicos que necesitan donde realizar eventos benéficos o presentaciones, comenta María, convencida de que alcanzará su sueño, al alero de su mítico abuelo Benito, que la mira desde el cielo.