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"No perdono a Lafrentz ni a Gutiérrez por mi fea salida"

Tras su forzado retiro, el ex capitán de Wanderers, Jorge Ormeño, hace un sincero repaso a su vida y también a los dirigentes caturros desde su nueva trinchera deportiva: el complejo que lleva su nombre, en Gómez Carreño.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

Q uien lo haya visto jugar, no habrá podido olvidarlo. Delgado, de reluciente calva y espigada anatomía, el físico de Jorge "El Negro" Ormeño estaba hecho a la medida de su talento.

Lo suyo era el milagro de lo sencillo: aparecer de golpe por los alrededores de la portería y depositar, con un toque sutil, aquellos precisos pases directos al pie. También, cuando el manual así lo requería, aplicar la pierna fuerte... pero siempre con un gesto técnico de disculpa incrustado en su jovial rostro.

Para el todavía último ídolo 'Panzer', el ex capitán del Decano y referente de una generación dorada que vio la luz a fines de los noventa para luego pavimentar el éxito mayúsculo teñido de verde con la obtención del Campeonato Nacional 2001 -cuando eran de verdad, a 30 fechas- luego de 33 años de sequía, aquella cicatriz, sigue abierta. La llaga parece profunda. Basta un recuerdo, para que se hunda en dolor. Por eso habla.

Solo han transcurrido tres meses de su bullada salida. Esa que tuvo a los hinchas porteños al borde del encadenamiento y el linchamiento dirigencial. Incluso Ormeño se negó a leer públicamente una carta en donde se limpiaba el nombre de los que hoy, el ex mediocampista, sindica como gestores de una nefasta dirigencia para, sólo así, él poder seguir otros seis meses en el club de sus amores... y una despedida.

Jorge Ormeño, como el almohadón de su empeine, despierta eso: simpatía y admiración a la vez. Detrás de la polémica, el chisme y aquel despliegue mediático, hay un viñamarino de 38 años, algo reservado y educado, bueno para el fútbol.

Es sábado. Prefiere sentarse en una gradería -junto a La Estrella- que da hacia el estilizado complejo deportivo que lleva su mismo nombre y que alberga a dos canchas de pasto sintético, máquinas y una coqueta cafetería.

Dolido y nuevo hogar

"Me cuesta el tema, ser futbolista es la profesión más linda del mundo. Todavía hay deseos de jugar, sin duda", dice a modo de añoranza, pero dejando en claro un punto: "Quedaron cosas inconclusas que hasta el día de hoy no las asimilo".

Esos detalles que especifica no son menores: "La salida en sí fue muy fea. No perdono ni a Jorge Lafrentz ni a Juan Gutiérrez por lo que me hicieron. ¡Eso se debió haber manejado de otra manera!, sabiendo que no fui cualquier jugador en Wanderers", lanza despojado en sinceridad.

Y sí, el volante fue de esos que marcó huella. Directo en sus dardos, porque el también campeón con Universidad Católica en 2010 sabe desenfundar -y con criterio- a sus detractores... "eso me tiene triste, la forma en que salí".

-¿Has visto los partidos de Wanderers?

"No. No quiero ir al estadio. Sí los he seguido por televisión, menos el último. No deseo verles la cara a las personas que no quisieron que yo siguiera, en este caso el directorio. Es una herida que tengo que ir sanando".

A decir de cercanos, Ormeño, padre de dos hijos ("el más chico Damián -de 11 años- tiene una buena zurda"), siempre fue un jugador disciplinado, tanto dentro como fuera de la cancha. Era dedicado para entrenar y nunca protagonizó escenas escandalosas en un antro, como algunos de sus colegas. A su juicio, pese a haberse lesionado recientemente (en una pichanga con amigos) producto de dos meses de para, cree que le quedaba fuelle para la pelotita.

-¿Crees que podrías haber jugado bajo las órdenes del DT Alfredo Arias?

"Hace rato el equipo necesitaba un líder como él: que no mirara la cara, la edad, sólo enfocarse en el rendimiento deportivo. Es cosa de ver a Ronnie Fernández. Yo pienso que a mí me hubiese potenciado. Arias sabe sacarle partido a los jugadores".

¿Horizonte verde?

Ahora reclina el torso, levanta la vista, gira la cadera y mueve su pierna izquierda, una postal que evoca la época de jugador activo, mientras encara preguntas al hueso: "El tema administrativo en Wanderers es nefasto. Las personas a cargo no se dan cuenta que hay jugadores nobles y, aunque no les paguen, rinden bien".

El día está nublado. La mirada, de quien debutara en el club de barrio Real Chile para luego saltar a las divisiones inferiores caturras hasta debutar profesionalmente con la 'verde' en 1997 frente a Antofagasta -vaya paralelismo... su último encuentro oficial fue el 26 de noviembre en la fecha 14 del Apertura ante el mismo rival nortino-, se paraliza en un "profe" que en la sintética les dice a los tal vez futuros futbolistas que corran, metan, se sacrifiquen… como lo hacía el inolvidable Ormeño.

"Hoy estoy dedicado a mi escuela de fútbol, que entrena todos los sábados. Aquí soy un supervisor que viene a ver el trabajo en cancha de los niños. Yo les doy un entrenamiento de 4 ó 5 veces a la semana gratis", comenta Jorge, también hermano del ex lateral evertoriano Danilo Ormeño, cuya escuela, de algún modo, le brinda las herramientas para lanzarse a otro desafío inmediato: este 21 de marzo comienza sus clases para ser futuro entrenador profesional. "Quiero hacer algo formativo. Ir por una revancha en el fútbol".

Al frente, los jóvenes terminan su entrenamiento. Jorge Ormeño, sin buzo y con ropa de calle a la moda, aplica marcha a casa en Reñaca para allí, vivir su retiro anticipado.

En eso, una luz: "Pronto habrá noticias. La idea de un partido de despedida ya está en marcha".