Concierto
Fui a un concierto de la Sinfonía Inconclusa de Schubert y Requiem de Mozart, con un número apreciable de instrumentos, y al Requiem se agregó un coro de 68 voces y cuatro solistas vocales, dividido en igual número de mujeres y hombres dirigidos por un eximio músico austríaco. Me cautivó la Inconclusa por la inigualable conducción del director, y me pareció que escuchaba algo nuevo. En el Requiem me puse a soñar e imaginé que la orquesta y coro representaba a los chilenos y sus instituciones. El coro era el pueblo que en su canto exponía sus inquietudes y necesidades espirituales y materiales, a veces estruendoso y otras suave, acompañado por los instrumentos que hacían los silencios e inflexiones en un todo armónico, respetando la interpretación del conjunto y cada uno de los ciudadanos, bajando la intensidad para dejar exponer las ideas. En este sueño el gran artífice era el director que los aunaba para la felicidad de todos. Soñar no cuesta nada, el problema es que se haga realidad.
Marcos Concha Valencia