Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
Nueve de diciembre de 2001, tras la impresionante sumatoria de diez triunfos al hilo, la última fecha. Cuarenta mil almas -y nos quedamos cortos- tiñen de verde el Nacional por la hazaña.
A ras de pasto, el ideólogo de la gesta, Jorge Garcés, con su habitual bigote y gesticulaciones a las tribunas, siente pasar el cuero de la redonda a escasos metros de su rostro. Instantes después, desde el banquillo se elevan los brazos al cielo para luego irrumpir con una brillante sonrisa ("siempre inculqué a mis dirigidos la importancia del dentista") hacia el campo: es la eufórica celebración, el adiós a 33 años de sequía para el campeón, Santiago Wanderers. Fin de la escena.
Pulsamos el botón de rebobinar y viajamos 12 años en el tiempo. Bélgica, 1989. Allí en los fríos parajes del antes muy europeo País Bajo, un chileno bilingüe (habla tres idiomas), mediocampista -que en realidad era un veloz puntero derecho- se la juega, esta vez, con el buzo (o más bien de traje y corbata, su sello estiloso) en una nueva y compleja etapa de vida, probablemente más exitosa, como director técnico. De hecho, entre sus palmarés, aquella presea tras ascender en su debut como DT al RFC Arquennes, último cuadro que vistió como jugador activo (tercera división belga).
Presente. Sábado 2 de abril, San Antonio. Aquí se vive un ajetreo no habitual para la gente del SAU. El fútbol, caprichoso, vuelve a tener en sus filas al hijo pródigo de las bancas, aquel que también sacó campeón en la "B" a Provincial Osorno, a cinco fechas del final y con marcadores tenísticos. Al dueño de la pizarra más encantadora en el discurso futbolero, a alguien que cedió al retiro forzado, luego de un fugaz paso en 2014 por su natal Talca, con Rangers.
El pago de Chile
Un retorno, como el ave Fénix, pero en llamas. Y la goleada junto al personaje -va de la mano- que se funde en una sensación de revancha. Es la esperada vuelta, a sus bien conservados 61 años -afirma jugar cinco pichangas a la semana, algunas con Don Elías- del querido, sobre todo en la V Región, Jorge "Peineta" Garcés.
"En Chile sólo buscan la forma de chaquetearte. ¿Acaso los que me critican me pagaban cuando yo no estaba en el fútbol?", dispara, como cuando desenfundaba de atacante en el Decano (allí debutó en el fútbol profesional a los 18 años), Universidad Católica y el extranjero: Jaguares de México y en Bélgica.
"Yo genero anticuerpos: que le gusta andar bien vestido. Que dice las cosas frontalmente".
A San Antonio, aclara, no volvió por necesidad económica, sino por vocación, ya que nació para el fútbol. "Aquí hay que ser claro: hoy estoy en tercera división. Vamos a pelear por ser campeones y subir", sostiene seguro.
"Tengo revolucionado al puerto. Pero no es mi objetivo, sino darle al SAU con todo lo que sabemos. ¡Mis jugadores se vistieron de frac!", apunta.
"Chile suele ser ingrato. Todo empieza por el respeto", acota mientras, en tono pausado, arremete: "Dos clubes no me contrataron: decían que yo era polémico. Y a la semana, en uno firman al "Fantasma" Figueroa". Y agrega: "Cuando vine a salvar a Wanderers en 2010, al rato me dicen que no quieren seguir conmigo por problemas de comunicación con Jorge Lafrentz. Es el pago de Chile".
En esta "para" de un año y 2 meses, Garcés no perdió tiempo: se especializó en Colombia, Paraguay y Argentina. "Hay que estar metido en el ambiente", reflexiona en su ley. En Talca, tiene una academia: "Peineta" Garcés. "Ese es mi apodo, así deberá decir mi lápida".