La ruta del glotón: bienvenidos los tenedores libres en el Puerto
Para posicionarse en un nicho hasta hoy huérfano en Valparaíso, llegó -y para quedarse- un restorán de comida china (y sazón criolla) que por menos de ocho lucas, te permitirá comer todo -y de todo- lo que venga en gana. ¡Lico!
Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso
Una vez más, golosos de la rica mesa, trataremos en estas páginas de llevarlos por la senda de los apostolados culinarios que hacen agua la boca en la zona: 'La ruta del glotón'.
Para ello, esta vez nos sumergiremos de lleno y sin anestesia bucal en las fauces de los sacrilegios gastrointestinales. Hablamos de aquellas 'delicateses' -aprieta guata, voraz lector- de raíz, al menos en teoría, oriental.
De frentón, indagamos en los recetarios inconmensurables del apetito, la grandilocuencia del exotismo asiático que hacen grande a todo lo que invoque a golpe de mística chancholín a Mao, Bruce Lee, Yoko Ono, Jackie Chan, Kung Fu y hasta al gordito del Gangnam Style, más lo autóctono nuestro, porque aquí parece haber licencia para mezclar lo que venga en gana con tal de que sepa delicioso. Desde China, Japón, las Coreas; sushi a wantán; de ceviche a chancho frito, mariscos y hasta su asado criollo. A prueba de gozadores de pura sepa.
Así de potente es la oferta que propone un restorán que llegó hace tan sólo dos meses para quedarse en la retina y barriga por igual, en el corazón del plan porteño. Nos referimos a "Chinito del Puerto" (cocina internacional), ubicado en Esmeralda 1125 y cuya filosofía, en un local de 500 metros cuadrados y de cuatro pisos, pero -por ahora- habilitado con la mitad de espacio, pasa por, literalmente, tirar la casa por la ventana.
Sabrosa Ganga
Localizado exactamente en la antigua casa ILSE, un ex ícono de los porteños, el lugar alberga capacidad para 36 mesas, en un decorado que reluce en pulcro blanco para así, dicen, garantizar limpieza y orden.
Sí, porque por 7.900 pesos, usted, ponga especial atención que no sea tímido, podrá degustar hasta el hartazgo de una propuesta a la cual será casi imposible resistirse. Un pequeño consejo: venga cuando las tripas le estén dedicando una orquesta de esas que retumban hasta la vergüenza. De esas que lo que avizore en el trayecto previo aquí, le recuerde… por decir, si ve un poste de tendido eléctrico, divise tallarines chinos en wok; o un "Arturito" callejero, aquel sabroso rollito primavera. De esas que su contención alimentaria pase a la rienda suelta por los placeres mundanos del hambre.
Aquí no hay pretensiones extravagantes de salsas creadas en tubos de ensayo que adornan minúsculas porciones de alimento en frondosos platos adosados por extraños productos, hervidos a 60 grados o marinado a la crème. Definitivamente, no.
Lo ponemos de esta forma, probemos con literatura: ¿habrá activado acaso su ampolleta Ernest Hemingway en firmar sus libros con frases como "Texto pensado a altas temperaturas, un día de marzo de 1947, escrito a lo largo de 40 jornadas de 15 horas, terminadas con una botella de ron, dos puros y una pistola bajo la almohada"? No, señores. Acá en "Chinito del Puerto" todo es simple, directo, sin escala y pa' dentro al estómago nomás.
Su kilométrica barra gourmet invita al bufé más brutal: sobre 40 variedades de platos. La diplomacia se la dejamos a los Michelin de frac; acá deléitese con comidas secas, fuertes y al sabor. Y sigue... 15 variedades de ensaladas, cuatro de ceviches, múltiples de sushis. En los postres: frutas, flanes, arroz con leche, leche asada, tartas y pronto robustos helados artesanales.
¿Manjares chinos?
En las puertas traseras, los sartenes saltean bellezas de todos los colores, especias y sabores. Allí están los chef chinos (¡de China!) y cocineros nacionales. En total, aquí laboran 15 personas. Esto es un mix.
Pero, como todo emprendimiento, acá hubo mucho de sacrificio, según cuenta Jorge Rivera, socio minoritario y administrador del lugar, que también tuvo un restobar llamado Crazy Bar en el barrio Bellavista capitalino y quien además es cercano a la comunidad china residente en Santiago. De allí, la confianza de los asiáticos a su persona. "Nos costó cinco meses acondicionar este local para que funcionara", acota.
De hecho, junto a los propietarios, las hermanas Kaili y Yan, y ésta última en matrimonio con Ping (todos oriundos del centro sur de China), tuvieron que ponerse con más de 100 millones de pesos en concepto de remodelación como, por ejemplo, habilitar dos salones que están en el subterráneo pensado para los menús.
Pero antes de llegar hasta el Puerto -han trascurrido sólo siete meses desde que pisaron suelo chileno-, los "chinitos" tuvieron que pasar por Serbia, donde también se la jugaron por la importación de ropa. Ahora, aseguran ser especialistas en el rubro gastronómico, cosa que ponen a prueba, día a día, aquí en Esmeralda.
"Yo me preocupé principalmente de que esto no tuviera el estigma de los locales chinos, que no son muy limpios. Hay detalles que estamos mejorando, como que las comidas las mantenemos siempre calientes". Y eso no es menor, si hablamos que el comensal nacional, por fortuna, está adquiriendo hábitos de exigencia. Rivera dice que trataron de colocar variedades en arroz, pero la gente siempre prefiere el arroz chaufán.
"El público piensa que por ser local chino toda la comida es china, pero no; tenemos fideos, carnes y chuletas a la parrilla, camarones, langostinos, brochetas, y esto no tiene límite", aclara Jorge Rivera.
Y no es todo. Apuntan alto: quieren consolidarse acá, para luego convertirse en una cadena. "La gente necesitaba un restorán de estas características porque todos se iban en busca del tenedor libre a Viña", asegura el administrador, mientras una de las chinitas dueñas, con una coqueta sonrisa, parece asentir a lo lejos, pero sin captar mucho... Cerca de ella, clientes no paran de repetirse platos. Parecen decir: "Llegar y llevar", pero ojo: sólo se come aquí, nada de bolsitas para la casa.
Ahora, cae una pegunta. ¿Y qué pasa con toda la comida que sobra? "Elige responsablemente, no desperdicies comida. Da lata que se bote tanta comida, que es una cuestión de conciencia", son las palabras de Rivera quien, junto a sus socios chinitos -incluso a lo largo de Chile-, ya tienen pensado crear una fundación para entregar los alimentos en óptimo estado a la gente que más la necesite.
En cuanto a clientela, ésta es variada. Afirman que el fin de semana se llena el local y que ya están en trámites para sacar una licencia de alcohol. Aquí también se hacen eventos, fiestas y matrimonios.
"Queremos posicionarnos en la zona. Pero no por precio, sino que por calidad". Ese es uno de sus objetivos. ¿El otro? "Hicimos un contrato a largo plazo, por 10 años... el arriendo no es barato, la inversión no ha sido menor, la apuesta es grande. Hasta ahora hemos tenido buenos resultados", ratifica un proactivo Jorge Rivera.
Aquí aseguran trabajar harto: 24x24. Han hecho un buen equipo de trabajo y las metas están en captar la atención de los insaciables porteños de la gula.
Al menos, de momento, parecen convencer. Tal vez no difícil con tamaña propuesta en una cocina que de tenedor libre y menús (los hay ejecutivos) la están rompiendo, como patada karateka. ¡Yaaa!