No entiendo en qué mundo viven los abogados que llegan al poder judicial y se desarrollan como jueces. Estudian bastante. Memorizan bastante. Asisten a la academia judicial donde aprenden más, el doble. Aprenden mucha filosofía del derecho, tal vez demasiada. Se saben de memoria los libros de Foucault. Mientras leen, aprenden y reflexionan en torno al vigilar y castigar; cenan comida gourmet; disfrutan de autores clásicos de música; se conmueven con la poesía y encuentran rasca las redes sociales. Cuando ejercen ganan sueldos de varios ceros. De vacaciones viajan a Europa, y cuando llegan hablan de la ópera. Sus congresos son de etiqueta. Una gran parte del poder judicial chileno habita en un burbuja elitista y estética. Se juntan entre ellos y al igual que sus compadres del parlamento, no tiene una percepción real de lo que sucede en la calle.
Dictan justicia desde un estrado en base a filosofías ilusas de autores de paises desarrollados e inaplicables a nuestra realidad. Los humanos somos los mismos, pero los contextos son distintos.
Lo anterior pues me he cuestionado por qué dejaron libre a más de 700 reos en Valparaíso, a sabiendas que esta ciudad es una con la mayor tasa de delincuencia en Chile. La respuesta: la Corte de Apelaciones no tiene sensibilidad social pues dicta justica desde la estética de Versalles.
Lucas Vásquez.