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Quilpueíno 'vuela' cerro abajo en su silla de ruedas para ir a la pega

Rodolfo Galindo se viene "a la vela" esquivando autos y perros porque los colectiveros no lo llevan.
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Matias Valenzuela - Estrella de Valparaíso

Surcando los cerros y esquivando vehículos se mueve todos los días Rodolfo Galindo, cada vez que va a trabajar al plan porteño, pues el hombre de 47 años se moviliza en silla de ruedas, y baja velozmente cerro abajo desde Barón para llegar a su puesto de trabajo, lo que le ha costado más de un problema.

Rodolfo padece desde los seis meses de edad poliomelitis y su condición empeoró hace unos 20 años, quedando sujeto a una silla de ruedas para desplazarse. "Yo antes caminaba, andaba con bastón pero a los 20 empeoré y quedé en silla de ruedas", señala.

El quilpueíno trabaja hace tres años en el plan de Valparaíso, específicamente en la esquina de Pedro Montt con Rodríguez, vendiendo distintos accesorios para el hogar como perros para la ropa, tijeras, pinzas y otros productos. Según cuenta, se ve obligado a trabajar para poder llegar a fin de mes, ya que su pensión de invalidez, que le entrega mensualmente una suma de alrededor de $80.000, no le es suficiente para cubrir los gastos de mantenerse a sí mismo y su esposa en la casa que arriendan.

Cerro abajo

Para poder llegar a su lugar de trabajo, Rodolfo tiene más de un problema pues, dice que le es muy difícil tomar locomoción ya que pocos colectiveros le paran para llevarlo con su silla de ruedas, así que se ve obligado a trasladarse por sus medios bajando "a la vela". "Si esperara locomoción estaría llegando recién a la una acá", se queja. Es así como, cada mañana se puede ver en plena calle a Rodolfo bajando a gran velocidad en su silla de ruedas esquivando vehículos, bicicletas, motos, peatones que cruzan de improviso y sobre todo, a los perros callejeros, los que cada vez que lo ven lo persiguen y le ladran en forma amenazante muy de cerca.

Respecto de su agitado periplo sobre ruedas, Rodolfo reconoce que en un principio era difícil dominar la silla en bajada y a velocidad, pero lo ha logrado, aunque ha sufrido varias caídas y golpes. Incluso confesó que en dos ocasiones ha sufrido atropellos. En ambas oportunidades fue impactados por micros que no pudieron esquivarlo y le dieron una fuerte embestida, las que milagrosamente no le causaron ninguna secuela permanente. "La silla de ruedas me salvó, aunque quedó hecha pedazos, pero a mi no me pasó nada", recuerda.

Una ciudad hostil

Rodolfo afirma que la ciudad no está adaptada para las personas con capacidades diferentes, quienes tienen que luchar para poder encontrar su lugar en los espacios públicos. Él conoce el tema muy de cerca, pues partiendo por el hecho de que le cuesta un montón encontrar locomoción. Eso lo obliga a recorrer las calles en mal estado, tratar de entrar a lugares sin rampas o en muy malas condiciones. "Ninguna ciudad está preparada para las personas discapacitadas, no sólo en silla de ruedas sino que la gente no vidente y las personas que andan con bastón. Para todos nosotros es muy complicado desplazarnos", señala Rodolfo.