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Comedor San Leonardo y un ruego: "Dios siempre proveerá"

Así de creyentes están en el sector alto de Rodelillo. Allí sus esforzados habitantes además apuestan por una cruzada que promete una fundación para los más necesitados. La Estrella también 'se alimentó' en el lugar de los hechos.
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Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso

La pendiente intimida. Es inclinada. Un desafío a la gravedad. De esas escaleras que caracolean por una quebrada que mira a Los Placeres en los confines de la Población 27 de Octubre, por calle Lautaro, Rodelillo.

Tras 200 metros en picada, de cuesta abajo (en todo sentido) y jaurías de canes que afilan colmillos al paso de los desconocidos, una casa de madera asoma en un amplio terreno verde en el foso de la pendiente. Allí, una abuelita, que asegura estar abandonada por sus cuatro hijas, se encuentra apernada a una cama como si el colchón fuera una extensión más de su postrada anatomía (desde hace ya 12 años).

Alrededor de la pequeña habitación, agudos gemidos provienen a ras de suelo. Roedores, que incluso podrían meter miedo al más salvaje perro. "Quiero saber si vienen a sacarme de aquí. Lo único que deseo es una casita a orilla de calle", las palabras, que se quiebran al balbuceo mientras teje un colorido chaleco de lana, son de doña Emilia Tapia Espinoza, la propietaria de este terreno en estado de desahucio.

En medio de aquella insalubridad, su pareja, Luis Herrera, conviviente de doña Emilia hace 62 años, como cada tarde, viene de vuelta de traerle un aún "calentito" almuerzo. "La verdad es que ese comedor nos brinda una gran ayuda. Más en nuestras condiciones", corrobora Herrera, mientras su pareja irrumpe: "Acá hay ratones. Estoy quebrada en la cintura (reumatismo y osteoporosis). Lo único que quiero es una casita a orilla de calle, y lo más cerca del comedor...".

Alimento para el alma

El comedor del que hablan no es cualquiera. Se trata de un lugar que inspira no sólo alimentación de urgencia, sino también provee encuentro… con Dios. El comedor San Leonardo (en honor al sacerdote italiano San Leonardo Murialdo fundador de los Josefinos de Murialdo) recibe a las familias del sector en calidad de vulnerables, en Rodelillo. Otorga el almuerzo, de lunes a viernes, y los domingos cuando los apoderados del Colegio Leonardo Murialdo dan comida no solo a los asistentes, sino que además a sus familias.

Aquí todo es voluntariado. Que quede claro: no se recibe dinero, la caridad manda. Por eso mismo, y tras 30 años de seguir en pie -datan de 1986- este comedor está listo para ponerse los pantalones largos: quieren pasar a ser una fundación, y con todas las de la ley.

Dicen acá que la providencia está. Que nunca falla. La Estrella, para palpar de cerca el caso, estuvo presente en una reunión en el comedor San Leonardo. Cita fundamental para poner, desde ya, la primera piedra a tan anhelado proyecto en Rodelillo.

Voces con apetito

Si hubiese que sindicar a alguien clave en todo esto, ese sería el sacerdote conocido por los porteños como "El padre de los pobres". En un reportaje de este diario, antes indagamos en la desprendida vida de Antonio Peron Ghiotto, el cura italiano murialdino que se afincó hace casi tres décadas en Valparaíso para ayudar en terreno a la gente más necesitada en situación de abandono y extrema pobreza.

Precisamente junto al religioso católico que es "Ciudadano Ilustre" de la ciudad, ingresamos al comedor San Leonardo, en la hora cumbre de la entrega de alimentos, hoy para 24 familias. "La comida está servida", se oye al fondo. En eso, una de las comensales, Elba Jiménez, dice: "El padre Peron es un ángel, un sacerdote como ninguno. Acá a todos nos toma en cuenta. Yo que estoy minusválida, me ayuda".

Unas sillas más allá de doña Elba, porque el salón donde se localiza este comedor es amplio a lo largo (de unos 30 metros) -no así de ancho-, la abuelita Sara Silva, comenta: "Hace cuatro meses que vengo. Me encanta la atención con nosotros ¡y los tallarines!".

El vicario párroco Antonio Peron dialoga con cada uno de los, casi en su totalidad, adultos mayores. Uno de esos es Orlando Corvalán, quien se declara orgulloso comunista: "Vengo acá todos los días a comer . Tengo problemas con mi familia. Padre Peron ya me conoce. Hace poco murió mi hermano y la tía Silvia que nos apoya, también colabora harto".

Y la que Orlando llama tía, es Silvia Lobos, la denominada por cariño "Sor Teresa de Rodelillo", encargada del comedor y persona clave aquí. Sin buscar créditos, sólo atina a dar "una mano amiga" en lo que sea posible "pero a veces no alcanza", acuña. Junto a ella, otra colaboradora eficaz, Magaly González, es quien gentilmente nos traslada a una reunión exclusiva donde los involucrados están a punto de establecer un antes y un después para el devenir del comedor San Leonardo.

Fundación, ¡ya!

"Lo importante es organizar un grupo de vecinos. Ayudar a la comunidad en un sector bastante abandonado y que tiene problemas alimenticios, personas en riesgo social", toma la palabra Francisco.

¿Qué es lo que buscan? A coro los presentes concuerdan: "Brindar un apoyo a los adultos mayores más allá de asegurarles comida". Además, cimentar una política de real ayuda al sector que comenzó a tejerse en 1986 bajo la comunidad estudiantil del Colegio Murialdo.

Ahora, otro voluntario, Adrián, acota: "Padre Antonio nos ha enseñado el camino. Este comedor funciona gracias al apoyo de todo el voluntariado. Se hace a pulso y por eso debemos ir más allá".

La aspiración aquí es transformar esta larga iniciativa en algo permanente. Poner la primera piedra y sentar las bases para una fundación denominada: Comedor San Leonardo. Una lluvia de ideas brota: postular a fondos concursables, localizar un lugar físico para que los adultos mayores vulnerables tengan un hogar.

"Lo que realmente falta es el apoyo económico para todos los ancianos. Nunca los fondos son suficientes", se escucha entre los asistentes. Un detalle: en el sector más de 2mil 684 son adultos mayores en situación de riesgo y que están en Fonasa. Hay un llamado a las autoridades.

En eso, el concejal Marcelo Barraza, aquí presente y como su eslogan dice 'Donde las papas queman', profundiza: "Vamos a agilizar los procesos, que demoran de dos a tres meses para así poder elevar la solicitud al concejo municipal: analizar la opción y viabilidad de un terreno en Rodelillo. También la carta a la Secplac, entidad que hace finalmente el levantamiento técnico".

Berta Sepúlveda, voluntaria, agrega que entregan pañales a los postrados, a cerca de veinte. "Mensualmente casi 800 pañales. Nuestro principal gestor es el cura Antonio". A ella se suma, como profesionales especializados en apoyo, Carla Marín, asistente social de la Intendencia porteña, y Angelina Troncoso, secretaria del Gobernador, en constante cooperación con los abuelitos y niños pobres de Rodelillo.

Mientras, detrás de la puerta, en el comedor San Leonardo, don Alberto termina sus bocados. Su lucha, además del hambre, es contra el alcohol y una cirrosis en ciernes. "Aquí nos atienden bien".

Carlos Alberto Fernández es del Paradero 17, cerca de los mormones. A sus 60 años, es abuelo y viene siempre a almorzar. "Trabajaba en construcción. Ahora no puedo, tengo el brazo quebrado. Estoy complicado", a su lado, y como un ángel de la guarda, el Padre Antonio Peron le consuela y levanta ánimo, ya fuera de la reunión. La fe cubre el lugar. ¿Será pronto el comedor San Leonardo una fundación?

Amén, ruegan aquí.