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Explican porqué confudimos los nombres

Una situación común que ejemplifica el estudio, es cuando los padres se equivocan cuando llaman a sus distintos hijos.
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Un estudio realizado por la Universidad estadounidense de Duke explicó porqué se nos confunden los nombres de quienes nos rodean. Según este trabajo, basado en cinco encuestas a más de 1.700 participantes y publicado en la revista Memory and Cognition, cuando nos enredamos no es al azar, lo hacemos siguiendo ciertos patrones: confundimos los nombres de las personas que están en la misma categoría relacional. Por ejemplo, llamamos a un amigo con el nombre de otro amigo y a un familiar con el nombre de otro familiar.

Y puede suceder en situaciones vergonzosas también, como confundir al papá con el jefe. Esto, porque a ambos los situamos en un plano superior.

También puede suceder que, cuando nos molestamos con alguien, insistamos en usar el nombre de esa otra persona con la que discutimos a menudo.

Hay casos en los que se puede llamar a un familiar con el nombre de la mascota, pero sólo si la mascota es un perro. La autora del estudio, Samantha Deffler, explica que esto podría deberse a que los perros responden más a menudo a sus nombres que los gatos, por lo que estos nombres se usan con más frecuencia y "están más integrados en nuestras concepciones sobre nuestra familia".

Las similitudes fonéticas también pueden ayudar a la confusión, como en el caso de nombres que comienzan con la misma letra (Jaime y Javier, o Noemí y Noelia) o que comparten sonidos (Clara y Sara).

En cambio, las similitudes físicas no tienen ninguna influencia. Por ejemplo, los padres a menudo se confunden con los nombres de sus hijos, aunque no se parezcan e incluso aunque sean niño y niña.

Mientras más viejos menos tolerancia tenemos al dolor

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Se descubre que los procesos de inflamación se producen con mayor frecuencia, son más intensos y se mantienen durante más tiempo en las personas de edad avanzada. Así lo confirmó un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Florida que, en esencia, viene a confirmar que según envejecemos, todo parece hacernos más daño.

Los científicos explican que se debe a que la elevada respuesta inflamatoria que se da en los ancianos favorece que lleguen a su cerebro más estímulos dolorosos. Con el tiempo, el sistema nervioso se adapta, lo que les hace más propensos al dolor.

Un buen beso puede hacer sentir que las personas levitan

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Un beso bien dado y bien recibido puede generar sensaciones muy positivas en sus protagonistas. Según la profesora de la Universidad de Texas Sheril Kirshenbaum que "el primer beso es una de las experiencias vitales más recordadas -por encima incluso de la primera relación sexual-". Y es que en este acto se libera dopamina, un neurotransmisor que genera una necesidad imperiosa de estar al lado de la persona deseada y produce esa sensación de ingravidez característica. Además, se libera adrenalina y la noradrenalina, que suben la tensión y el ritmo cardiaco y nos hacen sentir estimulados.