Bachelet y Poncio Pilatos
Hemos visto con espantosa incredulidad la nueva crucifixión de Jesucristo, arrastrado desde el interior de su templo a la calle para patearlo, escupirlo y trasquilar su imagen sagrada, todo en el marco de una "marcha pacífica" que otra vez abogaba por los derechos estudiantiles.
El nuevo Ministro del Interior, Mariano Fernández, que se dice hombre de fe, pero también remarcando que por sobre cualquier otra señal está cuadrado con el gobierno izquierdista de Bachelet, rebatió las críticas periodísticas enalteciendo el "derecho de la ciudadanía a expresarse". Mala partida de Fernández.
Esta nueva crucifixión no es la misma de hace 2016 años en el Gólgota, sino en el corazón de Santiago de Chile, donde un gobierno pusilánime ha venido copiando las prácticas de Poncio Pilatos. En sus dos años de gestión, no ha sabido responder con reciedumbre a las acciones violentistas de estudiantes encapuchados, sólo lavarse las manos.
Como chileno me avergüenza vivir en un país sin Dios ni Ley, donde grupúsculos son amparados en detrimento de una nación entera. Me avergüenza que el resto del mundo nos tache como los nuevos linchadores y profanadores del ser omnipotente, que optó morir en la cruz para salvar a los pecadores.
Alfredo Barra
Periodista