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El 'patiperro' húngaro que sacudió el arte en el Puerto

Símbolo de la vanguardia, (anti)héroe de bohemios y artistas, rupturista de alma. Un seguimiento a la huella de un escritor europeo de culto y que marcó tendencia en Chile: Zsigmond Remenyik, la pluma anónima sin igual.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

No sentía dolor sino hasta que removía el cuero apretujado al interior de la suela. El color carmesí de los zapatos lo acrecentaba la sangre acumulada que corría por sus estropeados pies, ya cubiertos de ardientes llagas.

Ahí, en la soledad de las callejuelas de piedra porteñas salpicadas al vino y polvo en los "locos años 20" para una parte del Hemisferio Occidental, mientras al otro lado se vivían revoluciones bolcheviques y nacientes regímenes fascistas, deambulaba un húngaro que la vida arrojó a estos parajes en busca de vivencias. Que entendía que el alcance de su arte dependía de la magnitud de su sacrificio.

Allí, en la intimidad del crudo Valparaíso de gente de puerto, era solamente Segismundo, un apelativo que tuvo que adaptar a su tuerto castellano. No el agitador de vanguardia cuyo nombre de pila era Zsigmond Remenyik. Aquel cabecilla de letras que, junto a sus compañeros en la Hungría sometida, era parte de los "Activistas", un grupo que había luchado por la revolución húngara con panfletos, libros, revistas, pinturas, afiches y grabados.

Los mismos que en 1919 llevarían al gobierno bolchevique a la palestra del país europeo del este, encabezado por el político de origen judío, Béla Kun.

Hablamos de una época de cambios profundos en la Europa post I Guerra Mundial. Y donde el país "magiar" no quedaba al margen. Tanto fue la influencia de este grupo vanguardista en su nación que, tras aquel breve gobierno proletario de 133 días, el triunfo de la reacción obligaba a esta cofradía pensante, de la que era parte Zsigmond, a exiliarse. El rudo 'vive o muere'.

En Austria, Remenyik, el antihéroe de esta historia, amasa refugio y logra reunirse con el líder de los vanguardistas llamado Lajos Kassák, quien le proporciona la xilografía "Aktivizmus" de Sándor Bortnyik… un hecho significativo más adelante para la conexión con Valparaíso: este grabado ilustrará el manifiesto 'Rosa náutica' con la hoja vanguardista Antena.

La importancia de ese hecho radica en la "buena nueva" del arte de la mano del húngaro, una especie de Big Bang a la europea y que más adelante, con este manifiesto Rosa náutica (también firmado por Salvador Reyes, Joaquín Edwards y el mismo Segismundo entre otros, más adhesiones cracks como Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges) ilustrará muros y paredes de la Ciudad Puerto, en el despierto 1922. Eso irritaba a figuras literarias como Alone. Pero inspiraba a Neruda.

Así, Remenyik salta a la América de los sueños y conquistas. El precio que pagaría por su libertad sería correspondido una vez saltado el charco continental. Recorre Brasil, Argentina, Las Malvinas, Paraguay, Bolivia y Perú. En esos años, se dio maña para sobrevivir con diversos oficios. En Buenos Aires, por ejemplo, laboró en una casa de cambios.

Pero no es todo, su filosofía de lucha existencial lo obligaba a entregarse siempre a sus creencias, sin importar nada por delante. En su tránsito por Sudamérica también fue leñador, cazador de ballenas, pastor de ganado. Pero una cosa no dejaba de lado: la pluma. Parecía como si cobrara vida mientras escribía. Y esa tinta ácida la trajo hasta la Joya del Pacífico, en 1921.

Una vez instalado en Valparaíso, en diciembre de 1922 para ser más exactos, sobrevive como contrabandista y pianista de bar. Sin embargo, entre callecitas empinadas y cantinas para estibadores, el escenario al natural le resultaba fabuloso para dar rienda suelta a aquella libertad creativa que exultaba por sus poros expresionistas. Eso sumado a jóvenes progresistas en este confín del mundo ávidos de sembrar cambios.

O, como dirían los expertos en su obra: "Un fecundo encuentro de las artes y la conciencia social como solo podía brotar en Valparaíso aquel mítico año de 1922".

Develando misterios

Precisamente Cristián Olivos es el editor e investigador. Él, junto al historiador Jorge Muñoz, realizaron la recopilación de obras que les tomó más de tres años. Un parto hoy materializado en el libro 'Las tres tragedias del lamparero alucinado', de Zsigmond Remenyik (ediciones del Caxicondor 2016).

Se trata de una afirmación sostenida en el tiempo. Un legado que, para la artista literaria Begoña Alberdi, trasciende fronteras: "La presencia de Remenyik en Valparaíso contribuyó a una renovación sustancial de la literatura en América Latina".

Algo que valió la pena rescatar. "Un movimiento artístico literario fundamental que se dio en Valparaíso", sostiene Olivos, quien en 2005 llega a Valpo desde Santiago para aprender las técnicas del grabado en la Escuela Municipal de Bellas Artes y que más tarde ilustraría la portada de la novela 'Daño estructural' de Laurence Maxwell, también 'La rotación de los cultivos' de Sören Kierkegaard, y 'El vino de Paris' de Aymé.

"El manifiesto Rosa náutica no estaba en ninguna biblioteca de Chile". Entonces, la labor de rastreo y rescate de Remenyik fue muy difícil. Olivos agrega: "Pero igual logramos averiguar. Supimos quiénes eran estos personajes y los que firmaron el manifiesto. De allí a quién era este húngaro y la relación que tenía con los porteños".

Pese a que el húngaro no dominaba bien nuestra lengua, igual se dio el trabajo de escribir en aquel manifiesto un "español raro", publicado en Valparaíso el año 22 por la editorial Tour Eiffel.

"Sacaron 500 ejemplares, de los cuales ¡no se vendió ninguno! Pero él, Remenyik, se llevó uno para Hungría", asegura Olivos.

En la zona vivió solo un año, lapso suficiente para dejar impronta. Ese año también consagró otro texto 'La angustia y los muertos de la mañana'.

El siguiente destino del hombre la de la prosa "magiar" fue Lima, en Perú. Allá publica tres epopeyas con el título 'Las tragedias del lamparero alucinado'. Justamente textos que constituyen el experimento vanguardista más insólito creado en Chile en la década de 1920. "Un hito fundamental en el desarrollo de las letras y las artes de Valparaíso" como concuerdan sus autores.

Hugo Herrera es profesor de la Universidad Andrés Bello. Allí dicta la cátedra Licenciatura en Letras, en Santiago. Para él, la importancia del húngaro, es clave para entender la savia nueva en prosa y grabadores de la época que florecían por el Puerto. "Estos textos sólo habían circulado en el mundo universitario. Esto es un patrimonio para Valparaíso. Un movimiento cultural intenso que se dio en la zona hace 100 años".

"Yo conocí a este autor húngaro cuando estaba en la universidad. Pero era complejo rastrear su obra. Después en 2014 publiqué sobre él en mi libro 'Vestigio y especulación'. Cristián lo leyó. De allí me contactó". Así fue como intercambiaron ideas sobre la apasionante temática.

Una literatura cruda, visceral… donde priman las imágenes sórdidas y potentes. El contacto Hungría-Valparaíso "ocasionó un fuerte legado cultural", añade Herrera. Para el académico, existe un nexo, incluso en los grabados de destacados artistas porteños del siglo XX. "Se aprecia tinte expresionista alemán y activismo húngaro, que no se tenía noticia".

Eso sí, aclara Herrera, europeos antes y después de Remenyik viajan hacia América con el sueño del húngaro: profundizar experiencias al límite, esas en pos de movimientos artísticos de vanguardia. Las que Segismundo seguía hasta el fin de su vida.