El triste panorama al interior de la Barros Luco
La emblemática escuela porteña está cerrada desde 2010. Trabajadores y apoderados recorrieron el interior, donde hay daños, basuras y malezas.
Mirian Mondaca Herrera - La Estrella de Valparaíso.
Traspasar el panel de madera que sella la entrada de la Escuela Ramón Barros Luco es casi como entrar en un vertedero. Excrementos de animales, basura, tablas, bloques de cemento y malezas que superan el metro de alto, delatan el abandono en que está sumido el histórico recinto, que debió cerrar sus puertas abruptamente tras el terremoto del 2010.
Tras ese primer repaso visual y al caminar algunos metros, el impacto por el estado actual del edificio -que es Monumento Nacional desde el 2003- se mezcla con la incredulidad por no entender cómo una construcción ícono del barrio Almendral llegó hasta ese punto.
Un sentimiento que se duplica para quienes el espacio fue parte de sus vidas, como el caso de funcionarios y estudiantes, que hasta con lágrimas en los ojos deben esquivar las pantallas y teclados de computadores tirados entre el pasto, los mismos con los que dieron sus primeros pasos en la web.
Desde el día siguiente al devastador terremoto que bajó la cortina de este edificio, que había funcionado desde 1923, trabajadores y apoderados han unido fuerzas para que el lugar sea recuperado. Un camino que ha tenido varios obstáculos y que hoy tienen a la escuela como refugio de personas en situación de calle y posibles delincuentes que pasan la noche acurrucados en alguna esquina de la construcción de tres pisos, cuya presencia se delata por la ropa, cajas de vino y tarros sobre los restos de ceniza de la noche anterior.
"Acá se entran por el techo y dejan más sucio de lo que está. Hasta una persona muerta encontré cuando vine una vez", recuerda Elena González, auxiliar del colegio y la única persona que tiene en su poder las llaves del recinto.
Pamela Oyarce, presidenta del Centro de Padres de la escuela, tiene sus ojos brillosos mientras alza la mirada antes de subir hasta la terraza del edificio. Con el dolor de ver así a la escuela que también la acogió cuando niña, se apoya en la baranda de la escalera. Está llena de polvo, pero no le importa, porque es la única forma de sentirse cerca de su colegio otra vez.
Es clara en sus palabras y sueña con el día que sus hijas vuelvan a estudiar allí. "Las ex alumnas son sentimos orgullosas de ser del Barros Luco, por eso cuando nos fuimos a la Scuola Italiana fue una pena, aunque allá no estamos mal, pero no es lo mismo. Por eso seguimos en la lucha para que de una vez por todas se arregle esto y se solucionen los problemas que hay", señala mujer.