Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
Al posar la vista en él, sus ojos parecieran escrutar hacia un pasado de gestas. De reojo y en close-up tipo "spaguetti western", en raudo acercamiento, como aquellos vaqueros de tiro fácil de Sergio Leone, se torna tosco, en sintonía con aquel aspecto que lo ha hecho ganarse secundarios de malo.
No obstante, sus manos lo contrastan todo: gesticulan como mariposas en vuelo que dan la bienvenida.
Jorge Benítez Guerut se acomoda en el "sillón de consulta" de aquella luminosa casa enclavada en la calle con aires europeos llamada Lautaro Rosas, en el corazón del cerro Concepción. Allí alberga un negocio junto a su mujer Ismenia, también vinculada al mundo del cine como vestuarista, con la que lleva 30 años de matrimonio viento en popa.
Ser freelancer desde hace más de 30 años, de algún modo, obliga a poner los huevos en varias canastas. Y así lo entiende este director de producción.
La apariencia de Benítez, algo desfachatada, hace juego con aquella indomable cabellera ensortijada de la que estarían orgullosos sus mentores del séptimo arte -porque así se mostraban Coppola, Scorsese y Kubrick-. Es propia de quien prefiere la viveza que entretiene, la anécdota que ensalza a la palabra. Lo suyo es mecer la charla, como quien tiene un buen cuento que largar. Y vaya que Jorge los tiene…
Este cineasta santiaguino es así: despierto, vivaz, un mago de mil rostros al metraje hecho vida. Un devoto de la lectura. Alguien que se emociona con viejos filmes como "Espartaco", con Kirk Douglas, o las escalofriantes cintas de culto del maestro Hitchcock.
Nos recibe en su local. Hay buena vibra. Una alfombra Nazca, esa de donde dicen salen los dioses y entran a la geometría esotérica, podría ser el catalizador de aquella energía.
"De aquí y allá" se llama su pintoresca tienda: sombreros, habanos, cerámicas, textiles, alpacas, son algunos de los productos que eclipsan la mirada de los clientes. "Estoy esperando que pase el invierno para pintarla de nuevo. Lo hago todos los años", revela con buen rollo.
En eso, dos chicas y un joven fijan la vista sobre una gafas vintage. Desconocen quién los atiende. Y no tienen por qué saberlo. Una de ellas se mide coqueta el lente retro. "Te queda bien. Gracias por comprar". Jorge es piola por naturaleza, pero tiene cuento. Y convence.
Corte y acción
Todo comenzó a los 23 años casi por azar, aunque detrás de la creatividad había hambre de gloria: en 1979 salió un anuncio en el diario donde requerían técnicos y actores para una naciente película chilena. La dejaron picando.
Se trataba de "Los deseos concebidos" (1980), del director Cristián Sánchez (no confundir con el conductor de TV). Hecha a pulso, consistía en la segunda película que se filmaba en Chile (antes Silvio Caiozzi dio el vamos a los filmes nacionales en época de apagón cultural).
Un año tardó la filmación. "Yo trabajé como asistente de producción", rebobina Benítez, quien agrega que grabaron durante un año 160 latas de 16 milímetros. "Una película que en su primera edición duraba cinco horas y que tuvimos que cortar a una hora y media", revela.
Después laboró en un proyecto como productor ejecutivo, también con Cristián Sánchez. "El otro round del dinamita Araya" se titulaba la historia de un boxeador que termina vendiendo flores en un semáforo.
Así Jorge se animó a que las cámaras y libretos fueran lo suyo. Llamó la atención de unos brasileños hasta fichar por dos años en Diana Films como asistente de montaje en el cine publicitario.
Por ese tiempo, los retornados decían adiós al exilio en la primera mitad de los '80. Y con ellos, arribaba de vuelta un batallón de profesionales ligados a las artes. Uno de ello fue Gonzalo Justiniano. "Nos conocimos y empezamos a trabajar de una. Un documental sobre la naciente movida punky en Santiago. En realidad eran punks cuicos de la zona alta capitalina", dice entre risas.
Entre medio materializó una película incomprendida pero bonita para la época, que se llamó "Hijos de la guerra fría". Allí hacía la producción ejecutiva. Al mismo tiempo, el cine publicitario generaba interés. Y lucas. Algo que le caía bien a Benítez en momentos de estrechez.
"Nemesio", el cuento de un oficinista que ponía en la palestra la compleja contingencia política de la época, lo tuvo como productor. A través del lenguaje visual desnudaron la crisis y depresión económica con el alza del dólar.
Luego vino un acercamiento de peso con un personaje de peso: Enrique Lihn, el poeta escritor. Corría 1986 y el goloso proyecto se iba a llamar "La última cena". Sin embargo, la película duró menos que un candy en su realización: era pretenciosa en relación a los escenarios. "Aun así logré reunir un equipo muy bueno en la parte técnica. Era una superproducción", avala Benítez. El plan de trabajo consistía en grabar con las escenas más simples. Al llegar el primer fin de semana para dar inicio al rodaje, ocurrió la siguiente anécdota: "Le dije (a Lihn): 'Requerimos 250 mil pesos para grabar, sólo este fin de semana'. Lihn me responde: '¿Y esto lo vamos a necesitar todos los fines de semana? ¿Y qué vamos a hacer?... pero si ese presupuesto lo gano sólo mensualmente'". Cuento corto: hasta allí nomás llegó el empuje; todo terminó en un video. Ojo que la dirección de cine la hacía Pedro Pablo Celedón, con Juan Carlos Castillo en la dirección de arte y el pintor Balmes en el vestuario.
Luego del fiasco, Jorge siguió en el cine publicitario. Hasta 1990. Allí, en medio de la contingencia política y "la alegría ya viene", se abocó en una película "incomprendida. Algo que ni nosotros al final entendimos", agrega. Lo bueno es que lanzaron la película en el evento grande en la vuelta a la democracia: Estación Mapocho, en Santiago, fue el escenario escogido para su lanzamiento. Pero un diluvio de esos de antaño opacó la masiva presencia de espectadores que Jorge y su staff anhelaban. Y allí nomás quedó "País de Octubre".
Valpo en la mira
Ya inmerso en los '90, la balanza laboral lo inclinó hacia la naciente industria publicitaria televisiva y su caballito de batalla ganador: los comerciales... Pisco Control, vinos Cartavieja: "Allí estaba la plata. Hicimos muchos trabajos. Estaba a cargo de las producciones, que es todo: hay que saber coordinar, era pesado". Por ejemplo, 30 segundos pueden equivaler a semanas o meses de trabajos.
Benítez pone alto a la conversa. Otro cliente entra a su local. Desliza, con la sapiencia de un avezado vendedor, que sólo con observar ciertos movimientos en ellos ya sabe si van a comprar o no. El nuevo visitante tantea los productos. Tira piropos a los diseños. El cineasta, venido a locatario, responde con una suave labia capaz de cautivar al mismísimo Máximo Tacaño: "Mi esposa los confecciona; otros los adquirimos a artistas de la zona. Son muy bonitos".
Y retoma la charla, ahora con más monedas para el bolsillo. "Una vez filmamos un comercial de Loto. El director de fotografía sólo quería grabar amaneceres y atardeceres. ¡Nos demoramos 15 días y viajamos por todo Chile para captar las locaciones!", cuenta.
De allí, un salto hasta 1998. Realiza la primera serie policial en el país llamada "Brigada Escorpión", para TVN. Al leer el guión, supo que la locación tenía que ser en Valparaíso. Y una vez acá, se enamoró de la zona, en 2004. Se trataba de un capítulo que les tomó seis meses filmar. "El conejo", la trama detrás de un crimen.
Gracias a la serial, Benítez hizo migas con Joaquín Eyzaguirre. Junto al director, dieron luz no sólo a una fortalecida amistad, sino que a una productora llamada Sin Embargo, en 2000. Así llegó la motivación y las películas ganadoras de festivales: "3 noches de un sábado" y "Te llamabas Rosicler" (2002).
Tras ello, reconocimiento en circuitos como Viña del Mar (premio actores). También Huelva, España. Menciones honoríficas en Montreal, Canadá; y Moscú, Rusia. "Se movieron bien esas películas. Un orgullo", agrega risueño.
También con esa productora realizaron una serie de documentales de tipo corporativo. ProChile y CORFO fueron las entidades beneficiadas.
Ya radicado en la Ciudad Puerto, junto a su mujer y dos hijos, en 2005 lanza cinco películas, incluso con profesionales de Francia y de España. Con éstos últimos filmó "Rojo intenso". Y lleva adelante otros largometrajes con Joaquín Eyzaguirre como "La remolienda" e incluso con el cineasta, hoy político Marco Enríquez. Además series para Mega. Destaca "Padre Hurtado".
De allí a la Escuela de Cine en la Universidad de Valparaíso como catedrático por un año. Y su "hijo regalón": la empresa de locación Valparaíso Cine, desde donde da rienda suelta a su inspiración con documentales y servicios de producción a entidades que filman en la zona.
Jorge Benítez sigue activo. Se encuentra abocado a un guión. También un documental. En cine, cuenta, lo ha hecho todo. Incluso como actor secundario. La pura cara... "Siempre de malo; mi look da para eso: chaqueta de cuero, de pocos amigos".
Para el final, la infancia, aquella cajita de pandora donde todo puede ser. "Con unos amigos nos fabricábamos películas en tiras de papel. Era muy entretenido: las proyectábamos con una caja de zapato sobre una sábana en las noches. Sí, no había duda: era mi destino".