Museo Histórico de Placilla: la dura batalla por su mantención
Emplazado en el mismo sitio del conflicto histórico, se trata del primer museo comunitario en Valparaíso. Pero como casi todo lo que involucra cultura, aquí las cosas se hacen con esfuerzo, creatividad, pocas monedas y pasión vecinal.
Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso
Los eucaliptos son árboles de porte recto, que pueden llegar a medir sobre los 60 metros de altura y de fácil combustión. Hoy dominan la panorámica de la alterada naturaleza en las alturas de Placilla que se extiende al ruido de retroexcavadoras y el polémico 'boom' inmobiliario.
Sin embargo, bajo sus aromáticas sombras, aún se asoman pidiendo permiso estoicos peumos, litres, canelos y boldos, especies nativas del sector que tratan, como sus longevas raíces, de dar testimonio a una época extraviada del inconsciente colectivo nacional. Una época que se remonta a un lejano invierno de 1891, con un evento sangriento a la altura de aquellas épicas: La Batalla de Placilla.
Porque aquel 28 de agosto, mientras se libraba una feroz contienda civil entre las tropas leales al gobierno del presidente José Manuel Balmaceda, con 9.500 efectivos, al mando del general Orozimbo Barbosa, frente a las fuerzas del ejército revolucionario congresista, con 11 mil hombres, guiados por el triunfante coronel Estanislao del Canto, allí estaban como testigos en medio del campo de guerra, estos árboles, los peumos, litres y boldos que, a diferencia de los importados eucaliptos (la mayoría de Australia), sí supieron del fratricida combate.
Un choque armado de más de tres horas que significó la caída y suicidio del presidente Balmaceda, bajas en ambos bandos (sobre las tres mil personas, incluso muchos de ellos héroes de la Guerra del Pacífico) y la instauración del sistema parlamentario en nuestro país.
Hoy, en aquella zona histórica y de activos puestos en el pujante rubro de los ladrillos, justo en el supuesto centro de combate, una moderna fachada erigida en madera rupestre y con las donaciones de sus vecinos intenta tomar la bandera, pero esta vez bajo la cruzada del legado.
Así es la realidad que envuelve al pintoresco Museo Histórico y Centro Cultural de Placilla, orgullo de aquella emblemática ciudad de 50 mil habitantes. Una urbe cuya expansión urbana tiene al fundo Curauma como eje y que alimentó de agua a Valparaíso durante el siglo XIX. Primero con el Tranque Las Cenizas en 1869 y luego con el embalse Peñuelas en 1900 (y que dio origen al Lago Peñuelas en 1952).
Un entorno donde, por ejemplo, nació la hípica en 1864, y las carretas transportaban por el hoy "Camino La Pólvora" aquel producto hasta los polvorines en el alto del puerto para proveer a los fuertes que custodiaban la ciudad.
Al detalle, hablamos de un piso y 100 metros cuadrados en extensión, con una idea pionera al rescate histórico: ser el primer museo comunitario de nuestra región.
Su génesis se remonta al 2002 cuando este proyecto nace, en parte, gracias al financiamiento del programa 'Quiero mi barrio', convenio del Municipio y el Ministerio de Vivienda y Urbanismo como fracción del plan de gestión social en la zona. En este caso, los vecinos fueron despiertos: había fondos del Estado para una obra así. La iniciativa prendió. Y tomó vuelo.
Pocas, pero precisas
En un principio, este museo comunitario, el primero de este tipo en Valparaíso, presentó el 19 de diciembre de 2003 siete vitrinas con un montaje de casi 80 piezas, con clasificación y conservación de las piezas arqueológicas. En 2009 fue que se potenció.
Una vez en el interior, los tesoros arqueológicos resplandecen: ápices de bala, vainas de tiro, restos de fusiles, la réplica del uniforme de un soldado 'balmacedista' con yatagán y botones de confección francesa e inglesa… Toda una colección de objetos recogidos hace décadas por vecinos que guardaban aquellas reliquias como hueso santo. Cuentan con cuatro sectores y una plaza dura externa para actividades al aire libre.
Aquel valioso patrimonio descansa bajo coquetas vitrinas. Allí deslumbran al visitante los fragmentos cerámicos y las piedras tacitas de la cultura Bato (Sector Arqueología). También maquetas en honor al belicismo (Sector Batalla de Placilla), antiguos relojes presuntamente pertenecientes a soldados (Sector Reuniones) y paneles que nutren muestras fotográficas del lugar (Sector Exposición Temporales).
Un decorado que invita a la lupa y las infaltables selfies al interior de estas paredes de cemento y piso de cerámico. Arriba en el techo interior se aprecian imágenes de aquellos próceres del combate.
Una pinacoteca que seduce al curioso con una propuesta distinta, pese a sus limitadas dimensiones en extensión y, de momento, reducidos tomos en obras. Pero de lo preciso, hay atractivo. Y cultiva.
De cerca, se palpa armonía y aquel auxilio histórico que incluso motivó la documentación en terreno del escritor Marcelo Mellado para su novela 'La Batalla de Placilla'.
A no confundir, al lado del museo hay una sala polifuncional donde se celebran reuniones, actividades y fiestas.
Pamela Fuentes es la directora del Museo Histórico de Placilla. Vive cerca. Como antropóloga afirma que el material de la Batalla de Placilla ha sido de autogestión, a través de vecinos. "Necesitamos un mejor sistema de archivos, un mundo más completo de catalogación".
También comenta que hasta acá vienen dos tipos de visitas. Una que es por interés personal, a través del boca-boca. Y los que llegan por las redes sociales. "Además hay un público escolar, que accede con el profesor y apoderados, y el de estudiantes universitarios o de investigadores que quieren conocer más sobre algunas áreas que acá tratamos", opina.
Óscar Rolando Núñez, es el socio fundador y tesorero del Museo. Su presencia aquí es omnipresente. Incluso está en las exposiciones fotográficas. Y es que su padre fue fundador del Club Deportivo Placilla. "Soy el más participativo. He estado en todas las directivas. He aportado con mucho material", sostiene de inicio. Para don Rolando, como se le conoce, aquí hay un rescate cultural de la zona. "Los otros museos en Valparaíso son privados", acota, mientras da la bienvenida a un grupo de tesistas de la PUCV.
Rafael Escobar cursa su último año en Licenciatura en Historia. "Interesante. Sale de la visión tradicional: muestra la historia de la comunidad". A su lado, el 'compa' de memoria, Jaime Llanos, corrobora: "Venimos para profundizar datos para nuestra tesis de educación patrimonial. Y aquí hay mucho de eso. Le da valor". Afuera del museo, a lo lejos, los eucaliptos se mecen. Al igual que Pamela Fuentes cuando habla de mantención: "Hay que recurrir al ingenio. Hacer dinámico al museo, con plataformas tecnológicas. ¡No podemos dejarlo morir!".